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Tribuna
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La Universidad de Castells y la escuela de Celaá

La educación universitaria no es compatible con el modelo de enseñanza en grupo único, sino que requiere una mayor diferenciación metodológica

Reapertura de la Biblioteca Central de la Universidad de Alcalá de Henares, este viernes.
Reapertura de la Biblioteca Central de la Universidad de Alcalá de Henares, este viernes.Fernando Villar (EFE)

El mismo día que la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, exponía a las Comunidades Autónomas sus planes de presencialidad absoluta para iniciar el próximo curso escolar, el ministro de Universidades, Manuel Castells, difundía un documento con planes de presencialidad adaptada para iniciar el curso universitario. Los medios de comunicación se hacían eco de los contrastes de ambos modelos formulados por integrantes de un mismo Gobierno para un asunto aparentemente afín, como es la educación.

Como todo lo que resulta difícil de entender a simple vista, estas diferencias en los modelos aplicables al curso académico 2020-21 se convierten rápidamente en fuente de confusión. En mi opinión, las diferencias entre la educación no universitaria y la universitaria, siempre mal entendidas, muchas veces peor explicadas, se encuentran en la raíz de las soluciones aparentemente contradictorias que han aportado ambos responsables a los problemas en materia de movilidad, grupos de enseñanza, espacios y profesorado.

A un colegio o instituto acuden centenares de niños y jóvenes que residen en las proximidades del centro educativo y que, por tanto, producen una movilidad urbana reducida. Los campus universitarios pasan a aglomerar a miles de estudiantes en un mismo lugar procedentes de múltiples orígenes, dando lugar a una movilidad heterogénea en cuanto a su fuente. A esto se une que la movilidad nacional e internacional es consustancial a la actividad investigadora que tiene reconocida el profesorado universitario.

En su mayor parte, los colegios e institutos organizan sus enseñanzas en torno a grupos únicos para cada una de las asignaturas y materias, de acuerdo con las conocidas como ratios. La especialización inherente a la educación universitaria no es compatible con el modelo de enseñanza en grupo único, sino que requiere una mayor diferenciación metodológica para cada asignatura en la que podemos encontrar ratios más grandes en aulas genéricas para las actividades teóricas según la titulación y ratios pequeñas para las actividades prácticas en espacios altamente especializados como laboratorios, salas de demostración y simulación o talleres artísticos y técnicos.

El espacio que predomina en los colegios e institutos es el aula, complementado con otros espacios genéricos como comedores, gimnasios o salas de lectura, además de algunos espacios especializados como aulas de informática o talleres de distinto tipo. En el ámbito universitario las aulas han ido evolucionando a espacios especializados con una configuración de grupo reducido y equipamiento altamente tecnificado.

El profesorado de la educación no universitaria se agrupa en torno a unas cuantas áreas de conocimiento, mientras que el profesorado universitario se adscribe a centenares de áreas de conocimiento muy especializadas, que llega al nivel de asignatura y titulación para mejorar la calidad de una enseñanza que está íntimamente ligada al empleo, y cuya contratación está sometida a distintas reglas condicionantes.

Estas diferencias, aunque habría más, explican fácilmente la aparente distancia entre la presencialidad absoluta de Celaá y la presencialidad adaptada de Castells. La primera, menos condicionada por la movilidad estudiantil y más preocupada legítimamente por preservar ciertos valores propios de la educación en los niveles no universitarios, hace un llamamiento a la modificación de los espacios genéricos para transformarlos en aulas como espacios predominantes de aprendizaje y a reducir las ratios de estudiantes para crear más grupos únicos. El segundo, más preocupado por la movilidad, la aglomeración y las elevadas ratios universitarias, llama a volver a las aulas de teoría si la ocupación lo permite, hacer una vuelta rotatoria apoyada en la tecnología si no lo permite y priorizar en todo caso la vuelta de todos a los laboratorios, salas y talleres de prácticas.

Ambos desean volver a la mayor normalidad y presencialidad el próximo curso académico que pueda conseguirse en un marco de seguridad lo más robusto posible a eventuales brotes, cada uno con sus condicionantes. Los claustros universitarios haremos todo lo que esté en nuestras manos para lograr esta presencialidad segura con adaptaciones, para lo que necesitaremos que la sociedad y los ejecutivos autonómicos no caigan en el error que supondría asimilar la universidad a la educación no universitaria, y mucho menos asumir que todo esto puede hacerse sin una inyección adicional de recursos presupuestarios para adecuación de espacios y profesorado que pueda además movilizarse con las menores trabas burocráticas posibles.

Miguel Ángel Collado es rector de UCLM y presidente de CRUE-Asuntos Estudiantiles.

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