Aterrizaje en una isla sin árboles

El pequeño avión de apenas una treintena de plazas empieza a perder altura: el comandante ha dado orden de prepararse para el aterrizaje. Desde arriba, el mar del Norte aparece plagado de pequeñas manchas blancas; en un principio pensé que podrían ser trozos de hielo, pero el mar no se hiela nunca en estas latitudes. Y es solo ahora, cuando perdemos altura en busca de la pista, cuando me percato de que no es hielo: es espuma. Un vendaval mece el mar como si fuera un trigal y lo colorea de penachos blanquecinos. No me gustaría estar en un barco en medio de semejante oleaje.Mainland, la principal de las islas Shetland , aparece ahora bajo las alas. Una superficie almohadillada y lisa de prados verdes, ni un solo árbol. Acantilados, casitas bajas con tejado a dos aguas diseminadas por doquier, playas que se pierden en el infinito y colinas alomadas. Parece el reino de la piedra y la soledad.El avión se posa en la pequeña pista y cuando abre la puerta lo primero que veo, al fondo, es un faro. El faro de Sumburgh , el extremo sur de este archipiélago perdido en mitad del Mar del Norte. Lo construyó Robert Stevenson, el abuelo del escritor escocés homónimo. Las Shetland no me puede recibir de manera más sugerente.Shetland es el extremo norte del Reino Unido. Un archipiélago de unas 100 islas con solo una quincena de ellas habitadas, pura roca barrida por el viento, más corderos que humanos (estos últimos son unos 22.000), a mitad de camino entre las costas de Noruega y las de Escocia, al que muchos británicos no sabrían colocar en el mapa y que pese a su lejanía, tuvo momentos en la historia muy concurridos: los vikingos noruegos colonizaron sus costas durante décadas y establecieron aquí factorías que ayudaban al tránsito marítimo por el mar del Norte.Por eso sus habitantes aún hoy se sienten diferentes. Se consideran más nórdicos que británicos o escoceses, hablan un dialecto que mezcla el viejo noruego con el inglés y les trae al pairo lo que pase en Glasgow o Londres. Sus problemas son más cercanos: por ejemplo, lo que les toca las narices es que los vecinos de las islas Feroe pueden pescar toda la caballa (mackerel) que quieran y ellos no debido a las cuotas que impone la Unión Europea. Bienvenidos a uno de los techos de Europa. Un paraíso para caminantes, geólogos y observadores de aves. Mañana sigo contando.

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