El Gobierno alemán aprueba la mayor subida del salario mínimo desde su introducción hace diez años, hasta 14,60 euros por hora
La retribución aumentará gradualmente casi el 14% hasta 2027, con un importe de 14,60 euros por hora, que suman unos 2.300 euros al mes


El gabinete de Gobierno del canciller alemán, Friedrich Merz, ha acordado este miércoles el mayor aumento del salario mínimo desde su introducción hace diez años en un momento en el que el país lucha por volver a la senda del crecimiento económico. Se prevé que, de aquí a 2027, aumente gradualmente hasta alcanzar los 14,60 euros a la hora, lo que representa una subida de casi el 14% respecto al valor actual. Aunque en Alemania el número de horas trabajadas es muy variable, ese incremento supone dejar el salario mínimo mensual en 2.336 euros para jornadas de ocho horas diarias con meses de cuatro semanas.
Según el reglamento presentado por la ministra de Trabajo, la socialdemócrata Bärbel Bas, y que no necesita una aprobación adicional por parte del Parlamento alemán, el salario mínimo se incrementará inicialmente de los 12,82 euros actuales a 13,90 euros a partir del 1 de enero de 2026. Un año más tarde, se producirá el aumento a 14,60 euros.
El Gobierno aplica así una decisión del pasado junio de la Comisión del Salario Mínimo, formada por sindicatos y empresarios, que se reúne cada dos años para decidir sobre posibles ajustes salariales y que este año estuvo sometida a una gran presión, que llevó a su presidenta, Christiane Schönefeld, a denunciar que los intentos de influencia política eran incompatibles con la independencia deseada de la Comisión de Salario Mínimo.
Se espera que hasta 6,6 millones de trabajadores se beneficien de esta subida, especialmente mujeres y residentes en los antiguos estados de la Alemania del este, según una estimación de la Oficina Federal de Estadística de Alemania. Esto quiere decir que quienes trabajen a tiempo completo con el salario mínimo ganarán a partir de enero unos 190 euros brutos más al mes. No se aplicará a menores de 18 años, aprendices, becarios, desempleados de larga duración (en los primeros seis meses de empleo) o voluntarios. El ministro de Agricultura, Alois Rainer, había pedido también que se incluyeran otra excepción para los trabajadores temporeros, pero su propuesta fue rechazada por el Partido Socialdemócrata (SPD).
Los socialdemócratas, socios de coalición de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y de la Unión Cristianosocial (CSU), habían presionado por aumentar el salario mínimo hasta los 15 euros ya el próximo año, algo que incluyeron como objetivo en el acuerdo de coalición, aunque teniendo en cuenta el dictamen de la Comisión de Salario Mínimo. Sin embargo, Bas calificó esta subida como “una historia de éxito para millones de personas que trabajan duro”. En su opinión, “es un paso importante para lograr una mayor justicia y reconocimiento para aquellos que mantienen el país en marcha días tras día”.
Este aumento supondrá para los empresarios unos costes salariales adicionales de cerca de 2.200 millones de euros el próximo año y de alrededor de 3.400 millones de euros el siguiente. Como consecuencia, se espera que los precios de algunos bienes y servicios se incrementen moderadamente. La Asociación de la Economía Bávara, por ejemplo, habla de “un aumento doloroso que supondrá un reto para algunos sectores”.
El anuncio llega en un momento en el que Alemania lleva años sin crecer, a diferencia de cuando se introdujo el salario mínimo en 2015 cuando se fijó en 8,50 euros la hora. Los principales institutos económicos del país alertan sobre la debilidad del crecimiento y apenas esperan una evolución del Producto Interior Bruto del 0,2% en 2025. Entre las causas de ello se encuentran tanto la disminución de la población activa como la reducción de los avances de la productividad debido a una disminución de las inversiones y a la pérdida de capacidad de innovación de la mayor economía de Europa. De momento, el Instituto de Economía Alemana (IW) alertó en un estudio que sería necesario un crecimiento de la productividad del 1,8% anual hasta 2035 para mantener el nivel de vida actual.
En este contexto, el Gobierno de Merz se afana por ponerle remedio. Sin embargo, muchos expertos alertan de que si bien las propuestas para reducir la burocracia y digitalizar el Estado van en la dirección correcta, éstas se aplican demasiado tarde y critican que los políticos han fallado en los últimos años a la hora de controlar los costes en Alemania mediante reformas sociales, una política energética coherente y la reducción de la burocracia.
A esto se suma un cúmulo de malas noticias económicas últimamente. Los beneficios de Mercedes se han reducido a la mitad y según fuentes internas, 4.000 empleados han aceptado una oferta de indemnización. El 70% de las empresas industriales con un elevado consumo energético están trasladando sus inversiones al extranjero. Bosch está recortando decenas de miles de puestos de trabajo en Alemania y debido a que China protege cada vez más materias primas como los chips, partes de la industria automovilística se encaminan hacia la paralización de la producción, como alertaba esta semana el diario económico alemán Handelsblatt.
El anunciado “otoño de reformas” con el que Merz quiere llevar a cabo cambios profundos en el país, incluyendo “decisiones dolorosas” que afectarían principalmente al Estado de bienestar, no termina de materializarse, a excepción de una anunciada modificación de la renta ciudadana que cambia de nombre y endurece las sanciones para todos aquellos que eludan cualquier esfuerzo para buscar empleo, o la pensión activa, con la que quiere incentivar a los jubilados para que sigan trabajando.
Entre tanto, el líder conservador ya ha dejado entrever que no será solo una estación de cambios, sino que las reformas también se darán en invierno, primavera y verano y ha pedido “paciencia”. Para los principales sindicatos del país —Verdi e IG Metall— más que un “otoño de reformas” se trataría de un “otoño de atrocidades” y exigen, entre otras cosas, un impuesto sobre el patrimonio de los súper ricos para garantizar el famoso estado del bienestar alemán. Sin embargo, Merz cuenta con el apoyo de numerosos economistas y la patronal alemana que apoyan la demanda de una reforma del Estado social.
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