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Transformación digital
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La leyenda negra de la economía digital europea

Garantizar la competitividad y la prosperidad requiere puentes regulatorios entre el mercado europeo y el resto

economía digital
Maravillas Delgado

No es extraño pensar que la economía digital está hecha por y para las empresas estadounidenses. Google es la ventana a Internet, compramos a través de Amazon, y enviamos mensajes por WhatsApp. Según el relato más común y pesimista, el tren de la economía digital partió hace tiempo y dejó a Europa en el andén. Como consecuencia de asumir la falta de competitividad y la dependencia tecnológica, la política industrial europea concluyó que el hecho de regular la economía digital de la Unión Europea no generará un coste a sus empresas. Sin embargo, es crucial recuperar el relato y entender las consecuencias de esta tendencia.

Como toda leyenda urbana, esta narrativa tiene una parte de realidad. En las clasificaciones mundiales es difícil encontrar más de un par de empresas europeas entre las veinte primeras. Además, Europa no ha desarrollado ninguna de las principales redes sociales, por lo que, con la posible excepción de Spotify, los costes derivados de la ley europea de Mercados Digitales afectarán, básicamente, a empresas de fuera de la Unión.

Sin embargo, el día a día de Internet es solo la punta del iceberg de este mercado. Detrás de cada clic, email, publicación o video online existe una infraestructura digital de la que participan millones de empresas, muchas de ellas europeas. Quienes argumentan que Europa es un sujeto pasivo de la economía digital infravaloran no sólo el gran tamaño de este sector, sino las capacidades de las empresas europeas que trabajan en él.

Según datos de la OCDE, la Unión Europea es el mayor exportador mundial de servicios informáticos y de telecomunicaciones, por delante de Estados Unidos, China o India. En 2021, las exportaciones europeas de servicios informáticos alcanzaron un superávit comercial de 129 mil millones de euros, una cifra mayor que la alcanzada por parte de la industria de maquinaria y automóviles. Es un dato que sorprende a quienes, siguiendo la narrativa tradicional, no tienen en cuenta que las empresas europeas son parte esencial de la arquitectura tecnológica que sustenta la economía digital. De hecho, el 28% de los miembros que forman parte del 3GPP, la organización que desarrolla los estándares tecnológicos detrás del 5G, son europeos. Un porcentaje mayor al de Estados Unidos y China, cuyas empresas constituyen el 21% y el 15% respectivamente.

Siguiendo con la leyenda, hay quienes proponen reindustrializar Europa, olvidando que Europa no está desindustrializada. En 2020, el valor añadido del sector manufacturero como porcentaje del PIB de la Unión fue del 14%, aún por encima del 13% registrado diez años atrás. El fetiche de la industria tuvo sentido económico cuando el crecimiento de la productividad y el cambio tecnológico eran más rápidos que en el resto de sectores. Sin embargo, gracias en parte a la tecnología digital, ciertas empresas de servicios acumulan niveles de productividad e innovación mayores que los de las empresas industriales. De hecho, ha sido a través de las exportaciones de servicios como España ha podido mantener su superávit comercial, pese al aumento de los precios de la energía.

La Unión Europea es un gigante comercial, con ventajas comparativas en las exportaciones de bienes tangibles, como productos químicos, farmacéuticos o automóviles, pero también en las exportaciones de servicios de información y comunicación. Es fundamental entender el alcance de estos datos para contar bien la historia. Toda empresa que se dedica a la exportación sabe que para ser competitiva debe trabajar con los mejores proveedores. La economía digital no es una excepción. Para potenciar su competitividad, Europa necesita mantener una política tecnológica que permita a las empresas acceder a la tecnología digital puntera y disruptiva, independientemente de donde haya sido producida.

El riesgo de contar una buena historia, basada en razonamientos lógicos y ajustados a la experiencia, es que sea un éxito y acabe opacando los hechos. En los próximos años, la Unión Europea aprobará un marco jurídico que regulará su economía digital y sus intercambios con el resto del mundo. Algunas de estas políticas refuerzan la leyenda urbana y adolecen de una mirada sesgada, empeñada en caracterizar al sector digital europeo como dependiente e impedido. No sólo es una visión que no se corresponde con la realidad, sino que es contraproducente, puesto que ignora que, además de las extranjeras, las empresas europeas también serán afectadas por los costes de políticas mal enfocadas. Evitemos que los árboles nos impidan ver el bosque y reescribamos la historia. Garantizar la competitividad y la prosperidad de la economía europea requiere construir puentes regulatorios, entre el mercado digital europeo y el del resto del mundo, que permitan a las empresas seguir siendo parte de las cadenas globales de servicios digitales.

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