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Zambia se encomienda al cobre (y a Silicon Valley)

El mineral es la baza del Gobierno de Hichilema para pagar la deuda externa, pero financiar la explotación exige cuantiosas inversiones

Zambia
Refinería en Mufulira, ciudad situada al norte de Zambia central.Zinyange Auntony (BLOOMBERG)
Miguel Ángel García Vega

Zambia es uno de esos países que cuesta ubicar en la geografía de África. Tampoco genera grandes historias económicas. Quizá la última es que fue la primera nación africana en no pagar su deuda externa desde el comienzo de la pandemia. Pero de repente el ovillo se ha enmarañado y aparecen en el relato Jeff Bezos, Bill Gates, la inteligencia artificial, Silicon Valley y hasta el grupo mercenario Wagner. Todo por el alma del país: su cobre. Uno de los metales imprescindibles en la transición verde. Pensemos que la tonelada ronda los 8.500 dólares.

El mineral rojo es la gran baza que tiene el Gobierno del presidente Hakainde Hichilema, elegido en 2021, para afrontar los 13.000 millones de dólares que debe a sus acreedores, incluido China. Ha gestionado un margen de devolución que llega a 2040. De momento, este año, su déficit exterior alcanzará el 70% del PIB. Aunque el 14 octubre alcanzó un acuerdo para reestructurar, según Reuters, gran parte de su deuda bilateral de 6.300 millones con sus acreedores.

La solución está bajo sus pies. Sin embargo, llegar al subsuelo resulta un objetivo titánico. Hichilema quiere triplicar la producción de cobre desde las 800.000 toneladas anuales hasta unos tres millones en 2032. Supone sobrepasar el volumen de la República Democrática del Congo (RDC) —el mayor extractor africano—, que está alcanzando a Perú, el segundo productor detrás de Chile.

Cambiar el mapa mundial del metal exige dinero y costosa tecnología. Eso es viajar a California, a Silicon Valley y llegar hasta KoBold Metals. Una empresa emergente de inteligencia artificial, respaldada por multimillonarios como Bill Gates o Jeff Bezos, que ha invertido 150 millones de dólares para desarrollar la mina de cobre-cobalto de Mingomba, en Zambia, de la que los expertos aseguran que es el mayor yacimiento sin explotar de metal rojo del mundo. Cada sondeo utilizando tecnología de alta precisión cuesta un millón de dólares. “Mingomba contribuirá a uno de los propósitos del país: aumentar la producción de cobre hasta esos tres millones de toneladas al año”, confirma un portavoz de la compañía californiana. Y añade: “Harán falta muchas minas para conseguirlo, pero puede ayudar de forma significativa a los objetivos del presidente Hichilema”. Es la estrategia para resucitar la economía de un país que ha cometido errores. Tras el default de 2020, su predecesor, Edgar Lungu, nacionalizó mal las grandes minas y secó la inversión extranjera. Mopani declaró unas pérdidas de 300 millones de dólares el año pasado, después de que la multinacional Glencore vendiera su participación mayoritaria a la empresa minera estatal ZCCM-IH por 1.500 millones de dólares en 2021.

Un enfoque equivocado. Con la elevada demanda y el empuje de los inversores, minas subterráneas que antes eran deficitarias se vuelven a abrir. “Cada tonelada cuenta”, aseguró Hichilema en marzo pasado. “Para producir un vehículo eléctrico se necesita seis veces más cobre. Quizá la mejor forma de invertir en estos coches sea en el metal y en las explotaciones mineras”, aconseja César Pérez Ruiz, director global de inversiones de la gestora Pictet WM. De hecho, en una conversación con la cadena CNN, Kurt House, consejero delegado de KoBold, aseguró que son necesarios “nuevos descubrimientos, valorados en 10 billones de dólares, en litio, cobre, cobalto y níquel”, si queremos cubrir las necesidades de la transición energética verde.

El metal brilla al igual que oro dorado. Ese fulgor tiene que superar retos geográficos. Su mineral es de la misma calidad que el de la RDC, pero debe viajar más de 1.800 kilómetros, la mayoría en camiones, hasta puertos de Namibia o Tanzania. A cambio de la distancia disfruta de una mayor estabilidad política. Y cuando un país tiene ocho vecinos, la calma, por sí sola, supone una buena noticia económica. “Mientras Zambia pueda manejar sus fronteras, cualquier complicación en la cadena de suministro de minerales de la RDC, ya sea por la presencia de los mercenarios de Wagner u otras organizaciones que no rinden cuentas, solo hará que se vuelvan más atractivas sus exportaciones de recursos naturales”, reflexiona Eric Werker, profesor en la escuela de negocios Beedie de la Universidad Simon Fraser (Canadá).

Problemas internos

Zambia resulta afortunada en el subsuelo, pero antes debe poner orden en la casa. Primero en el cinturón del cobre, la provincia donde se agrupan las principales minas del país. Es la base de su economía. La desmotivación (un problema histórico) de los mineros se solucionaría con salarios dignos. Existe un segundo estrato. El pago de la deuda ha de equilibrarse con la lucha frente a la desigualdad. Esta tierra africana necesita proteger los beneficios procedentes del metal. “Zambia tiene otros desafíos de desarrollo apremiantes”, advierte Eric Werker. “Y el dinero de los recursos naturales resulta necesario para financiar programas económicos y sociales”. Además, los compradores buscan cadenas de suministro respetuosas con el medio ambiente y justas con los trabajadores. Si se cumplen estas dos reglas se puede vender el metal más caro a clientes sensibles al entorno como Tesla o Apple. Por ahora, esa estrategia del presidente de poner la casa en orden ha devuelto el control de Konkola Copper Mines (KCM), en un litigio de años, a la firma anglo-india Vedanta Resources.

Sin embargo, en Mufulira, donde Mopani Copper Mines opera el pozo más profundo —1.500 metros— de la provincia, se suceden explosiones subterráneas que afectan a las viviendas cercanas. Es el caso de Kankoyo. Allí se repite la narración, bien conocida, de una comunidad frente a una empresa minera. La respuesta —comenta en Financial Times Crimson Chilimelime, miembro de la ONG que trabaja en la zona, Green and Justice— pasa por reubicar a los residentes. Algo que puede financiar cualquier nuevo inversor en Mopani.

Una nación donde brilla  el reciclado

Es una cuestión de infinitivos. Además de producir hay que reciclar. A pocos les sonará, pero Jubilee Metals Group es una firma del Reino Unido que ha convertido el último verbo en un provechoso negocio en Zambia. Ha comprado, por ahora, más de 260 millones de toneladas de metal y relaves (desechos mineros) ricos en cobre y cobalto en Kitwe y Luansha. Su propósito es asegurar el refino de 25.000 toneladas del mineral en 2025. También ha renovado las refinerías de Sable en Kabwe y ha construido una concentradora (procesa el mineral) en Ndola. “Estas plantas ya producen y venden cátodos de cobre [planchas] y concentrados de cobre y cobalto, con una capacidad prevista de 12.000 toneladas a final de año”, calcula Pedja Kovacevic, jefe de Estrategia y Asesoría de la firma británica. Y zanja: “Dada la magnitud de oportunidades que ofrece el país, la ambición no termina ahí; esperamos contribuir con nuestro granito de arena al aumento que persigue el Gobierno de Zambia”. Los tres millones de toneladas de 2032 no quedan tan profundas. 

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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