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Así funciona la gran industria de la droga: una hidra con siete cabezas

Con la crisis del fentanilo en auge, los cálculos oficiales cifran en un billón de dólares el coste de la drogadicción en EE UU

Fentanyl
Un hombre consume fentanilo en Portland (Oregon, EE UU), el pasado 23 de enero.PATRICK T. FALLON (AFP/GETTY IMAGES)
Miguel Ángel García Vega

La calle Figueroa en el centro de Los Ángeles refleja un submundo. Una iglesia alza sus plegarias por megafonía: “¡Jesucristo quiere salvarte y convertir tus lágrimas en alegría!”. Quien conozca el barrio sabe que Dios abandonó esas calles a principios de los noventa cuando era una zona hispana de clase baja. Debajo de las plataformas —donde nunca para el tráfico—, mendigos y drogadictos malviven en pequeñas tiendas de campaña. El trapicheo de fentalino empieza a mezclarse con nitazenes. Otro opiáceo sintético algo menos peligroso, que se corta con drogas tradicionales.

El coste de la crisis, recuerda Kasia Malinowska-Sempruch, directora mundial del programa sobre drogas de Open Society Foundations, es de un billón de dólares anuales en Estados Unidos. “Si esta tendencia continúa, nuestra seguridad y prosperidad nacional pueden verse comprometidas, considerablemente a largo plazo”, asegura. El Instituto Nacional de Drogas y Adicciones destinará este año 1.633 millones de dólares (unos 1.525 millones de euros) a esta batalla. El Departamento de Seguridad Nacional cuenta con 4.335 millones para enfrentar esta epidemia, que ha costado 70.000 vidas. Y la Administración de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA, siglas en inglés) gestiona 5.800 millones de dólares, unos 1.300 más que durante 2023. ¿Suficiente frente a la avalancha? “Los incentivos económicos para los grupos del crimen organizado son claros”, indica Steve Rolles, analista principal de Transform, Drug Policy Foundation. “Los opioides sintéticos son fáciles de fabricar, muy rentables y se trafican sin dificultad. ¿Por qué importar 50 kilos de heroína sipuedes importar un kilo de fentanilo y ganar el mismo dinero?”.

Este es el coste “tradicional” si uno va a la guerra sin trincheras. Mark Thornton, investigador del Instituto Mises (Alabama), propone que una consecuencia no deseada de la prohibición de las drogas es el aumento de su potencia, al crear un incentivo para que los traficantes maximicen el valor en la calle de su producto y reduzcan al mínimo su tamaño. Es la versión actual de la Ley de Hierro de la Prohibición, cuando a los contrabandistas de ron les resultaba más rentable colocar alcohol ilegal (a menudo adulterado) que vender cerveza. “La aplicación de la Ley de Hierro hará que el producto sea más caro y más difícil de comprar, pero también lo volverá más potente, de menor calidad, más mortal, por lo que incluso si el tráfico se reduce un poco, aumentarán las sobredosis y las muertes”, predice el economista.

Lo mismo sucedió cuando se cerró en los años ochenta la costa de Florida. El cannabis despareció y fue reemplazado por la heroína. ¿El valor? “Es imposible cuantificar el coste total de la guerra. Podemos medir el precio de encarcelar a una persona, pero ¿qué sucede con sus familias y la pérdida de producción económica?”, se pregunta. La prohibición de las drogas —zanja Thornton— ha sido una política “destructiva y sin beneficio social”.

Regular la cocaína

La economía ha abierto parte del debate. Ámsterdam, Berna (Suiza) y el Senado colombiano hablan de formas de regular la cocaína. Una sustancia, hasta ahora, lejos de la discusión europea. En la región, acorde con Europol y el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), estas sustancias generan 31.000 millones de euros. El corte es el esperado. Cannabis (12.100 millones), cocaína (11.600), heroína (5.200), anfetaminas (1.600) y éxtasis (600). Millones que caen por un desagüe bien conocido. “La corrupción tiene un efecto corrosivo en el tejido social, socavando la gobernanza, la seguridad y el Estado de derecho”, advierten desde el Observatorio.

Alemania, Portugal, Luxemburgo y Malta (a través de asociaciones) han despenalizado el consumo y el cultivo de cannabis para uso personal. Conviven con programas pilotos de venta en tiendas en Suiza y Países Bajos. “Esto puede producir ahorros en gastos policiales y penitenciarios, pero no generar ningún ingreso fiscal, ya que el mercado continúa siendo ilegal y controlado por grupos del crimen organizado”, matiza Steve Rolles. Su propuesta pasa por la luz verde. “Legalizar la producción y el suministro puede tener beneficios adicionales al trasladar gran parte de este comercio al espacio legal donde se podría regular”. El cálculo es progresivo. El modelo comercial regulado de cannabis en Canadá, por ejemplo, generó unos 1.300 millones de euros en el periodo 2022-2023 entre ingresos fiscales federales y provinciales.

En este espacio no existe una ecuación que lo solucione todo. Cada sustancia tiene su propia fórmula. La respuesta no es despenalizar sin mirar a ambos lados de la calle. Estados Unidos demuestra cómo el mercado de la heroína pasa rápida y catastróficamente a estar dominado por los opiáceos sintéticos. Baratos, fáciles de transportar, distribuir y con unos efectos incontrolables. “Las redes criminales que operan en los márgenes de las drogas en la UE son altamente adaptables, innovadoras y resilientes a las crisis globales, la inestabilidad y los cambios políticos y económicos profundos como la pandemia, la invasión de Ucrania o la llegada al poder [en Afganistán] de los talibanes [que han impuesto una prohibición sobre los opiáceos]”, desgrana un informe de este año del OEDT.

Lejos de Figueroa, el trayecto se completa con el lavado del dinero procedente del tráfico ilícito. “Los mecanismos para blanquear droga son los mismos que los de cualquier grupo criminal que tenga medios para poderlo hacer a gran escala. Utilizar, por ejemplo, contables y abogados, muchas veces cubiertos por leyes que protegen su secreto profesional”, desgrana un portavoz de la oenegé Tax Justice Network. Y añade: “Los sectores más atractivos para el blanqueo son aquellos en los que el efectivo se utiliza habitualmente, mueven grandes cantidades de dinero y el cliente no necesita ser identificado”.

El fentanilo es el resultado de la guerra contra las drogas y la Ley de Hierro de la Prohibición. Si la batalla continúa —aventura Mark Thornton—, productos aún peores entrarán en el mercado negro.

Los criminales navegan en los puertos

El 16 de febrero pasado el puerto de Cork (Irlanda) decomisó 32,8 millones de euros en metanfetaminas. En 2023, Amberes, uno de los principales canales marítimos de Europa, incautó una cantidad récord de cocaína. Los puertos se han convertido en coladeros de droga por una sencilla razón. Sólo el 10% de los contenedores —según The Economist— que procede de Latinoamérica y el 1,5% mundial son revisados en Europa. Pese a las mejoras tecnológicas de detección, los traficantes siempre cuentan con la opción de desviar la mercancía a puertos medianos como el de Málaga o Helsingborg (Suecia). Cada entrada tiene un coste humano y económico. De acuerdo con los datos aportados por el Ministerio del Interior, la cantidad total invertida por la Administración General del Estado y los Planes Autonómicos de Drogas en 2022 fue de 380,5 millones de euros. Las adicciones tienen su precio. 

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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