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Europa pelea para no perder más competitividad frente a Musk en la nueva carrera espacial

Los problemas de Ucrania en la invasión rusa para asegurar sus comunicaciones revelan la necesidad de crear una alternativa europea a la estadounidense Starlink

Un cohete de SpaceX despega en Texas, Estados Unidos.
Un cohete de SpaceX despega en Texas, Estados Unidos.Eric Gay (AP)
Manuel V. Gómez

Un choque en X entre su dueño, Elon Musk, y el ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, volvió a desnudar a Europa, a la que le falta mucho para alcanzar la anhelada autonomía estratégica y que, además, pierde competitividad en sectores de alta tecnología. El también dueño de Space X recordó, además de insultar al político europeo llamándole “hombrecillo”, que Ucrania depende mucho de su empresa y su constelación de satélites Starlink para defenderse de la invasión rusa. No es que Europa no pueda sustituir, al menos en parte, el servicio vital que le da la compañía estadounidense —pagado por Polonia— a Kiev, ya que podría hacerlo a través de Govsatcom, una red de satélites de Gobierno de la UE, y de la red OneWeb. Sin embargo, el servicio sería peor y más caro, según asume la propia Comisión Europea.

Este episodio ilustra cómo el rápido cambio del sector aeroespacial amenaza la buena posición que la Unión Europea ha tenido desde hace décadas en el sector, especialmente en el segmento civil, con programas como Galileo y Copernico. Pero, a partir de 2020, las cosas empezaron a cambiar con rapidez, como apuntan por videoconferencia Lucas Pleney y Jean Baptiste Thepaut, de la consultora aeroespacial Novaspace. “Los satélites de baja órbita han llegado mucho más rápido de lo que se pensaba”, explican, y lo ha hecho de la mano de Starlink, o lo que es lo mismo, de Musk. Hasta el punto de que si hace apenas unos años dos compañías europeas eran las primeras en este sector en el mundo, la luxemburguesa SES y la francesa Eutelsat —propietaria de OneWeb—, ahora se ven sobrepasadas por la norteamericana.

Los satélites de los que hablan estos dos consultores franceses se lanzan hacia unas órbitas que están a una distancia de La Tierra de unos 500 kilómetros y tienen una gran ventaja cuando se trata de ofrecer servicio de comunicaciones: son mucho más rápidos en devolver la señal que los satélites de órbitas más altas (36.000 kilómetros, como Galileo) o los de una órbita media (sobre 15.000). Europa se ha movido muy bien en las órbitas más altas, pero en las más bajas ha irrumpido una competencia feroz.

“Antes, los ciclos tecnológicos eran de 15 o 20 años. Ahora, hay una disrupción con Starlink. No solo sorprende desde el punto de vista tecnológico, sino también la velocidad a la que lo ha hecho”, ahonda Miguel Ángel Panduro, consejero delegado de Hispasat, la gran empresa española de satélites y la tercera de Europa. La compañía que dirige se ha sumado al proyecto lanzado en Bruselas para que Europa cuente con comunicaciones seguras y autonomía para la defensa, IRIS². Un proyecto de 10.500 millones de euros, de los que 6.500 saldrán de las arcas públicas y el resto de las compañías privadas que se han unido, principalmente Eutelsat, SES y la firma española, adquirida recientemente por la tecnológica Indra, en la que la SEPI tiene el 28% del capital. El ejecutivo español destaca que en este proyecto la UE se ha movido rápido para lo que suelen ser los tiempos habituales en estos programas: lo puso en marcha hace apenas dos años el comisario de Mercado Interior de la anterior Comisión, Thierry Breton, y en diciembre ya se había adjudicado.

El objetivo es tener una red de unos 300 satélites activos en 2030 con unas capacidades similares a las de Starlink. No se trata de competir en el servicio, como recuerdan una y otra vez desde la Comisión y varios de los actores consultados para este reportaje, porque IRIS² busca dar comunicaciones seguras a Gobiernos y ejércitos, y Starlink, aunque suministre ese servicio a Ucrania ahora, tiene una vocación más comercial. Además, difícilmente podrían, ya que a día de hoy la red de Musk supera los 6.000 aparatos orbitando sobre La Tierra. Pero también las empresas que participan en este proyecto podrán darle una explotación comercial, aunque sea menor. “Starlink necesita más satélites porque está en órbitas más bajas”, señalan desde Eutelsat, empresa propietaria de OneWeb, que en las dos primeras semanas de marzo, entre anuncios de inversión en el sector de defensa y espacio más las amenazas de Estados Unidos sobre Ucrania, ha multiplicado su valor por cinco: hasta los 3.000 millones de euros.

