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El auge de desplazados climáticos lleva a muchos jóvenes a enfocar su futuro profesional en la atención a los migrantes: “Necesitan un respaldo digno”

El Banco Mundial estima que 216 millones de personas están en riesgo de ser movilizadas en el año 2050 por el calentamiento planetario y las universidades preparan a profesionales dispuestos a atenderlas

De izquierda a derecha: Yaiza Hernández, Laura Torío y Miriam Vilaplana, becadas por la Fundación La Caixa para estudiar en Londres y Nueva York, este miércoles en Madrid.
De izquierda a derecha: Yaiza Hernández, Laura Torío y Miriam Vilaplana, becadas por la Fundación La Caixa para estudiar en Londres y Nueva York, este miércoles en Madrid.Claudio Álvarez
Sara Castro

Unos 216 millones de personas están en riesgo de ser desplazadas en el año 2050 dentro de sus países por motivos climáticos. La región con más ciudadanos trasladados será África subsahariana, donde podría haber hasta 86 millones de habitantes en movimiento; seguida del este y el sur de Asia, el Pacífico, el norte de África, América Latina, Europa del Este y Asia Central. Así lo recoge el Banco Mundial en un informe de 2021. Las personas desplazadas por el calentamiento del planeta se dispararán. Por otra parte, en España el Ministerio de Inclusión, Migraciones y Seguridad Social inyectó en abril una partida extraordinaria de casi 50 millones de euros para paliar el colapso del sistema de acogida de solicitantes de asilo y refugiados ante la prolongación de la guerra de Ucrania y la llegada de miles de personas en cayuco a Canarias. Esta creciente realidad propicia que muchos jóvenes quieran focalizar su trayectoria profesional en la atención a la población migrante.

Es el caso de cuatro mujeres becadas por la Fundación La Caixa para estudiar en Londres y Nueva York. Se especializarán en este ámbito desde diferentes sectores profesionales como la psicología, el periodismo, el trabajo social, la educación y el arte. La ceremonia de entrega oficial de esta ayuda al estudio de posgrado en el extranjero, destinada a 100 universitarios, se ha celebrado este miércoles en Madrid.

El fomento del talento de los estudiantes más sobresalientes mediante la ampliación de su formación en algunas de las mejores universidades del mundo es el objetivo de las becas concedidas en Europa y América del Norte. Estas cuatro brillantes jóvenes españolas tienen carreras diferentes, pero una trayectoria común: un currículum muy extenso para su corta edad y una ilusión por transformar el mundo.

Claudia Rosel, riojana de 30 años, se graduó en Publicidad y Comunicación Audiovisual en la Universidad CEU San Pablo de Madrid y se marchó a Grecia en 2016 para colaborar con diferentes organizaciones sin ánimo de lucro y paliar los efectos de la crisis migratoria europea. Allí se interesó por el fotoperiodismo y empezó a contar las historias de los refugiados con la intención de crear conciencia social. Más tarde, empezó a trabajar para Naciones Unidas en Kenia y terminó siendo la jefa de comunicación de la Organización Internacional para las Migraciones en Somalia, donde le impactaron los traslados forzosos de la población a consecuencia del cambio climático y la falta de agua y recursos naturales.

Más de dos millones de somalíes se han trasladado de las zonas rurales a los entornos urbanos o se han mudado a Kenia asolados por la hambruna. Una situación que también apreció en Méjico, Venezuela, Colombia y Honduras, aunque con menor gravedad. Para visibilizar con mayor impacto estas causas que se esconden tras la migración, empezará a estudiar el máster de Periodismo en la Universidad de Columbia, cuyo coste asciende a 130.000 dólares (unos 120.000 euros), gracias a la Fundación La Caixa.

Ese mismo mes, Miriam Vilaplana, de 28 años, también comenzará un máster de Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York, que finalizará en 2026, tras ya haber disfrutado de la beca europea Erasmus Mundus, que le permitió estudiar en Holanda, Lituania, Letonia y Portugal. Se decantó por esta institución porque la directora de la maestría, Lara J. Nettelfield, es experta en niños refugiados, su campo de estudio. Además, considera que la capital estadounidense es muy puntera en cuestiones diplomáticas. “Podré aprender de la mano de embajadores y expertos en innovación social que han trabajado en Siria, Irak, Etiopía o Nepal, además de conocer las Naciones Unidas”, explica.

