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Aqualia aprovecha la sed de infraestructuras de Oriente Próximo

La filial del grupo FCC crece en el mercado internacional. El 40% de los ingresos y la mitad del beneficio ya proceden de sus actividades fuera de España

Vista aérea de la depuradora de Ávila.
Vista aérea de la depuradora de Ávila.
María Fernández

El cambio climático está haciendo que Mad Max, aquella película australiana de los años ochenta que describía una sociedad distópica sin agua, se parezca cada vez más a la realidad. Para evitarlo, muchos países, en especial los que están en zonas de peligro, han ampliado sus inversiones en la potabilización, la desalación y la red de saneamiento, algo que espera aprovechar hasta la última gota Aqualia, la división de agua del grupo FCC, participada también por el fondo IFM (49%).

Hace un mes, la compañía anunciaba su primera adquisición en Estados Unidos: una empresa con sede en Houston (Texas) que abastece a más de 300.000 hogares de la periferia de la ciudad. En Arabia Saudí, donde se ha embarcado en la privatización de la gestión, operación y mantenimiento del agua en el país, han conseguido contratos para ofrecer sus servicios a ocho millones de personas en el norte (provincias de Qassim, Hail, Al Jouf y Northern Border) y en el sur (Jizan, Al Baha, Najran y Asir). El saudí es ya su segundo mayor mercado, después del español. El grupo propiedad del empresario Carlos Slim obtiene un 40% de su cifra de negocio del mercado internacional (facturó 1.323 millones en 2022 según Insight View), de donde procede la mitad del resultado de explotación. Y no parece que vaya a parar.

Félix Parra, su director general, cree que la expansión es necesaria: “Hemos crecido mucho en nuestras actividades internacionales. Desde 2014 hemos regresado a Latinoamérica [hasta ese momento tenían un pacto de no competencia tras la venta de su filial Proactiva a Veolia]. Nuestro foco está en Oriente Próximo, América (norte y sur) y Europa. En España nuestro crecimiento es más limitado porque se trata de un mercado maduro con oportunidades, obviamente, más escasas”, razona.

Los lugares donde el agua es un bien preciado se están convirtiendo en un poderoso imán para compañías como Aqualia. La tecnología en desaladoras está avanzando muy deprisa. Las membranas, que son el corazón de esas plantas, y las bombas de alta presión son mucho más eficientes que las de hace unos años, sobre todo al estar alimentadas con energía renovable.

Parra añade la creciente tendencia a mejorar las redes de distribución, porque de nada sirve tener agua si el recurso se desaprovecha antes de llegar a su destino. Con desaladoras en Egipto o Argelia, suministran agua en un puerto de Omán, depuran en Qatar y ven en Estados Unidos una plataforma para su crecimiento por la obsolescencia de las infraestructuras y la escasa penetración de operadores privados en su sector. “Hemos fijado nuestra atención en el Sun Belt (cinturón del sol)”, con Florida, California o Texas como zonas clave. Pero caminan poco a poco. “El desafío es desarrollar una filial en Estados Unidos con las mismas capacidades que tenemos aquí”. En Europa son el cuarto operador en Francia y trabajan en República Checa, Italia y Portugal. En Georgia, en 2022 compraron la empresa que presta servicio a la capital del país, Tbilisi, y a poblaciones cercanas. No tuvieron tanta fortuna en países de los Balcanes como Montenegro, donde decidieron no seguir invirtiendo tras acumular desavenencias con varios clientes.

En España las cosas son distintas para la filial de FCC. Cinco litros de agua cuestan de media al ciudadano un céntimo de euro, y alrededor de un 20% del agua para consumo se desperdicia. Según critican en la Asociación Española de Abastecimiento, este es un país que invierte mucho en reparación de las redes y muy poco en renovarlas. Las empresas también se quejan amargamente de que aquí los ciudadanos disfrutan de unos precios considerablemente menores que en otros países europeos y eso, dicen, les impide llegar a acuerdos interesantes con las administraciones para invertir.

Santiago Lafuente, director en España de la empresa, razona que hay mucho recorrido para proteger los ríos y las aguas subterráneas en un momento en que hay zonas con sequía endémica, como la que azota a algunos lugares de Cataluña, Andalucía o Murcia. Considera que las ciudades deberían ser capaces de afrontar las cada vez más frecuentes sequías con una planificación adecuada. “Mejorar un 10% las fugas en España produciría unos ahorros equivalentes a lo que consume en un año toda la Comunidad de Madrid”, ilustra. Pero para mejorar esa red hace falta inversión, y para que el sector privado la sufrague, exige que se traslade a las tarifas.

Con todo, España aporta proporcionalmente menos beneficio sobre ventas a Aqualia que otros mercados. Los costes de energía dieron un estacazo a los beneficios en 2022, y ahora los van equilibrando con los llamados PPA, contratos de suministro a largo plazo. Además está, lamentan los directivos, la inflación en los suministros de material, como reactivos, válvulas o tuberías.

1.000 ayuntamientos

Aqualia gestiona el agua de más de 400 ayuntamientos como Vigo, Oviedo, Santander, Badajoz, Ávila, Salamanca, Lleida, Jaén o Almería, y ofrece servicio a otros 600 en aspectos puntuales. En la Península no le quitan ojo a las convocatorias de los Perte, los programas de digitalización del ciclo del agua que sufragan los fondos europeos del plan Next Generation.

El Gobierno aprobó 1.920 millones para la digitalización del ciclo de agua urbana. Por el momento, ya han puesto en marcha un plan con la empresa pública Arcgisa en ocho municipios del Campo de Gibraltar.

Gracias a la tecnología esperan reducir las pérdidas e incrementar el ahorro en al menos un 10% del consumo automatizando las instalaciones. Para la segunda convocatoria de los Perte han presentado 12 proyectos que está evaluando el Ministerio de Transición Ecológica.

“Con una red bien sensorizada somos capaces de detectar inmediatamente dónde hay una fuga. Eso acorta el tiempo de respuesta para repararla”. Con la telelectura de contadores pueden, por ejemplo, enviar aviso a un cliente cuando detecten un pico inusual de consumo, o adaptar la presión de la red sabiendo a qué horas se consume más en un determinado barrio y en cuáles menos. “En definitiva, nos permite hacer una gestión que hasta ahora utilizaba métodos menos eficaces para detectar fugas”, desarrolla Parra. Pero advierte de que toda la tecnología del mundo es inútil sin una red eficiente que no derroche el recurso.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.
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