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'Susper' planeaba ordenar el asesinato de un policía o un concejal en navidades

El presunto dirigente etarra contaba con información detallada de cuatro posibles objetivos e iba encargar el atentado a un comando

El presunto dirigente de ETA Ibon Fernández Iradi, detenido el pasado jueves por la policía francesa, tenía dos trabajos pendientes. El actual jefe de los comandos de la organización terrorista, Gorka Palacios, le había encargado recomponer el subaparato de captación de activistas legales (sin fichar), que las autoridades había desbaratado a partir de los papeles que Susper dejó a sus espaldas en su huida de 2002. Pero además, el presunto etarra había recabado información y se disponía a dar luz verde a un atentado estas mismas navidades. En el momento de su detención, los tres presuntos terroristas contaban con 11 pistolas, un subfusil ametrallador y un fusil Kaláshnikov.

El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha desvelado hoy que Susper, asistido por los otros dos presuntos terroristas (la francesa Garazi Aldana y el español Patxi Abad) detenidos esta semana, planeaban cometer un atentado "pronto y en España". La información recabada por el ministerio de Interior apuntaba a que la acción terrorista se iba a producir "en muy pocos días".

Sin embargo, fuentes policiales han informado al diario EL PAÍS de que en realidad estas tres personas disponían de información muy detallada sobre cuatro posibles víctimas pero no iba a ser ellos los que cometieran el atentado. En su lugar se lo iban a encargar a un comando, al que le proporcionaría los datos recabados sobre dos concejales (socialistas o populares), un agente de la policía autonómica vasca y un miembro de las fuerzas de seguridad del Estado para que lo asesinaran, efectivamente en navidades, y posiblemente de un tiro. Todos ellos viven en el País Vasco.

Poco éxito

Susper se había reincorporado a la dirección etarra días después de su fuga de la comisaría de Bayona, pero se encontró con que su puesto ya había sido ocupado por Palacios. Éste le adoptó como segundo de a bordo, y le encargó que rehiciera la estructura de comandos legales, es decir, formado por terroristas nuevos y sin fichar. Para ello, había enviado una remesa de cartas de captación a jóvenes radicales, con escaso éxito, según fuentes de la lucha antiterrorista.

También en esta ocasión ha dejado tras de sí abundante información sobre sus andanzas; hace un año confiaba en que sus documentos no iba a ser descifrados por la policía, y así se lo contó a la cúpula etarra para tranquilizar los ánimos en la organización. Pero la catarata de detenciones desmintió sus palabras, y ETA le ordenó recomponer lo que él mismo había roto. Ahora además tenía una misión adicional: encargarse de poner en marcha de nuevo la maquinaria asesina.

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