El espacio líquido: las oficinas se reinventan
Los ‘millennials’ no buscan simplemente un lugar para trabajar, sino un catalizador de experiencias significativas

Paseando por Madrid, observo una paradoja arquitectónica que define nuestra era: edificios corporativos diseñados para el siglo XX intentando albergar el trabajo del siglo XXI. He sido testigo de una desconexión innegable entre muchas de las oficinas actuales y las aspiraciones de quienes las habitan. Y con ello, un abismo entre el trabajo y la vida de las personas.
Mientras los consejeros delegados abrazan el modelo híbrido, seguimos atrapados en unas oficinas que perpetúan la mentalidad de la revolución industrial: filas interminables de mesas que evocan las antiguas cadenas de montaje. Lo que estamos presenciando no es una crisis de productividad por el teletrabajo sino una crisis de propósito. Los profesionales no rechazan la oficina; rechazan la irrelevancia. Cuando observamos a empleados realizando videollamadas desde sus mesas, estamos presenciando el epítome de esta disociación: el teletrabajo presencial, una contradicción que ejemplifica nuestra falta de adaptación al cambio.
Por fortuna, hay una revolución silenciosa pero creciente que busca atacar este problema de raíz. Y no se trata simplemente de trabajo híbrido. Es una redefinición completa de lo que significa “ir a trabajar”. El concepto de “espacio líquido”, inspirado en la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, ofrece una nueva perspectiva. No se trata de diseñar oficinas más modernas, sino de crear ecosistemas adaptables que respondan a nuestro tiempo. El espacio de trabajo debe transformarse en un organismo vivo que respire con el ritmo de sus ocupantes, que se expanda y contraiga según las necesidades del momento, un espacio en red.
Los millennials, quienes representarán el 75% de la fuerza laboral para 2030, están redefiniendo el propósito del espacio corporativo. No buscan simplemente un lugar para trabajar, sino un catalizador de experiencias significativas. Su presencia física debe tener un sentido. Demandan entornos que promuevan el aprendizaje activo, la conexión genuina y el crecimiento personal.
Por eso, la transformación que propongo va más allá de la estética. Es una redefinición del espacio corporativo como un facilitador de la experiencia humana. Los espacios líquidos que diseñamos ahora deben ser capaces de mutar entre diferentes estados: desde zonas de colaboración intensa hasta refugios de concentración profunda, desde lugares de aprendizaje hasta oasis de bienestar, desde la propia oficina a cualquier lugar al servicio del propósito de mi actividad.
La flexibilidad ya no es una concesión, sino una estrategia de fidelización de talento. Las empresas deben comprender que la conexión con su cultura y valores no está anclada a coordenadas físicas, sino que fluye a través de experiencias significativas, sean presenciales o remotas. El reto no es hacer que los empleados vuelvan a la oficina, sino crear espacios que magneticen el talento por su capacidad de enriquecer la experiencia profesional. Los directivos que aún ven el control presencial como una herramienta de gestión, están perdiendo la oportunidad de reimaginar el propósito del espacio corporativo. La oficina del futuro no será un centro de control, sino un hub de innovación donde la colaboración espontánea genere más valor que la supervisión directa.
En este contexto, la rotación laboral no debe verse como una amenaza, sino como una realidad de nuestro tiempo líquido. Las organizaciones exitosas serán aquellas que se enfoquen en crear experiencias memorables durante el tiempo que cada profesional elija permanecer en ellas. El futuro del espacio de trabajo no reside en la perfección de su diseño, sino en su capacidad para adaptarse y evolucionar. La nueva oficina, ese espacio líquido, no será un lugar al que los empleados deban ir, sino un destino al que querrán pertenecer.
La transición de “un trabajo para toda la vida” a “una vida con tiempo y trabajo” requiere espacios que reflejen esta nueva filosofía. Es momento de dejar fluir las nuevas formas de trabajo y permitir que los espacios corporativos se extiendan y evolucionen enriqueciendo la experiencia del empleado; lugares donde presencialidad y propósito estén conectados.
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