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Habitación a cambio de sexo: cómo los prohibitivos alquileres dan alas a la explotación

Los casos en los que se obtiene una casa a cambio de relaciones íntimas afectan sobre todo a mujeres migrantes sin papeles. La Policía dice que al ser un acuerdo entre dos adultos no hay delito, pero advierte de que si este trueque derivase en amenazas o coacciones sí habría actividad delictiva

Alquileres
Una mujer consulta los anuncios inmobiliarios en una web.Gianluca Battista
Sandra López Letón

“Cedo habitación gratuita a mujer a cambio de compartir por la noche. Interesadas, dejar datos físicos y de contacto”. Es uno de los avisos que proliferan en las plataformas de anuncios de internet. Es la versión renovada, más sutil —aunque en el fondo es lo mismo—, de aquellos que ofrecían alojamiento gratuito a cambio de relaciones sexuales y que aparecieron justo cuando el mercado de la vivienda estaba más recalentado, allá por 2007 y 2008. Ahora no son tan explícitos, aunque no dejan lugar a dudas sobre el objeto de su ofrecimiento. En todos los anuncios encontrados en distintos portales digitales se juega con el término “compañía”. A pesar de ello, cualquiera que intercambie algunos mensajes con los anunciantes entiende que no se trata de acompañar ni de cuidar, sino de sexo puro y duro a cambio de una habitación.

Esta clase de anuncios siempre ha existido, con más o menos frecuencia e intensidad, pero tienden a proliferar cuando el mercado del alquiler se pone muy difícil. Ahora lo está. Las rentas han vuelto a subir con fuerza tras el respiro de la pandemia. El precio del alquiler en España subió un 4,7% en abril, según Fotocasa. En la ciudad de Madrid, por ejemplo, el alquiler medio es de 1.164 euros mensuales. Este es el caldo de cultivo para estos avisos, que calan entre las personas con mayores necesidades económicas e incapaces de hacer frente al pago de una habitación: en las grandes capitales cuesta desde 300 a 700 euros al mes. Las mujeres migrantes sin papeles son carne de cañón por su especial vulnerabilidad.

Lo primero que solicitan estos anunciantes cuando esta periodista se pone en contacto con ellos (sin revelar su identidad real) es la edad y una foto. El responsable de uno de estos anuncios pide un encuentro presencial como requisito previo para dar más detalles y hablar sobre las condiciones del trueque. Quiere que sea el mismo día en el que se produce la primera comunicación y advierte de que ya tiene gente esperando. Prefiere el cara a cara. “Sabes que las cosas habladas así parecen frías y, sin conocerse, más. Luego es diferente”. Manda un mensaje que pretende ser tranquilizador: “Tranquila, soy legal y educado. Soy español”. Al preguntar si la habitación no tiene coste, responde: “Claro, depende de ti”.

Otro de estos anuncios dice: “Hombre español, 55 años, divorciado, vivo solo, cedo gratuitamente habitación a chica y ofrezco además 300 euros mensuales a cambio de que se ocupe de la casa y tenga tiempo para hacerme compañía”. En este caso, el anunciante —que reconoce tener 60 años y no 55— solicita una foto y pregunta por la edad. Cuenta que a su antigua asistenta, una mujer venezolana con importantes dificultades económicas, le pagaba unos 500 euros mensuales por la limpieza de la casa y por mantener relaciones íntimas. “Podemos quedar para conocernos y si nos agradamos mutuamente podría darte esa misma cantidad a ti”.

La Policía Nacional no tiene constancia de denuncias relativas a estos anuncios de intercambio de techo por “compañía”. Al tratarse de un acuerdo entre dos adultos que consienten libremente, no sería denunciable ni puede considerarse delito. Ahora bien, si eso se tornase en amenazas, coacciones o engaños, cosa que en principio no ocurre, sí podría hablarse de una actividad delictiva.

Los abogados penalistas hablan de aplicar el sentido común y desconfiar de cualquier producto o servicio cuando es demasiado barato o está manifiestamente fuera de mercado. Más cuando se dan tantas pistas, como en estos casos. Ahora bien, en situaciones muy extremas, ante estados de necesidad límite, podría llegar a hablarse de un delito de trata de seres humanos (artícu­lo 177 bis del Código Penal). El anunciante debería aprovecharse de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, acogiéndola a cambio de la explotación sexual, incluyendo la pornografía. La casuística es muy variada. Por ejemplo, se podría hablar de la comisión de este delito si se acoge a refugiados de guerra a cambio de sexo.

La afluencia de estos anuncios coincide con el debate legislativo en torno a la prostitución, que ha tenido lugar esta semana en el Congreso de los Diputados. El Gobierno de coalición tiene en trámite dos leyes integrales para abordar el proxenetismo, la trata con fines de explotación sexual y la prostitución.

Trato verbal

Desde el punto de vista civil, lo lógico es que medie un acuerdo verbal entre las partes. “Los contratos escritos que puedan existir con relación a este asunto seguro que comportan otras prestaciones: limpieza, cocinar o simple compañía, pero nunca sexuales”, explica Josep Maria Güell, del despacho Habitat Abogados. El letrado da cuenta de que se trata de actuaciones relativamente habituales en otros países, como Francia.

En la organización de consumidores CECU, que no ha recibido quejas o denuncias relacionadas con este tipo de anuncios, creen que debería hacerse “un esfuerzo colectivo e institucional para que la vivienda sea un bien asequible para todos y que no haya nadie que se vea abocado a tener que aceptar un acuerdo de este tipo por pura desesperación”. Advierten: “Aunque se llegue a este acuerdo y se firme un contrato, el ofrecimiento de usar una vivienda sin pagar renta no es un arrendamiento como tal, sino un alquiler en precario. Así, está fuera de las previsiones de la ley de arrendamientos urbanos y se puede revocar en cualquier momento”. Si una mujer accede a este tipo de acuerdo forzada por la necesidad, sin saber lo que acepta o simplemente cambia de parecer, puede cancelar el acuerdo en cualquier momento.

Portales como Milanuncios, que no intermedian en las transacciones entre usuarios, no permiten los anuncios relacionados con contactos o intercambio de bienes y servicios a cambio de relaciones sexuales. Por eso, y para evitar los filtros que aplican plataformas como esta, se recurre al término compañía. “Tenemos tolerancia cero con todo tipo de conductas que atenten o puedan atentar contra la dignidad humana”, señalan en Milanuncios. “Cuando son detectados, los borramos y, si procede, bloqueamos la cuenta del usuario”, añaden.

Las relaciones íntimas no son la única carta de pago. Hay anuncios de toda condición. Lo más habitual es la limpieza de la casa y la atención a personas mayores, pero también hay quien demanda y ofrece clases de yoga y de idiomas, servicios de un nutricionista, de manitas… Todo vale en un mercado, el del alquiler, que estrangula a los más vulnerables.

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Sobre la firma

Sandra López Letón
Redactora especializada en el sector inmobiliario, del que informa desde hace más de dos décadas. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en EL PAÍS. Actualmente, escribe en el suplemento de información económica 'Negocios'. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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