Los retos de Escrivá
El gobernador del Banco de España deberá demostrar su independencia y velar por la economía europea desde el consejo del BCE
La delegación de la política monetaria por parte de los gobiernos a los banqueros centrales –hoy una práctica habitual en las economías de la OCDE– supone una gigantesca transferencia de poder de representantes electos a funcionarios no electos. Una transferencia autoimpuesta –no sin debate– por los propios gobiernos que, en el caso de la Eurozona, han hecho del Banco Central Europeo una autoridad independiente en la que se integra el Banco de España.
Dado este objetivo de independencia, el nombramiento de Escrivá al frente del Banco de España no es precisamente un ejemplo de corrección institucional, aunque sabemos que existen otros casos similares: Christine Lagarde fue ministra en el gobierno de Sarkozy, De Guindos lo fue con Rajoy y, como ellos, los gobernadores de media docena de bancos centrales en la Eurozona. El paso por la política no inhabilita para el correcto desempeño profesional en otras instituciones, aunque sería conveniente un periodo de desconexión entre este tipo de cargos.
Con estos antecedentes, el primer reto que tendrá Escrivá será demostrar su independencia. Y como el movimiento se demuestra andando, seguramente no le resulte difícil hacerlo a quien ya en el Gobierno de Coalición fue, en ocasiones, notablemente autónomo. Escrivá no sólo ha demostrado una reconocida cualificación para el cargo, sino también audacia intelectual e independencia de criterio (aun a costa de colisionar unas veces con el socio minoritario de gobierno, otras con el propio socio mayoritario que lo nombró, o incluso con ambos a la vez).
En todo caso, Escrivá tendrá además otros retos de mayor calado. Su opinión será clave en el Consejo de Gobierno del BCE, que tiene en este momento la enorme responsabilidad de evitar una posible recesión en la Eurozona. El instituto IFO acaba de pronosticar el estancamiento de la economía alemana en 2024, por lo que la senda de reducción de tipos de interés tendrá que seguir un tempo que evite el parón de la locomotora europea. Del mismo modo, la autoridad monetaria tendrá que administrar con mucha cautela la progresiva reducción de la cartera de deuda pública en su balance, a fin de evitar episodios de inestabilidad financiera.
Además, para velar correctamente por el control de la inflación, el Banco de España debiera empezar a monitorizar más a fondo la información que ofrece el nuevo Observatorio de Márgenes Empresariales. En los últimos tres años hemos visto cómo estos márgenes han empujado los precios al alza, en bastante mayor medida que los salarios. Una Curva de Phillips casi plana, como la que hoy presenta nuestra economía, debiera reducir los temores sobre la presión de los salarios en la formación de precios y llevarnos a poner el foco en el excesivo poder de mercado que ciertas empresas tienen en algunos sectores. En este sentido, impulsar una mayor competencia en ciertos mercados puede ayudar a atenuar futuros episodios inflacionistas.
Asimismo, el año pasado los bancos privados en la Eurozona recibieron 140.000 millones de euros de beneficios extraordinarios (y sin riesgo alguno), gracias a la remuneración de las reservas que estas entidades tienen depositadas en el BCE. Es un ingente trasvase de dinero público para la banca privada, en un contexto en el que el pasivo de los ahorradores apenas se remunera. Sobre esta cuestión Escrivá también tendrá que pronunciarse, dado que los gobernadores de los bancos centrales deben ser independientes del Gobierno, pero también de la banca.
Finalmente, Escrivá tendrá el reto de mantener a la institución alejada de polémicas innecesarias, como las que protagonizó en el pasado al irrumpir en cuestiones ajenas al sistema financiero y la política monetaria. La prioridad del Banco de España no debe ser dictar la política laboral o de pensiones –son pocos los bancos centrales internacionales que entran en estas cuestiones–, sino garantizar la supervisión y estabilidad financiera, y vigilar los efectos de la excesiva concentración bancaria. Hernández de Cos –un buen gobernador que entendió los retos de la pandemia y supo conducir con acierto la institución en unos años muy complicados– ya inició una cierta autocontención. Retroceder ahora sería un error.
Nacho Álvarez es profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid.
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