Es investigadora social y trabajadora humanitaria centrada en los derechos de la infancia, la atención postraumática y la gestión de respuestas a emergencias. Tiene el grado en Trabajo Social por la Universidad de Barcelona y llevó a cabo proyectos con menores en campos de refugiados de Oriente Medio. Forma parte de la primera generación universitaria de su familia. Su padre abandonó los estudios con 12 años por motivos personales y su madre trabaja en el sector de la limpieza. “Esta beca es un sueño, solo un curso cuesta 100.000 dólares [unos 92.000 euros]. Además, me financian la manutención, los vuelos y el seguro médico”, cuenta.

Quiere ampliar su formación para “seguir trabajando sobre el terreno al lado de las familias y los niños más empobrecidos”, en un contexto en el que, además de la intensificación de los conflictos bélicos y la precariedad económica, también “existe un problema emergente con los desplazados climáticos que no cuentan con recursos naturales para obtener sustento”.

Esta realidad también conmueve a Laura Torío, de 24 años, que empieza en otoño un máster en Psicología Clínica en la Universidad Estatal de Cleveland en Ohio, tras haberse formado en la Autónoma de Madrid, para investigar la salud mental y laboral de la población migrante y refugiada. Trabajó con menores extranjeros no acompañados y ahora atiende un servicio telefónico de atención psicológica en situaciones de crisis y emergencias.

“Me gustaría que esta beca me ayude a comprender la salud mental desde diferentes perspectivas culturales para realizar terapias efectivas con repercusiones positivas en estos colectivos vulnerables. La obligación de tener que rehacer la vida tras pasar por una experiencia traumática provoca que los problemas psicológicos se agraven por el resto de los factores”, cuenta.

De izquierda a derecha: Yaiza Hernández, Laura Torío y Miriam Vilaplana, becadas por la Fundación La Caixa para estudiar en Londres y Nueva York, este miércoles en Madrid.
De izquierda a derecha: Yaiza Hernández, Laura Torío y Miriam Vilaplana, becadas por la Fundación La Caixa para estudiar en Londres y Nueva York, este miércoles en Madrid.Claudio Álvarez

Ha decidido irse a Estados Unidos por el carácter cosmopolita del país y la diversidad del profesorado que le impartirá clase. “Ellos mismos han sido refugiados e inmigrantes”, añade. Habla español e inglés y tiene nociones básicas de árabe, italiano, coreano, francés y pastún. Le atrae la innovación del país en las terapias y las “potentes infraestructuras de los laboratorios para investigar”. Siente que tendrá salidas laborales en España en organizaciones sin ánimo de lucro, aunque considera que los grados de Psicología deberían de contemplar una asignatura optativa sobre migración para que más personas se decanten por este sector.

La única de las cuatro mujeres que no se va a Estados Unidos es Yaiza Hernández, de 23 años, que ya ha comenzado su beca en el máster de Arte y Aprendizaje en Goldsmiths College, perteneciente a la Universidad de Londres, tras estudiar Educación Primaria en la Universidad Autónoma de Madrid y obtener una matrícula de honor por su intervención durante siete meses en una escuela pública para revertir un caso de acoso escolar a un menor inmigrante a través del arte. “Es una herramienta que sirve para que los niños canalicen mejor las emociones y fomenten un diálogo más sencillo con los adultos sobre la discriminación”, explica. La matrícula de su posgrado cuesta 26.000 libras (unos 30.500 euros). Ha elegido este centro educativo porque “vincula la práctica artística con las pedagogías de cambio social”.

Ha realizado experiencias formativas en el Museo Victoria and Albert de Londres para representar las historias de las localidades migrantes y familias con el objetivo de acercarles a la educación del arte y colabora con la institución The Mosaic Rooms para ayudar a estudiantes palestinos a través del juego y la representación a visibilizar los problemas personales que les causa el conflicto con Israel.

“Se abre un espacio de diálogo que sirve como puerta de entrada para realizar intervenciones terapéuticas posteriores con otros especialistas”, cuenta. Lamenta que la remuneración profesional de su sector no sea alta, pese a que “las crisis medioambientales y humanitarias proliferan e incrementan la presencia de la población migrante, que necesita un respaldo digno”.

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