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Los plagiadores cada vez lo tienen más difícil

Aumenta la demanda de herramientas que usan la inteligencia artificial para detectar a los tramposos

Estudiantes en la biblioteca de la Universidad de Barcelona.
Estudiantes en la biblioteca de la Universidad de Barcelona.Massimiliano Minocri

En los últimos años se han conocido varios casos de políticos acusados de plagiar tesis, artículos o trabajos académicos. En paralelo y al calor del corta-pega sin control, el mercado ha visto florecer un potente negocio para delatarlo. A éste se agarran universidades, escuelas de negocio, empresas y hasta partidos políticos para defender a capa y espada su reputación.

Plagiar o copiar es una mala praxis extendida, pero no generalizada. Se comete plagio cuando se reproducen frases o párrafos sin citar a su autor o cuando se cambian algunas palabras. Incluso se copian las ideas si no se referencia al autor original. Permitirlo o no detectarlo a tiempo coloca la credibilidad de las organizaciones en el disparadero, sobre todo, de las redes sociales. Algo que no pueden permitirse.

Y precisamente por ello, herramientas de software de control antiplagio como Turnitin, PlagScan (utilizadas por La Moncloa para analizar la tesis de Pedro Sánchez), Viper (cuenta con una versión gratuita) o Unicheck están haciendo su agosto. La contratación de estos programas se hace vía licencias que se monetizan por usuarios. En Turnitin oscilan entre 5.000 y 100.000 euros en función del número de alumnos. Verena Kunz-Gehrmann, directora de marketing de PlagScan, comenta que ellos tienen “licencias individuales desde 4,99 euros y desde 249 euros las escolares”.

Bases de datos

La efectividad de estas soluciones se basa en sus gigantescas bases de datos. Todas ellas incorporan millones de referencias para detectar similitudes o contenido copiado. “Si la tecnología permite el plagio, la inteligencia artificial lo combate, y es muy difícil para el que copia salir airoso frente a 80.000 millones de fuentes online, 1.100 millones de trabajos académicos y 600 millones de documentos editoriales con los que contamos”, asegura el gerente regional para España de Turnitin, Lluís Val.

Este directivo avisa a aquellos que se plantean copiar tesis, argumentos, investigaciones e ideas de otros que esta herramienta va a detectar coincidencias, pero que corresponde a cada institución dictaminar si ha existido plagio. A lo que la responsable de marketing de PlagScan añade: “Al final, lo que buscamos dando visibilidad a la copia es concienciar y motivar a los alumnos hacia el pensamiento creativo para que, de verdad, aporten conocimiento nuevo que haga avanzar a la sociedad”. Y va más allá al anunciar mayor cerco al corta-pega: “La herramienta Author Metrics analiza concretamente el estilo de escritura y de verificación del autor”.

Un aspecto “definitivo” en opinión del decano de ordenación académica de IE University, Joaquín Garralda, quien destaca como prueba irrefutable de plagio el cambio de estilo en la narración de un trabajo. “Es en las conclusiones de la investigación donde se evidencia más claramente la copia y donde los profesores nos damos cuenta de que no han sido escritas por la misma mano”. Y añade que “es todavía más fácil de detectar cuando el trabajo es en inglés porque el resumen tiene un nivel mucho más alto”. En la universidad de este profesor se usa Turnitin. “Si el alumno plagia una tesis de otro universitario, esta herramienta es capaz de revelar nombre y apellidos del autor original”, recuerda.

Contrastar

Aunque el talón de Aquiles de estos negocios reside en los millones de documentos que hoy en día no están digitalizados, el responsable de Turnitin en España apunta que “se ha incrementado la percepción de que estas herramientas son necesarias”. Y lo ha hecho especialmente a raíz del caso del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, “que nos ha proporcionado una visibilidad brutal”, hasta el punto de que han incorporado estas soluciones otras organizaciones como los partidos políticos, “que la emplean antes de promocionar a un miembro de su partido” por si acaso, indica Val.

Los portavoces de estas empresas coinciden en el sencillo manejo de sus herramientas, donde la colaboración del profesor es indispensable. Desde PlagScan, Verena Kunz-Gehrmann explica que el profesor sube el trabajo del alumno a la plataforma y el software analiza el tema real del texto. “Lo compara con fuentes de Internet, así como con documentos propios del usuario. El informe que se emite marca en color los pasajes de texto no citados correctamente para que el profesor los coteje con los originales”.

Pero no siempre la picaresca, la holgazanería o la falta de moral de los estudiantes están detrás del engaño. Como apunta Joaquín Garralda, “existe un enorme desconocimiento entre los alumnos de cómo han de citar las fuentes y, al hacerlo mal, incurren en plagio”. Por ello, los expertos recomiendan seguir las directrices que marca la norma de calidad ISO 690. Por su parte, Lluís Val remite al caso del Reino Unido, donde “la Universidad cuenta con la figura del director de integridad académica, que enseña a los alumnos cómo no incurrir en fallos éticos o legales cuando se citan fuentes originales”.

El mundo del plagio ha dado a luz también a otro tipo de negocios que se mueven en el lado oscuro y generan pingües beneficios. Son todas las páginas web, y existen muchas, que actúan impunemente y redactan trabajos de fin de grado (TFG), máster (TFM) o tesis doctorales para quienes las contraten. En una de estas web indican que para un trabajo de unas 40 páginas, el precio oscila entre 580 y 640 euros, que entregan el texto con un software antiplagio ya pasado y que la relación con el cliente se realiza exclusivamente vía correo electrónico. En otra página aseguran que el trabajo puede llegar a costar unos 1.200 euros y lo justifican por el hecho de que “lo escriben personas universitarias y con dilatada experiencia laboral”.

Archivos digitales

En la otra cara de la moneda, coexisten soluciones que trabajan para proteger del plagio todo tipo de archivos digitales. Es el caso de la start-up española Smart Protection, que actúa sobre publicaciones, obra audiovisual, marcas o productos online para sus más de 100 clientes como Telefónica, Sony Pictures, Warner Bros o Televisa. Está presente en 18 países de Europa, Asía, EE UU y Latinoamérica.

Su director de estrategia, Ricardo Mateos, lo explica así: “Localizamos, a través de millones de peticiones diarias a Google, los archivos de nuestros clientes que se ofrecen de forma no autorizada en apps, webs, buscadores o redes sociales”. Y concluye: “Validada por nuestro jurídico, notificamos su retirada. Se hace a través de certificación, como elemento válido ante una posible petición de medidas cautelares. En el 95% de los casos conseguimos que se retiren esos archivos digitales”.

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