El capital riesgo se democratiza, pero no es para todos los públicos
Los fondos que invierten en activos alternativos se acercan al gran público. Ofrecen réditos altos, pero el inversor debe de ser consciente también de sus riesgos
Desde París, donde está estudiando un Máster de Mercados Financieros e Inversión tras un tiempo trabajando en una importante consultoría financiera, Juan Carrasco explica que ha decidido colocar parte de sus ahorros en un fondo de capital riesgo con un plazo de iliquidez de 10 años. Tiene claras sus razones. En primer lugar, explica, quiere dedicarse a este segmento del mundo de la inversión porque cree que en él está el futuro (“que ya ha empezado”, puntualiza). En segundo lugar, porque, tras analizar los datos, su conclusión es que a largo plazo podría obtener una rentabilidad media anual neta por encima del 15%. Entre las otras muchas ventajas que ve a la inversión alternativa que supone el capital riesgo, destaca una última: en el actual entorno de tipos de interés a la baja e importantes tensiones geopolíticas y económicas, “la renta fija ya no ofrece rendimientos atractivos y la variable es demasiado volátil”.
¿Está en lo cierto este joven estudiante? Los expertos en el terreno parecen darle la razón, aunque con algún matiz. Para Martin Hahn, consejero delegado de Capital Dynamics, “las perspectivas para el private equity en 2025 siguen siendo positivas debido a su naturaleza cíclica y capacidad comprobada de generar grandes beneficios en las últimas décadas”. A su juicio, si se repiten las tendencias históricas, quienes inviertan ahora podrían obtener importantes recompensas, aunque reconoce que así será, “cuando las valoraciones del mercado se estabilicen”. De ahí que especifique que los inversores en busca de estabilidad podrían encontrar en las estrategias de buyout (toma de posiciones en capital o deuda de las empresas), especialmente en pequeña y mediana capitalización, rendimientos más constantes con menor riesgo. Sus sectores preferidos son la sanidad, la tecnología y los servicios financieros.
Por su parte, Rodrigo Cebrián, director de inversiones de Edmond de Rothschild Banca Privada, explica que el actual entorno de recorte de tipos de interés va a provocar que se “inflen las valoraciones de estos activos alternativos” al ser las tasas de descuento menores. Cebrián añade que hay que tener presente que el capital riesgo es un vehículo de inversión sofisticado, ilíquido y difícil. Ahora, y pese a la democratización que se ha producido —el último cambio normativo acercó este activo a los pequeños inversores al rebajar el importe mínimo de aportación a 10.000 euros—, es “importante hacer una adecuada selección y analizar de dónde proceden los flujos de dinero con los que se va a generar la rentabilidad”. Tal y como reconoce, aunque no es lo habitual, en ocasiones las operaciones financiadas por el capital riesgo no han dado la rentabilidad esperada. “El riesgo existe. No son bonos a vencimiento”, precisa el experto.
El capital riesgo también está presente ahora en más carteras debido a la jibarización de los mercados cotizados, donde las opciones de inversión se van reduciendo. En Estados Unidos, entre 1980 y 1999 se incorporaron a Bolsa más de 300 empresas al año, en promedio. Desde entonces, la media ha caído a 127 al año. Además de la falta de nuevos actores, las fusiones y adquisiciones han reducido sistemáticamente el stock de empresas existentes en el mercado cotizado. El número de empresas estadounidenses que fluctúan en Bolsa se ha reducido casi a la mitad desde el máximo alcanzado en 1996. Esta es la situación del tan elogiado mercado estadounidense, según recoge el último informe sobre capital riesgo dirigido por Duncan Lamont, responsable de investigación estratégica de Schroders.
Leonardo Fernández, director general para España y Portugal de esta misma firma internacional de gestión de activos, cree efectivamente que “cada vez es mayor la brecha entre el número de empresas cotizadas y el volumen de compañías privadas, en una relación que ha pasado a ser de uno a cinco”. De ahí que crea que el futuro sí que está en ellas, siempre con la conciencia de que se trata de inversiones ilíquidas, —”algunos fondos ofrecen la solución de las ventanas de retirada de capital puntual”, matiza— y de riesgo. Un riesgo que, con los datos que maneja, se ha visto compensado en los últimos años con altas rentabilidades. En los últimos 23, 16 y 10 años, los rendimientos ofrecidos por el capital riesgo (en tres de sus distintas modalidades de grandes, medianas y pequeñas compañías) en Estados Unidos son superiores en algunos periodos en hasta diez puntos porcentuales de ganancias anuales de los activos bursátiles.
Más opciones
Con la Ley Crea y Crece aprobada por el Gobierno español, el abanico de posibles usuarios de las inversiones en capital riesgo simplemente se ha ampliado: de ahí lo de hablar de “democratización”. El mínimo de inversión es ahora de 10.000 euros, aunque, eso sí, siempre y cuando el potencial nuevo cliente reciba una recomendación de una entidad autorizada para la prestación del servicio de asesoramiento y que, en el caso de disponer de menos de medio millón de euros de patrimonio financiero, no se supere el 10% de la cartera en este tipo de inversión.
A nivel europeo una alternativa son los ELTIF, siglas de European Long Term Investment Fund (Fondo de Inversión a Largo Plazo Europeo; en España comercializados como FILPE). Son vehículos cerrados con una fecha de vencimiento predefinida, similares a los fondos de capital riesgo. Permiten canalizar el capital hacia las empresas europeas de pequeño y mediano tamaño y procurar a los inversores minoristas europeos el acceso, de una forma regulada, a clases de activos tradicionalmente institucionales. Por otro lado, están también los FCR, fondos de capital riesgo o capital privado. Los hay de private equity o venture capital, con duraciones entre 3 y 10 años.
Crescenta, gestora digital cuyo cofundador y consejero delegado es Ramiro Iglesias, tiene en cartera dos FCR: uno de Private Growth (ya cerrado) y otro de Private Equity Buyouts. Según lo define Iglesias, es una “carcasa” que alberga los mejores fondos de capital riesgo del mundo, que a su vez, toman posiciones mayoritarias en grandes compañías de más de 500 millones. Para poder invertir en ellos, reconoce que los “clientes” deben pasar una especie de examen de conocimientos. “Es importante”, asegura, “que los inversores sean conscientes de que a lo largo del tiempo se les irán solicitando aportaciones; que en principio, las posiciones son ilíquidas y que se va a tener que hacer frente a distintas comisiones: de suscripción, gestión y éxito”. En su caso, esta última es del 5% si la rentabilidad anual es superior al 8%.
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