Un ejemplo de dignidad
Me resulta difícil escribir una semblanza o resumir en apenas unas líneas una persona tan rica en valores y aptitudes como el ex presidente del Gobierno de España Leopoldo Calvo-Sotelo.
Hoy quiero recordar, en primer lugar, su excepcional bonhomía, Leopoldo Calvo- Sotelo era ante todo una gran persona; un hombre de bien que siempre me distinguió con su afecto, su comprensión, y su apoyo. Durante los últimos años tuvimos una magnífica relación personal que hoy considero un privilegio. Era un hombre de grandes condiciones intelectuales y personales que compartía sin aspavientos y con espléndida generosidad con su interlocutor.
Fue además un político con un excepcional sentido de Estado, como pudo acreditar durante el tiempo en el que presidió con acierto el Gobierno de España en una etapa particularmente convulsa de nuestra vida política.
El paso del tiempo y la consolidación de nuestro régimen de libertades han venido a poner de manifiesto el acierto de aquella gestión cuajada de dificultades. Desinteresada y lealmente gobernó la Nación bajo el criterio del interés general; Hoy, todos somos un poco deudores de sus convicciones democráticas, su visión de Estado y su coraje cívico. El mismo coraje con el que situó a España en la Alianza Atlántica, en el puesto que le correspondía entre nuestros socios occidentales lo aplicó para conseguir que respondieran ante la Justicia los responsables de la intentona golpista del 23-F.
La figura personal y política de Leopoldo Calvo-Sotelo irá siempre asociada al concepto de la dignidad, tanto por la manera en que desempeñó la presidencia del Gobierno de España, como por la discreción y generosidad con que siguió dando prestigio ante tan alta magistratura una vez que la había dejado. Ahora que ya no está entre nosotros su trayectoria se revela más que nunca como el ejemplo de lo que debe ser un hombre dedicado a la vida pública.
Fue un gran presidente que buscó ante todo la concordia entre los españoles, un político que derrochó sentido de Estado en momentos muy difíciles y una persona culta y sensible que me distinguió siempre con su afecto. Estoy seguro de que de miles de españoles comparten hoy conmigo esta despedida agradecida y afectuosa a un hombre de bien.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.