Desde la patronal europea del sector, ASD Europe, se advierte de que lo que hace Space X apenas representa un 10% de toda la actividad que se desarrolla en el espacio. Su director de investigación, Pierre Lionnet, enumera que hay muchas otras actividades como las científicas, la observación de la tierra o la geolocalización. Starlink, viene a decir, no sería más que una red de telecomunicaciones. Y defiende una y otra vez que Europa es una potencia en el uso civil. Apunta que comparar a los proveedores de servicios de la UE, básicamente OneWeb, en ese segmento es como hacerlo “entre un Porsche y un Fiat, uno produce 1.000 unidades al año y otro un millón”.

Sin embargo, la UE ha decidido entrar en esa carrera con esos 10.600 millones, que tienen también el objetivo, no confesado oficialmente por las instituciones, de introducir demanda en un sector que vive un momento de fusiones y adquisiciones: por ejemplo, no hace mucho que Eutelsat compró OneWeb o que Indra se hizo con Hispasat. “Se va a facilitar el fortalecimiento de la industria europea en un momento como este, en el que está habiendo un corriente mundial de consolidación”, apunta Panduro. Dicho de otra forma, se trata de estimular la demanda industrial también hacia los fabricantes europeos, como Thales o Airbus, alguno de los cuales no está en su mejor momento (Airbus anunció en diciembre el recorte de 2.000 empleos en su división de espacio y defensa).

Esos 10.600 millones pueden ser una herramienta para impulsar las inversiones. También puede ayudar el anuncio que ha hecho este sábado en el diario Financial Times el comisario de la Industria de Defensa y el Espacio, Andrius Kubilius, que explicó que la Comisión estudia crear un nuevo programa de satélites para la inteligencia militar. Incluso, hay esperanzas de que una parte importante de esos 800.000 millones de euros para el plan de rearme que ha anunciado el Ejecutivo de la Unión sirva para impulsar la industria. “Puede ayudar mucho”, apunta Pleney, de NovaSpace.

Desde luego, debería ser mucha la porción del pastel que le tocara a la industria europea de satélites para situarse en una posición de partida similar al de Space X. No es fácil saber cuánto ha recibido la empresa de Musk del Gobierno estadounidense. Varias de las personas consultadas se declaran incapaces de calcularlo, pese a ser expertas en el sector, pero todas coinciden en que son decenas de miles de millones de dólares en los últimos años.

Hacia un nuevo modelo

Con ese respaldo, Musk ha logrado algo que le permite ser muy competitivo: tener un negocio integrado verticalmente en todas las partes de su negocio. Construye un satélite, lo lanza y después vende el servicio. El sector, tradicionalmente, funcionaba de otra forma: una empresa (Airbus) fabricaba el satélite, otra (Ariane) lo lanzaba y otra lo operaba (Hispasat). Esto ha cambiado con la expansión de los satélites de baja órbita.

Lanzar cohetes al espacio a un precio muy bajo y hacerlo muchas veces es una de las grandes ventajas que tiene la empresa estadounidense (el proyecto de Amazon, de otro oligarca tecnológico, Jeff Bezos, todavía no está operativo). Eso, y su gran competitividad, tal y como certifica Julián Fernández, consejero delegado de Fossa System, una empresa que con 10 millones en cuatro años ha colocado 20 satélites en el espacio. Los números de su compañía ejemplifican cómo está cambiando el sector en los últimos años. Fossa vende conectividad que no requiera un gran ancho de banda. “Por medio millón de euros puedes tener un satélite para el Internet de la cosas”, apunta. Frente a esto, explica que las empresas tradicionales del sector pueden fabricar un aparato por 200 millones. La tecnología de Fossa es más avanzada, aunque, admite, tiene “más riesgo”.

A su despegue ha ayudado mucho los precios con los que Space X lanza satélites al espacio. El lanzamiento de la empresa norteamericana sale por unos 60 millones de euros frente a los 75 millones de la francesa Ariane, que estará comercialmente operativo en 2027. Aunque hay una gran diferencia: la estadounidense lanzó 124 cohetes en 2024; cuando el modelo francés esté desplegado podrá lanzar 10 veces al año, según una publicación especializada que maneja Fernández.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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