_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin pudor

Sin vergüenza y sin pudor, como espetó no hace mucho Elena Salgado a la ruidosa bancada del PP en el Congreso. El gremio de la gaviota carece del más elemental sentido de pudor ético porque del otro e innecesario (el corporal) tienen en la Iglesia avezados maestros del más puro fariseísmo, como pone de manifiesto el triste espectáculo de la pederastia clerical. Carecer de pudor ético es lo que les lleva a reincidir en la realidad virtual a modo de exagerada cortina de humo o huida hacia delante. ¿Recuerdan ustedes el fantástico vídeo promocional de CACSA que empezaba con aquello de Cuentan muchas historias sobre la ciudad y todas increíbles? Sí, aquel vídeo en el que una voz en off de gran calidad nos informaba de cosas como "cuentan que allí los coches circulan a más de 300 kilómetros por hora y que los leones campan a sus anchas" o "cuentan que hay edificios que parecen de otro planeta y que todas sus calles acaban en elmar". El ejercicio finalizaba con un sorprendente "cuentanmuchas historias sobre esa ciudad y todas son ciertas". Para recordarnos tantas y tan obvias virtudes acaban de desplegar en la ciudad un cartel/Decaux que no desmerece: "Esta ciudad es de otro mundo" (sic) en el que el perfil calatraviano se combina con un azul e infinito Mare Nostrum. Gente sin vergüenza y sin pudor que hieren el sentido común y la inteligencia y pretenden enrasar la aculturación y el pensamiento vacío a su propio nivel pleistocénico. A uno (a un servidor sin ir más lejos) le puede gustar su ciudad e incluso la puede estimar aun a costa de sufrir los efectos de la barbarie cultural y la cotización al alza del cinismo. Puede incluso aceptar la necesidad de transmitir una cierta anticipación optimista del futuro, pero todo tiene un límite y aunque estar en el mapa (egregia obsesión de la alcaldesa) no es malo per se, habría que añadir el "según y cómo" porque no está tan claro que sea bueno que hablen de uno aunque sea para mal. Lamentablemente, llevamos ya una temporadita saliendo con frecuencia en la primera página nacional, y no para bien. Los abusos urbanísticos de años atrás, la destrucción de nuestras costas, la Educación para la Ciudadanía en inglés, la bacanal de Gürtel aunque los 50.000 folios "no digan nada nuevo" y, last but not least, el conflicto in crescendo de El Cabanyal. Lo que es increíble es que se utilice la Gran Vía madrileña como argumento para proseguir la innecesaria y estúpida prolongación de Blasco Ibáñez "pese a quien pese" y que hayamos visto imágenes de la actuación policial que nos retrotraen al vergonzoso desalojo de La Punta que el vídeo A tornallom testifica y recuerda. Puestos a manipular la historia y a ignorar los contextos culturales de cada momento, podríamos llevar la avenida del Oeste hasta el puente de San José, prolongar la calle de la Paz y enlazarla con la del Mercado (Santa Catalina se trasplanta y ya está), desecar y urbanizar la insalubre Albufera o recuperar el Cardu y Decumanus de nuestros fundadores los romanos. La prepotencia y la incultura siempre han sido los ingredientes básicos de los cócteles explosivos. La ciudad, nuestra ciudad es, pese a quien pese y tenga los votos que tenga, excesivamente dual (o excesivamente polarizada desde el punto de vista urbanístico y social) y manifiestamente mejorable. Y ni pasan cosas increíbles (o sí, según se mire) ni es una ciudad de otro mundo. Mucho trabajo por hacer es lo que hay y dejaremos para otro día el detalle. Menos sacar pecho y presumir de incultura y más modestia y creatividad. Y ustedes, sufridos conciudadanos, inmunícense, aviven el seso y despierten, como decía el poeta, y recuerden aquello de que las únicas masas que importan son las cerebrales. Y, mientras tanto, practiquen la risoterapia y vean en la tele el magnífico programa de ¡Qué vida más triste! en el que Borja, el protagonista, ha puesto a Basauri en el mapa sin tantas alharacas ni dispendios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_