El número mágico del abuelo

Cincuenta años más tarde, ha vuelto a ocurrir. El 914 ya dio un alegrón a la familia de Paco González, gerente de la administración El Doblón de Oro, en la Puerta del Sol de Madrid, a finales de los años cincuenta, cuando las 1.250 pesetas que su abuelo Enrique ganó en la ONCE permitieron a la familia superar las malas rachas de la posguerra.

"Mi abuelo era un maestro republicano, sin trabajo y sin dinero, que vivía con un pie dentro de la cárcel y otro fuera. Cuando tenía una peseta de más la metía en los sorteos. Con lo que le tocó pudo sacar adelante a la familia", explicaba González. "Al salir de la cárcel, la única ilusión de mi padre era la lotería. Me envió como siempre a comprar el décimo y por la noche oímos en la radio que era el primer premio. Desde entonces la terminación 914 es sagrada para nosotros", explicaba por teléfono desde Granada Guillermo Soria, de 75 años, hijo del maestro republicano.

Ayer, el Doblón de Oro volvió a repartir millones: 91,5. El año pasado fueron 180. "Este sitio está bendecido", aseguraba ayer Paco González. "Porque si dar un premio es difícil, que lo gane el que lo vende, eso ya es rarísimo", añadía mientras enseñaba su propio décimo ganador, con la mano temblorosa, en la puerta de la administración de lotería que fundó su madre, Dolores, en 1950.

Dolores repartió el año pasado los 180 millones, pero ayer no pudo ver cómo un pellizco de la lluvia de millones caía en su propia casa. La hija que ha heredado el negocio, Lola, se apartaba con los ojos llenos de lágrimas del champán y de los periodistas y explicaba: "Estoy muy contenta, pero todavía tengo muy reciente la muerte de mi madre y no puedo hablar".

Tres de los cuatro hermanos González tienen su propio décimo ganador con el número favorito del abuelo. En total, se guardarán en el bolsillo 200.000 de los casi 92 millones que han repartido. Paco ya le había echado el ojo a un coche: "Al que tengo ya le hace falta un cambio". Guillermo bromeaba: "¿Que qué voy a hacer con el dinero? ¡Cobrarlo! Y seguir persiguiendo el número. Voy a ir a todos los sorteos con el número de mi padre"

En Vila-real también hacían planes. En la administración número tres de este municipio de Castellón, bien bautizada con el nombre de La Bona Sort, se vendieron 50 décimos del 29.914 a clientes que llevaban 25 años abonados al mismo número, informa María Fabra. Pero antes de oír a los niños de San Idelfonso cantar su número, el administrador del quiosco de lotería, Javier Bort, pasó el mal rato de ver cómo casi le tocaban el gordo y el segundo premio: había vendido décimos del 16.381 (El Gordo fue el 6.381) y del 25.469 (55.469 fue el segundo).

Entre los agraciados había particulares y una peña de amigos que tuvo la mala idea de devolver tres décimos del número ganador antes del sorteo. "Los pusimos de nuevo en la ventanilla y pensamos que no los íbamos a vender porque llovía, pero al final unos jóvenes se los llevaron". La peña, sin embargo, hizo participaciones de tres y cinco euros, por lo que el premio alcanzó también a varias localidades vecinas, como Almassora, Burriana y Onda.

Además de los 2,5 millones de euros correspondientes al tercer premio, la administración de Vila-real vendió otros números que, por terminaciones, al final, repartirán más de seis millones de euros de consolación para los perdedores del sorteo, según explicó Bort.