James Robinson, premio Nobel de Economía: “No se puede lograr una economía inclusiva con un régimen autoritario”
El economista y politólogo de la Universidad de Chicago descarta que los modelos autoritarios vayan a superar el éxito de los sistemas democráticos, y anticipa que el modelo chino eventualmente tendrá que cambiar.
Para James Robinson (Reino Unido, 1960) la economía y la ciencia política son indivisibles. Está convencido de esto desde que él y su viejo amigo, el economista Daron Acemoglu, leyeron El nacimiento del mundo occidental de Douglas North (Premio Nobel de economía 1993) en sus años de bachillerato. Según Robinson, este libro le reveló un análisis económico e histórico de los cambios institucionales que permitieron el surgimiento de Europa en la edad moderna. “Nos convenció de que las instituciones habían sido el motor de la revolución industrial y el crecimiento económico en ese entonces”, explica el economista y politólogo; que desde entonces decidió orientar su trabajo a profundizar en este enfoque y aplicarlo al contexto actual.
Más de cuatro décadas después, este profesor de la Universidad de Chicago ha recibido junto a Acemoglu y Simon Johnson el Premio Nobel de Economía, gracias a su investigación sobre la importancia de las instituciones para generar prosperidad en las naciones. A través de una videollamada, el académico explica a EL PAÍS que su obra también intenta mostrar que la herencia del colonialismo ha dificultado el desarrollo económico en algunos países, sobre todo en Latinoamérica y África, una idea que desarrolla en obras como Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza (2012) y El pasillo estrecho: Estados, sociedades y el destino de la libertad (2020).
Pregunta. En el pasado, usted ha criticado los enfoques económicos centrados en los mercados o en las empresas ¿Por qué decidió centrarse en el papel de las instituciones?
Respuesta. Nuestro trabajo se centra en estudiar y entender cómo se organizan las instituciones y cómo impactan en los resultados económicos. El problema con los enfoques más ordinarios de la economía es que intentan tener una disciplina separada de la historia y de la sociedad. No creo que esto sea posible. Por eso, mucho de nuestro trabajo es histórico y profundamente político. Incluso sociológico para analizar por qué las sociedades funcionan de cierta manera.
P. ¿Cuáles son los elementos clave que deben tener las instituciones para conducir al crecimiento sostenible de un país?
R. Los detalles institucionales cambian mucho en cada parte del mundo. Sin embargo, en nuestro libro Por qué fracasan los países hacemos una división sencilla, centrada en la presencia de instituciones inclusivas o instituciones extractivas. Las inclusivas crean incentivos amplios y oportunidades para todas las personas por igual, mientras que las extractivas concentran los beneficios e incentivos en las manos de pocos. Muchos economistas dicen que el desarrollo viene del emprendimiento y la innovación, pero en realidad parte de los sueños, la creatividad y las aspiraciones de las personas. Para ser próspero hay que crear una serie de instituciones que puedan cultivar este talento. Sin embargo, si uno mira países como Colombia o Nigeria, el talento se desperdicia porque la gente no tiene oportunidades.
P. Algunos sostienen que el protagonismo del Estado y la excesiva regulación en Europa han contribuido a su actual crisis de competitividad. ¿Cree usted que esto es cierto?
R. Las instituciones pueden ser un obstáculo para la competitividad. Sin embargo, hay que pensar en el impacto que la integración europea tuvo sobre países como España, Portugal o los ex países soviéticos. Son historias de éxito fabulosas. Se ha dado una transición casi sin precedentes. Es cierto que puede haber demasiada regulación o normas ineficientes, pero a grandes rasgos los efectos de las instituciones europeas han sido positivos en los últimos cincuenta años.
P. La cuestión de la inmigración divide actualmente al mundo occidental. ¿Qué se podría hacer para mejorar la situación?
R. Esa es una de las grandes cuestiones que tenemos que resolver. Si miramos a Estados Unidos, uno de los factores que lo han hecho tan exitoso es su habilidad para captar talento de otras partes del mundo. Elon Musk y Steve Jobs son ejemplo de esto. Sin embargo, puede ser difícil. No es sencillo incorporar de forma rápida a los millones de personas que cruzan el mediterráneo. Una de las formas posibles es ayudarlos desarrollarse para mejorar la situación terrible que se vive en sus propios países. No obstante, una de las mayores complicaciones es que las políticas recomendadas por las instituciones occidentales no están en sintonía con lo que ocurre en estos países (en desarrollo). En el Banco Mundial, por ejemplo, no se puede hablar de política ¿Cómo pretendemos que resuelvan problemas reales cuando no se puede hablar de ellos? Francamente no tiene sentido. Si realmente queremos cambiar el mundo, se tienen que tener conversaciones honestas. Yo lo veo lejano.
