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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Arquitectura y verano 2: Jorn Utzon pintando su barca

Anatxu Zabalbeascoa

“Los pinos mallorquines son diferentes de los suecos. Creo que la arquitectura no trata de copiar las formas de las plantas, sino que copia de la disciplina que se encuentra en la naturaleza de un piñón para que éste se convierta en un pino, y de la que está en la semilla de una buganvilla para que ésta se convierta en buganvilla. Cada cosa tiene un carácter interno y por ello pertenece a cierta naturaleza”. Habla Jorn Utzon. El arquitecto-editor Moisés Puente lo ha hecho hablar a él, y a otros muchos proyectistas, compilando antologías que mezclan observaciones con entrevistas, ideas con apuntes. Por esa labor callada para la editorial Gustavo Gili, Puente ha recibido este año el premio Fad de la crítica.

En el libro Jorn Utzon, conversaciones y otros escritos (Gustavo Gili) el danés habla claro: “Las matemáticas ayudan al arquitecto a comprobar que lo que presupuso era correcto”, dice. Y explica su entendimiento de la vida desde un saludable sentido común: “Un entendimiento del andar, del estar de pie, del sentarse y del estar tumbado cómodamente; del disfrutar del sol, de la sombra, del agua que corre sobre nuestros cuerpos, de la tierra y de todas aquellas sensaciones difíciles de definir”.

Cuando en 2003 el Premio Pritzker reconoció el trabajo del danés Utzon (Hellebaek, 1918-Copenhague, 2008) él era ya un discreto octogenario que vivía jubilado en Mallorca con poca memoria y, tal vez, demasiada historia.

“Era en mis viajes cuando realmente aprendía. Antes (en Marruecos) se cantaba mientras se construían casas amasando barro y paja con los pies. Se parecía a lo que ya conocía del astillero: un enjambre de gente sobre un andamio remachando juntos el casco de un barco”, explicó el arquitecto.

Hijo de un ingeniero naval, a Utzon le gustaba el sol. Dedicaba el verano a navegar y a pintar y repintar su barca. Su primera casa la levantó con sus propias manos. Luego pidió a sus hijos Kim y Jan que repitieran la experiencia cuando eran estudiantes. Lo hicieron. Un verano los chavales construyeron una casa con tablones en Stromstad. Utzon se hizo dos casas en Mallorca. A la primera le puso el nombre de su mujer: Can Lis. Allí recibió el encargo de levantar el Parlamento de Kuwait, que concluyó en 1985, a tiempo para que la Primera Guerra del Golfo lo destrozara seis años después. La segunda casa mallorquina, levantada con piedra de marés, es un lugar donde abrazarse al viento y sentarse en un banco a mirar el paisaje. Se llama Can Feliz. Allí vivió hasta que, con 89 años, decidió que le fallaban las fuerzas para pintar una barca o construir una cabaña. Utzon abandonó la isla justo entonces, a esa edad. Y ya se quedo para siempre en Copenhague. Moisés Puente cita en su libro al arquitecto danés parafraseando a un poeta sueco: “No permitas que la inteligencia impida que tus sentimientos crucen la puerta de salida”.

Comentarios

si: probablemente la mayor y mejor aportación de Utzon a la arquitectura, y lo más didáctico de su obra y proyectos es el sentido común. Quizas no estaría de más proponer en los planes de estudios de arquitectura la asignatura : sentido común. salu2
La opera de Sydney es probablemente el edificio más bello del mundo, sólo comparables a las Twin towers, que ya sólo pertenecen a nuestra memoria.
Suscribo el comentario anterior sobre la propuesta a los planes de estudio de arquitectura pero lo amplio a que debería formar parte de cualquier plan educativo incluido el familiar, así combatiríamos desde todos los ámbitos sociales la mediocridad generalizada existente. ¡Maravilloso Utzon!
Utzon aportó a la arquitectura grandes obras, pero quizás una de las menos conocidas es la Iglesia Bagsvaerd (Copenhague). Una pequeña joya realizada con hormigón blanco y gris, plaqueta cerámica vidriada, madera natural y luz.El libro de Utzon está disponible en www.0coma9.com, librería online especializada en arquitectura.

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