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Inteligencia artificial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El reto de la innovación empresarial ante el tsunami de la IA

En Europa, el enorme bum de la inteligencia artificial nos ha llevado, sobre todo, a regularla

Inteligencia artificial
Maravillas Delgado

Vivimos momentos de gran incertidumbre ante el tsunami de la inteligencia artificial (IA). No es sólo la tecnología que antes ha llegado a 100 millones de usuarios —en ChatGPT lo logró en apenas un par de meses—. Además tiene viso de revolucionar la economía y transformar el mundo empresarial, desde los servicios hasta la salud o la educación.

Por muy impresionante que sea la velocidad de adopción hasta hoy, parece que todavía veremos una mayor aceleración en los meses y años próximos. Nvidia, el principal diseñador de procesadores y de chips que ha hecho posible el crecimiento exponencial de la IA, acaba de comunicar que su nueva plataforma Blackwell, lanzada este año, tiene más de cinco veces la capacidad de computación que su plataforma actual, Hopper, que sacó en 2022. Esto supone más de 1.000 veces el poder de computación que tenía hace una década. Asimismo, a juzgar por el anuncio de resultados trimestrales recientes, los grandes titanes tecnológicos desde Microsoft o Apple hasta Alphabet/Google, Meta y Amazon están haciendo inversiones en IA que se valoran en miles de millones de dólares en lo que llevamos de 2024. Todo ello seguirá acelerando las soluciones basándose en esta tecnología que vamos a ver durante este año y 2025.

Una vez más, EE UU lidera no sólo las inversiones, sino también el desarrollo de modelos basándose en IA. La inversión en el periodo de 2018 a 2023 (hasta el tercer trimestre) en Europa ha sido de 32.500 millones, frente a los más de 120.000 millones invertidos en ese mismo periodo en EE UU. Según el índice de Stanford de IA de 2023, EE UU ha producido unos 60 modelos relevantes, mientras que China, que ocupa el segundo lugar, sólo ha producido 15 modelos. Francia y Alemania le siguen con 8 y 5 modelos, respectivamente. Es decir, EE UU tiene una ventaja de cuatro a uno respecto a Europa.

Parece que las empresas europeas se quedan muy lejos de ser relevantes en esta carrera. En Europa, el tsunami propiciado por la IA nos ha llevado, ante todo, a regularla. De la misma manera que fuimos pioneros en la regulación sobre protección de datos, lo estamos siendo en el gobierno de esta tecnología revolucionaria. el pasado mes de marzo, establece un modelo de gobierno de la IA según su nivel de riesgo. Algunas actividades quedan prohibidas y otras que afecten a la salud, la seguridad o la privacidad quedan fuertemente controladas. En principio, la Unión Europea tiene dos años para implantar las exigencias establecidas en el IA Act. Por el contrario, EE UU todavía sigue en la versión borrador de su AI Bill of Rights —de octubre 2022— y no tienen todavía un calendario claro de aprobación de la versión definitiva ni de su posible implantación. A diferencia del AI Act europeo, sus recomendaciones no son obligatorias. Esta diferencia de foco y prioridades es de sobra conocida; ¿pero quiere decir esto que nuestras empresas se quedan fuera de la carrera? ¿Cabe extraer los beneficios del tsunami de la IA sin ser el creador de los modelos? ¿Puede uno beneficiarse de la revolución industrial sin haber inventado el motor de combustión? Claramente, sí. Ni los señores Benz o Ford tuvieron que ver con los señores Lenoir u Otto, creadores del motor de combustión interna, y sin embargo capturaron una gran parte del valor que estos motores generaron en el sector de la automoción.

Parece que la batalla puede estar menos en la generación de los propios modelos y más en la combinación de modelos de IA más relevantes para nuestro negocio. Hay esperanza si sabemos cómo aprovechar esta innovación tan trascendental, pero se requiere ser muy estratégico y tener la capacidad de invertir e innovar en el modelo de negocio. Si sólo se contempla el uso de la IA para automatizar procesos existentes, para mejorar la productividad, es posible que no acortemos las distancias abismales que se están creando con EE UU. El foco en productividad suele ser la reacción típica ante procesos de innovación tecnológica. Ya han salido los proverbiales estudios del posible aumento de productividad gracias a la IA generativa: parece que, según el puesto y el sector, puede llegar hasta mejoras de más del 40% para puestos administrativos o puestos en el sector de servicios.

Desde mi atalaya de formación ejecutiva internacional, observo un alto nivel de ansiedad en torno a la IA. A esta ansiedad se le ha puesto nombre: la llaman FOBO (Fear of Becoming Obsolete). Veo que todavía hay mucho foco en eficiencia. Quisiera hacer una invitación a pensar más allá del mero ahorro de costes y a hacer apuestas más importantes fruto de una visión más holística del negocio. Por ejemplo, hace tiempo que fabricantes de maquinaria se han atrevido a usar IA y sensores no sólo para monitorizar el mantenimiento de los activos, sino que han pasado a evolucionar su modelo de negocio y sus fuentes de ingresos de la venta de maquinaria a la venta de un servicio con garantías de desempeño. Este tipo de contratos no sólo permite acceder a nuevos clientes, sino que permite evolucionar hacia un modelo más rentable.

Si es difícil ganar desde Europa la batalla de los modelos de IA, es vital no perder la perspectiva integrada del negocio y atreverse a explorar innovaciones que permitan replantear las fuentes de ingresos, el tipo de clientes al que sirven, las actividades que se realizan para servir a esos clientes; los canales que se utilizan y los colaboradores con los que uno cuenta. No son muchos los ejemplos, pero Spotify en el mundo de la música —de origen sueco— o Revolut en banca —de origen británico— nos recuerdan que somos capaces de crear nuestros propios modelos de negocio innovadores.

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