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El golazo económico de Costa de Marfil

La Copa de África sirve al país, que hace 13 años sufría una cruenta guerra civil, para mostrar su crecimiento a los inversores internacionales

Costa de Marfil
Un grupo de jóvenes juegan al fútbol en Korhogo, al norte de Costa de Marfil, el pasado 17 de enero.FADEL SENNA (AFP)
José Naranjo

Hace apenas 13 años, Costa de Marfil se desangraba en una cruenta guerra civil que dejó un rastro de miles de muertos. El pasado sábado 13 de enero, en la misma ciudad de Abiyán donde en 2011 resonaban los disparos y las explosiones, el presidente Alassane Ouattara inauguraba la Copa de África de Naciones (CAN), la gran fiesta del fútbol africano y el mejor escaparate para mostrar al mundo el milagro económico marfileño. Con una inversión de unos 4.200 millones de euros, que se ha traducido en la construcción o mejora de estadios, carreteras y alojamientos, y gracias a los dos millones de visitantes previstos para este evento deportivo, Costa de Marfil pretende mostrar al mundo que es un país fiable y seguro que se ha convertido en uno de los motores de la región occidental de África.

“Es difícil evaluar el impacto en cifras, pero lo que sí está claro es que tendrá consecuencias positivas en términos de infraestructuras y en cuanto a la imagen del país como un buen lugar donde invertir. Se han construido carreteras que mejoran el acceso a zonas hasta ahora aisladas o que facilitan la circulación en ciudades colapsadas. Hay nuevas urbanizaciones que van a entrar después en el mercado inmobiliario, esperemos que a precios abordables. Todo el sector servicios se va a ver beneficiado y las grandes empresas extranjeras muestran un creciente interés por nuestro país”, asegura Moutiou Nourou, coordinador de la Agencia Ecofin en Abiyán y especialista en relaciones internacionales.

Seis estadios de fútbol, carreteras, aeropuertos, hospitales y hoteles han sido construidos o rehabilitados en las cinco ciudades que son sede de la CAN, Abiyán, Buaké, Korhogo, San Pedro y la capital, Yamusukro. Además de los 1.000 millones de euros invertidos por el Gobierno, el país se ha beneficiado de un préstamo de 3.200 millones procedente del Fondo Monetario Internacional para organizar “la Copa de África más bonita de la historia”, según ha dicho el presidente marfileño Alassane Ouattara, y alcanzar “un éxito rotundo que haga brillar aún más a nuestro país”, en palabras del portavoz del Gobierno, Amadou Coulibaly.

Toda esta euforia se cimenta en unas sólidas bases económicas. En 2013, el PIB de Costa de Marfil no llegaba a los 40.000 millones de euros, mientras que hoy supera los 64.000 millones, según el Banco Mundial. Con una tasa de crecimiento de entre el 6% y el 7% anual, va camino de convertirse en la segunda potencia regional tras Nigeria. Gracias en buena medida a las consolidadas exportaciones de café y cacao y las incipientes de petróleo, pero también a la estabilidad recuperada tras el conflicto de 2010-2011, Costa de Marfil se ha convertido en la nueva meca de los inversores en África Occidental. La palabra más repetida es confianza y el primer objetivo de la CAN es, de hecho, mostrar al mundo el saludable clima de negocios marfileño.

Partidos televisados para 155 países del mundo, más de 5.000 periodistas acreditados para seguir los partidos de las 24 selecciones y dos millones de visitantes representarán su papel para lograr dicho reto, al que también se han apuntado las empresas locales. Dabali Xpress es una compañía de comida rápida marfileña creada en 2021 por la emprendedora Olivia Akouba Angola. Su éxito ha sido tan fulgurante que ha recibido el encargo de alimentar a los espectadores de la CAN en todos los estadios. En pocos días, fue capaz de movilizar 1,5 millones de euros para reforzar sus capacidades. En cierta forma, Dabali Xpress y sus platos locales servidos a domicilio en unos minutos simbolizan el dinamismo del empuje económico de Costa de Marfil.

El desafío es que la riqueza llegue a todos. Entre 2015 y 2020, la tasa de pobreza bajó del 46% al 39%, lo que indica que un alto porcentaje de la población sigue teniendo serios problemas para la supervivencia. Una de las quejas generalizadas, sobre todo en ciudades como Abiyán, es la carestía de la vida merced a una inflación que ronda el 4% y que en los últimos años se ha visto acentuada con los sucesivos golpes de la covid-19 y la guerra de Ucrania. Para después de la CAN se ha anunciado una subida de los precios de la electricidad de un 10%, demasiado para quienes viven en el límite. “Persisten grandes desigualdades, y la adopción de medidas sociales para corregirlas se mantiene como uno de los retos”, añade Nourou. La deuda externa, que en 2022 alcanzó el 60% del PIB, genera cierta inquietud entre los analistas, pero, gracias de nuevo al apoyo del FMI, el país está lejos del default.

Apoyo de París

A diferencia de sus vecinos Malí, Níger y Burkina Faso, que tras sus respectivos golpes de Estado han girado hacia una mayor cooperación militar con Rusia, Costa de Marfil se mantiene, junto con Senegal, como el último gran aliado de Francia en África Occidental y alberga a 900 soldados franceses. Si bien los zarpazos del yihadismo saheliano amenazan por su frontera norte, la sensación general del país es de seguridad. El otro gran foco de problemas, la herida interna que mantuvo al país dividido durante una década y no se cerró con el conflicto de 2010-2011, ha ido sanando lentamente. A ello ha contribuido, en 2021, el retorno en paz al país del expresidente Laurent Gabgbo, encausado por crímenes de guerra y finalmente absuelto por la Corte Penal Internacional.

Para cuidar todos los detalles de la Copa de África, el pasado octubre el presidente Ouattara designó como primer ministro al predicador metodista e ingeniero de obra pública Robert Beugré Mambé. Las obras de construcción y mejora de estadios, carreteras y puentes necesitaban un último empujón y esta fue la única tarea que Ouattara le encomendó, en la que podría ser la última herencia que el presidente deja a su país. En 2025 está prevista la celebración de elecciones y, después de tres mandatos y a sus 82 años, el jefe de Estado baraja su retirada. Durante las próximas semanas, Costa de Marfil concentrará la atención de toda África. Y no será por la guerra.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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