P. En todo el mundo están surgiendo regímenes autoritarios que se presentan como alternativas a la democracia. ¿Podría afectar esto a la economía mundial en los próximos años?
R. La realidad es que los países democráticos han demostrado que son mejores para administrar los servicios públicos y en lograr crecimiento rápido. Se puede encontrar ejemplos impresionantes como China entre los países autocráticos, pero no se puede lograr una economía inclusiva con un régimen autoritario y un modelo como el chino. Hay ejemplos como la Unión Soviética, que logró crecer muy rápido y lo mantuvo durante cincuenta años, pero la realidad es que por cada ejemplo de éxito hay cincuenta fracasos.
P. En el contexto geopolítico actual, ¿cree que nos dirigimos hacia un mundo más polarizado?
R. No estoy seguro. Como dije, no pienso que el modelo Chino pueda continuar. Si miras a otros regímenes autoritarios, como Irán o Rusia, son increíblemente débiles económicamente y tecnológicamente. La economía no puede florecer en un régimen autoritario. En este momento, el dinamismo tecnológico está concentrado en un solo país de este tipo y en el mundo occidental. Sin embargo, hay que considerar que, con Donald Trump, las instituciones que han engrandecido a Estados Unidos están siendo muy cuestionadas. Esto podría afectar el contexto y es por esto que la Unión Europea y la OTAN son tan importantes. Habría que ver cómo será el mundo y el partido republicano posterior a Trump. Aún es muy temprano para saber lo que va a pasar.
P. ¿Tiene el populismo alguna relación con la pérdida de conexión entre los gobiernos y los ciudadanos?
R. Sí, y un ejemplo de esto es Latinoamérica. La democracia prometía demasiado y no siempre cumplió. La vida de la gente no cambió y buscaron nuevas alternativas. Hay diversos factores por los que la democracia no ha logrado transformaciones, como el clientelismo y la corrupción. El chavismo es un ejemplo de esto. Venezuela se administraba de una manera totalmente corrupta y Hugo Chávez fue inteligente para aprovecharse. También se ve con Donald Trump, que ha llegado lejos porque se dio cuenta de que había un disgusto con la política tradicional. Los fallos de las instituciones democráticas son reales, y por eso hay que pensar cómo hacerlas más empáticas con lo que la gente necesita.
P. Ha mencionado el impacto del clientelismo en las instituciones. ¿Cómo influyen las relaciones entre las élites y los gobiernos en la economía de un país?
R. Las élites buscan concentrar el beneficio. En nuestro libro Por qué fracasan los países hacemos la comparación entre Bill Gates y Carlos Slim. En el libro contrastamos que mientras que Gates hizo su fortuna a través de la innovación, Slim lo hizo formando un monopolio de las telecomunicaciones gracias a su cercanía con el gobierno. Es un ejemplo del vínculo entre los monopolios y el clientelismo que se ha visto a lo largo de la historia en Latinoamérica desde la época colonial.
P. Algunos expertos están preocupados por el posible impacto de la inteligencia artificial en la economía global. ¿Cuál es su opinión al respecto?
R. La inteligencia artificial puede ser maravillosa, pero como todas las tecnologías, depende de su uso. Si la inteligencia artificial se usa para crear reemplazos para los humanos, eso puede ser devastador. Sin embargo, no hay razón para pensar que será así. Todo se trata de cómo se utiliza y eso depende de nuestros gobiernos. Pienso que no hay que dejar en manos de los gurús tecnológicos estas decisiones. Ellos solo piensan en lo que les genera más dinero, aunque esto no esté relacionado con el bienestar general de la sociedad. En el caso de la inteligencia artificial es muy importante, porque podría tener un impacto tectónico en el mundo.
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