Carl Icahn, el ‘bulldog’ que aterroriza a los jefes de Wall Street
HBO estrena un documental sobre este inversor, uno de los más ricos del mundo y famoso por sus pulsos con los consejos de administración de las empresas donde entra
En sus oficinas sobre la Quinta avenida neoyorquina, el millonario inversor Carl Icahn tiene colgado un óleo de la batalla de Napoleón en Friedland. Es una imagen pintada por Ernest Meissonier de la victoria de las tropas francesas frente a los rusos, un triunfo determinante para el imperio bonapartista. Uno de los tiburones más temidos de Wall Street, el hombre que ha quebrado y hecho renacer empresas, que cuenta entre sus víctimas a decenas de consejeros delegados y quien ha amasado una inmensa riqueza con las artes de la intriga en los consejos de administración, reflexiona frente a la escena. “Napoleón era un gran estratega, sin duda, pero lo perdió todo por su arrogancia. No todo permanece para siempre si no tienes cuidado”, dice Icahn en un documental estrenado recientemente.
Carl Icahn: The Restless Billonaire (El millonario inquieto, emitido por HBO) es un retrato de uno de los hombres más poderosos y temidos en los mercados de Estados Unidos. El inversor rechaza en el documental la etiqueta de “invasor corporativo” con la que los medios especializados lo hicieron famoso desde la década de los ochenta. Con una fortuna que ronda los 16.000 millones de dólares, Icahn prefiere el término de “inversor activista”, alguien dispuesto a trabajar en favor de los intereses de los pequeños accionistas. Su trabajo es impulsar los cambios necesarios, por dolorosos que estos sean, en las cúpulas empresariales para incrementar el valor de las compañías. Gracias a esta estrategia, implementada desde los años 2000, es como se ha colado entre las 50 personas más ricas del mundo en la lista de Forbes (ocupa el número 43). Su empresa emplea a más de 20.000 personas con ganancias de unos 10.000 millones de dólares al año.
El documentalista Bruce David Klein deja claro que Icahn (Nueva York, 1936) nunca ha temido la confrontación dentro de un consejo de administración, el campo de batalla del millonario desde hace décadas. En los orígenes de su historia está la revuelta de Tappan, una compañía fabricante de aparatos de cocina, a finales de los setenta. Hijo de una maestra de escuela y un religioso judío, el estudiante con estudios truncados de medicina y un exitoso paso como un corredor de bolsa experto en opciones, Icahn maniobró una estrategia para quitar al consejero delegado de Tappan, quien afinaba la compra de un rival. El belicoso accionista calificó de desastre la operación y convenció a los miembros del consejo de que el precio de la acción, en unos siete dólares, estaba muy por debajo de su potencial. El tiempo le dio la razón, cuando la sueca Electrolux compró pocos meses después Tappan a unos 18 dólares por título.
A sus 86 años, Icahn está lejos del retiro. Sus días comienzan con varias horas de lectura minuciosa de la prensa. Las cámaras lo capturan jugando tenis en su mansión de los Hampton, en la exclusiva costa este de Estados Unidos, pero siempre que aparece sentado en el documental tiene un teléfono con varias líneas a su lado. Su esposa, Gail Golden, lo describe como un “bulldog” que no se detiene hasta obtener lo que quiere. Él prefiere resumir su visión con una palabra enunciada en su fuerte acento de Queens: ganar. Una filosofía que lo vincula con Donald Trump, a quien el millonario sirvió como asesor especial durante su presidencia hasta mediados de 2017.
La prensa continúa informado a detalle de sus más recientes movimientos. Esta semana abandonó su posición en la petrolera Occidental tras tres años de inversión, que le dejaron unos 1.000 millones de dólares de ganancias. Hace unos días inició también su penúltima batalla irrumpiendo en McDonald’s. El financiero compró 200 acciones en la cadena de hamburgueserías y ha propuesto a dos candidatas expertas en sostenibilidad para el consejo. Icahn se ha fijado como meta exigir al gigante de la restauración cumplir un compromiso asumido hace una década, cuando prometió que iba a cortar relaciones con las macrogranjas de cerdos que maltrataban a animales preñados. Está por verse el éxito que tendrá en esta empresa. McDonald’s ha visto crecer un 18% el precio de sus acciones el último año. Su situación está lejos de las aguas turbulentas donde navegan las compañías que el pirata Icahn suele abordar.
Una vida dedicada a las inversiones lo han llevado a múltiples industrias y empresas tan distintas como Hertz, Netflix, EBay, las petroleras Texaco, la cauchera Uniroyal, los casinos Caesars y Tropicana además de los estudios MGM y Lions Gate, entre muchas otras. Nunca ha estado exento de polémica. A mediados de los ochenta pudo poner a prueba los consejos que guardaba para otros cuando se convirtió en el presidente de la aerolínea TWA. La experiencia fue uno de sus fracasos más amargos, donde tuvo al sindicato de azafatas como adversario de la empresa, que se declaró en bancarrota en 1992.
Otro episodio de fracaso fue su paso por Marvel, una de las marcas más reconocidas hoy en el mundo. Icahn mantuvo una tensa lucha por el control de la empresa con Ronald Perelman, otro tiburón de Wall Street y quien también se ganó la reputación de invasor corporativo tras cambiar la suerte del gigante de los cosméticos Revlon. Perelman compró Marvel, que tenía el 70% del mercado en 1989, por 82 millones de dólares. Su gestión fue catastrófica. El choque de egos de los inversionistas llevó a una serie de recortes que derivó en el despido de artistas y escritores, diluyendo la calidad de los cómics y haciendo que los fanáticos le dieran la espalda. En 1996 la empresa ocupaba solo el 25% del mercado y se tuvo que declarar en bancarrota a finales de ese año. “Lo único que Icahn logró fue un tóxico intercambio de insultos [con Perelman]”, señala el periodista Dan Raviv en su libro Comic Wars. Marvel protagonizaría años después uno de los regresos más exitosos en décadas.
Su cercanía con Donald Trump le ha añadido controversias en sus años más recientes. Las autoridades federales iniciaron en 2019 una investigación para determinar si Icahn se había beneficiado con información privilegiada tras su rol de consejero de la Casa Blanca (por el que no cobraba salario alguno). Su firma vendió a inicios de 2018 30 millones de dólares en acciones de Manitowoc, fabricante de grúas de construcción. La operación se hizo meses antes de que la Administración Trump impusiera aranceles al acero extranjero. Icahn rechazó los señalamientos. En un momento del documental, el millonario explica a la cámara lo que muchos consideran un golpe de suerte en el juego del capitalismo. “Francamente, he hecho tantos millones porque el sistema está muy mal. No porque sea un genio”.
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