La luna de miel de los inversores con Turquía
El nuevo equipo económico nombrado por Erdogan tras su victoria en las urnas es del agrado de los inversores internacionales
Los mercados están encantadísimos con el nuevo Gabinete anunciado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tras su reelección. Muchos habrían preferido una victoria de la oposición. Pero a falta de pan, buenas son tortas. Al frente del Ministerio de Finanzas estará un viejo conocido, Mehmet Simsek, ya anteriormente ministro y viceprimer ministro encargado de la economía (2007-2018). Su misión es volver a sustentar la política económica de Turquía en “fundamentos racionales”, en sus propias palabras. Será vicepresidente —encargado de convencer a Erdogan de dar un giro de 180 grados a su política económica— Cevdet Yilmaz, otro hombre de confianza de los inversores. Como nueva gobernadora del Banco Central ejercerá Hafize Gaye Erkan, que presidía el First Republic Bank estadounidense hasta su reciente quiebra.
Al frente de las demás carteras hay mucho tecnócrata. Además, Erdogan ha retirado de su Ejecutivo a personajes como el ministro de Interior, Süleyman Soylu, que gustaba de acusar a Occidente de todo lo acusable: del intento de golpe de Estado de 2016, de promover la homosexualidad, de aquel domingo que planeaste barbacoa y salió lluvioso. Así que Turquía puede volver a convertirse, poco a poco, en terreno de inversión. La cuestión es cuánto durará el romance esta vez. Porque, en el país, las políticas económicas (las monetarias también) son cíclicas. No porque se dirijan en una dirección u otra según el ciclo económico, sino que lo hacen guiadas por los cambios de humor del presidente y sus intereses respecto a cada ciclo electoral. Lo cual genera grandes vaivenes de amor-odio por parte de los inversores internacionales, como en las fluctuaciones emocionales de una telenovela turca.
Un yerno al frente del ministerio
Tras su elección como presidente en 2018, Erdogan decidió que era buena idea colocar a su yerno al frente del ministerio y empezar a experimentar su teoría de que para bajar la inflación hay que bajar los tipos de interés. A finales de 2020, con la lira en caída libre, al ministro-yerno no le quedó más remedio que abandonar el barco, y entonces Erdogan puso al frente tanto de Finanzas como del Banco Central a personas de probada ortodoxia financiera. Pero solo duraron en el puesto lo que tardaron en enderezar la situación. En 2021, fueron apartados para colocar a dóciles colaboradores del presidente y se volvió a la política de reducir los tipos de interés al mínimo justificándolo en un plan para depreciar la lira y convertir Turquía en una potencia de las exportaciones baratas; plan que, al cabo de unos meses, se sustituyó por el de quemar las reservas en divisa del Banco Central para mantener el precio de la lira estable a toda costa a fin de no encarecer demasiado las exportaciones y aguantar así hasta las elecciones.
Si ahora se plantea un retorno a la ortodoxia y se recurre a nombres conocidos es para poner orden en el caos de regulaciones que se han ido aprobando para parchear la situación, dotar de cierta fiabilidad a la política económica y evitar una crisis de balanza de pagos que se ve más cerca que nunca. La duda es si, una vez que enderecen la economía, Erdogan desechará este gabinete, como suele ocurrir, o si esta vez la situación es tan grave que lo mantendrá. Los medios turcos aseguran que Simsek ha recibido la promesa de que se le dará tiempo y autoridad. Los precedentes no son halagüeños, ya que los ciclos de Erdogan son cada vez más cortos: su primer ministro de Finanzas, a principios de siglo, duró casi siete años en el cargo; el segundo, seis; el tercero, tres; el cuarto, dos; el quinto, uno; el sexto, dos… Lo mismo ocurre con los gobernadores del Banco Central: desde 2016 han aguantado una media de menos de dos años en el cargo.
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