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El futuro del trabajo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Debemos preocuparnos porque los robots se queden con nuestro trabajo?

No cabe duda de que muchos empleos vinculados a la economía del conocimiento pueden ser sustituibles

Robots
Robots y personas trabajan en un almacén industrial.LOCUS ROBOTICS/PR NEWSWIRE (Europa Press)
Paul Krugman

¿Nos quitarán el trabajo los robots? La gente lleva muchísimo tiempo preguntándoselo. El economista británico del periodo de la Regencia David Ricardo añadió a la tercera edición de su clásico Principios de economía política y tributación, publicada en 1821, un capítulo titulado Sobre las máquinas en el que intentaba mostrar de qué manera las tecnologías de la temprana Revolución Industrial podían, al menos al principio, perjudicar a los trabajadores. La novela de 1952 La pianola, de Kurt Vonnegut, imaginaba un Estados Unidos no muy lejano en el que la automatización había eliminado la mayoría de los puestos de trabajo.

En el ámbito de la economía en su conjunto, el veredicto es claro: de momento, las máquinas no han eliminado la necesidad de trabajadores. Los trabajadores estadounidenses son casi cinco veces más productivos de lo que eran en los primeros años de la posguerra, pero no se ha registrado una tendencia duradera al aumento del desempleo.

Dicho esto, la tecnología puede acabar con determinadas clases de empleo. En 1948, medio millón de estadounidenses trabajaba en la minería del carbón; la gran mayoría de esos puestos de trabajo habían desaparecido a principios del siglo XXI, pero no porque hayamos dejado de extraer ese mineral —el gran declive de su producción en beneficio primero del gas natural y luego de las energías renovables no empezó hasta hace 15 años—, sino porque la minería a cielo abierto y la de remoción de cimas de montañas han posibilitado la extracción de cantidades cada vez mayores con muchos menos trabajadores.

Es verdad que los empleos que desaparecen debido a los avances tecnológicos normalmente son sustituidos por otros, pero esto no significa que el proceso sea indoloro. A los trabajadores en cuestión puede no resultarles fácil cambiar de empleo, sobre todo si los puestos de trabajo están en sitios distintos. Quizá se encuentren con que sus capacidades se han devaluado. En algunos casos, como el del carbón, el cambio tecnológico puede desarraigar a las comunidades y su forma de vida.

Como he dicho, esta forma de dislocación ha sido una característica de las sociedades modernas durante al menos dos siglos. Sin embargo, es posible que ahora esté pasando algo nuevo.

En el pasado, los puestos de trabajo sustituidos por la tecnología solían estar relacionados con tareas manuales. Las máquinas sustituían a los músculos. Por un lado, los robots industriales reemplazaron las tareas repetitivas de las cadenas de montaje. Por otro lado, se ha registrado una demanda cada vez mayor de trabajadores del conocimiento, un término acuñado por el asesor de gestión Peter Drucker en 1959 en referencia a las personas que se dedican a resolver problemas que se presentan de manera no repetitiva. Mucha gente, yo incluido, ha dicho que nos estamos convirtiendo cada vez más en una economía del conocimiento.

Pero, ¿qué pasaría si las máquinas pudieran hacerse cargo de una gran parte de lo que tradicionalmente hemos considerado trabajo del conocimiento?

La semana pasada, la empresa de investigación OpenAI dio a conocer —con gran revuelo en los círculos tecnológicos— un programa llamado ChatGPT que puede tener lo que parecen conversaciones en lenguaje natural. Es posible hacerle preguntas o peticiones y obtener respuestas sorprendentemente claras e, incluso, aparentemente bien informadas. También se pueden hacer cosas divertidas —hace poco, un compañero pidió un análisis del estancamiento secular en forma de soneto, y lo obtuvo—, pero vamos a ceñirnos a aquellas que pueden ser útiles desde el punto de vista económico.

ChatGPT no es más que el último ejemplo de una tecnología que parece capaz de realizar tareas que no hace mucho creíamos que requerían los servicios no solo de seres humanos, sino de seres humanos con una considerable formación académica.

Por ejemplo, la traducción automática de una lengua a otra solía ser motivo de burla; algunos lectores quizá hayan oído la historia apócrifa del programa de traducción ruso-inglés al que se le introdujo “el espíritu estaba dispuesto, pero la carne era débil”, y devolvió “el vodka estaba bueno, pero la carne se había podrido”. Hoy en día los programas de traducción quizá no produzcan alta literatura, pero son adecuados para muchos propósitos. Y lo mismo ocurre en numerosos campos.

Se puede argumentar que lo que solemos denominar inteligencia artificial en realidad no es inteligencia. De hecho, puede que pase mucho tiempo antes de que las máquinas puedan ser verdaderamente creativas u ofrecer una intelección profunda. Ahora bien, ¿cuánto de lo que hacemos los seres humanos es creativo de verdad o aporta una comprensión en profundidad? (En la práctica, ¿cuánto de lo que se publica en revistas académicas —un terreno que conozco bastante bien— cumple estos criterios?).

Por tanto, no cabe duda de que muchos empleos del conocimiento pueden ser sustituibles.

¿Qué significa esto para la economía?

Es difícil predecir qué impacto tendrá exactamente la inteligencia artificial en la demanda de trabajadores del conocimiento, ya que probablemente variará en función del sector y de las tareas específicas del puesto. Sin embargo, es posible que, en algunos casos, la inteligencia artificial y la automatización sean capaces de realizar algunas tareas basadas en el conocimiento de manera más eficaz que los seres humanos, lo cual podría reducir la necesidad de algunos de esos trabajadores. Entre ellas podrían estar tareas como el análisis de datos, la investigación y la redacción de informes. Sin embargo, también cabe señalar que la inteligencia artificial y la automatización pueden crear igualmente nuevas oportunidades de empleo para los trabajadores del conocimiento, en particular en campos relacionados con el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial.

De acuerdo, yo no he escrito el párrafo que acaban de leer; lo ha escrito ChatGPT en repuesta a la pregunta “¿cómo afectará la inteligencia artificial a la demanda de trabajadores del conocimiento?”. La pista, al menos para mí, la da que yo sigo negándome a utilizar “impacto” en forma verbal. Además, la respuesta no explica exactamente la razón por la que, en general, debamos prever que no tendrá un impacto en el empleo agregado. Pero podría decirse que es mejor que lo que muchos humanos, incluidos algunos que se consideran inteligentes, habrían escrito.

A la larga, el aumento de la productividad en los sectores relacionados con el conocimiento, al igual que los aumentos pasados en los sectores tradicionales, harán nuestra sociedad más rica y mejorarán nuestras vidas en general (a menos que Skynet nos mate a todos). Pero, a la larga, estaremos todos muertos, e incluso antes de eso algunos de nosotros podríamos encontrarnos en paro o ganando mucho menos de lo que esperábamos, teniendo en cuenta lo cara que resultó nuestra formación.

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