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Las secuelas de la guerra arancelaria: el posible fin de la OMC, pérdidas millonarias y países más pobres

El auge del proteccionismo y la división del planeta en dos bloques económicos rivales restaría al PIB mundial hasta un 7%, según distintos organismos internacionales

Canal de Suez
Un buque lleno de contenedores que quedó atrapado en el canal de Suez (Egipto) en marzo de 2021.DigitalGlobe/ScapeWare3d (DigitalGlobe/Getty Images)
Denisse López

“El invierno se acerca”. Esta frase, que parece sacada de la mítica serie de televisión Juego de Tronos, en realidad fue pronunciada por un representante noruego en noviembre de 2019, en una reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Un lustro después, sus palabras resuenan en el mismo recinto, aunque por razones distintas. Hay un repliegue del libre comercio y en su lugar, el mundo atestigua un auge del proteccionismo que puede terminar con la división del mundo en bloques económicos rivales. Reflejo de ello es la tensa relación que vive a día de hoy la Unión Europea con China a causa de los aranceles impuestos por Bruselas a los coches eléctricos provenientes del país asiático. La situación ha ido escalando hasta alcanzar un punto en el que el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, ha sugerido esta semana que la Comisión debe reconsiderar su postura sobre este tema a fin de evitar “otra guerra comercial”.

Si finalmente las guerras arancelarias se mantuvieran, la fragmentación se consolidase y la OMC desapareciese, las pérdidas serían billonarias. El Fondo Monetario Internacional calcula una reducción del Producto Interior Bruto (PIB) mundial de hasta un 7% en el largo plazo, el equivalente a unos 7,4 billones de dólares. Esto es el tamaño combinado de las economías francesa y alemana. A su vez, un informe reciente de Oxford Economics y la Cámara de Comercio Internacional señala que la hipotética disolución de la OMC reduciría el PIB de todas las regiones del mundo entre un 1% y un 6,5% de aquí a 2030.

Las cifras constatan los efectos devastadores que puede tener la fragmentación económica global. En los últimos años, las diferencias geopolíticas, la pandemia y la crisis inflacionaria han llevado a que se intensifiquen las barreras al comercio y la inversión. Global Trade Alert estima que en cuestión de un lustro ha habido casi 27.000 intervenciones gubernamentales que atentan contra el comercio internacional, mientras que Nacionales Unidas habla de una evidente caída de la inversión europea y estadounidense en China. El organismo ha advertido además de que tanto las empresas como los gobiernos son más reticentes a compartir los avances tecnológicos e integrar las cadenas de suministro con países que consideran geopolíticamente enemigos. La batalla que se libra desde 2018 entre Pekín y Washington es otro ejemplo claro, alcanzado un nuevo decibelio con el reciente impuesto del 100% sobre los vehículos eléctricos chinos, anunciado por la administración de Joe Biden.

La lectura de esta medida es una exclusión a los fabricantes chinos. Así lo ha dejado entrever incluso la Comisión Europea en un intento por diferenciarse de los estadounidenses tras haber seguido su ejemplo, con un aumento de hasta el 48% en la tasa sobre las importaciones de vehículos provenientes de Pekín. Esta decisión, según Bruselas, se toma con el objetivo de igualar las condiciones de los fabricantes europeos con los del gigante asiático, pero no expulsarlos del mercado, como es probable que ocurra en EE UU. Con todo, los analistas creen que este podría ser solo el comienzo de una escalada en la tensión comercial entre los bloques, ya que sus empresas ecológicas y tecnológicas van a la zaga de sus competidores. De hecho, hace poco Bruselas presentó el documento más detallado hasta ahora visto sobre todos los subsidios estatales chinos que afectan a los productores regionales. “Este es un informe para sentar las bases y mostrar cómo y por qué Europa está cambiando sus políticas”, dijo uno de los expertos de Bruegel al respecto.

Con este aumento de la rivalidad geopolítica, la duda es si los beneficios superan los efectos negativos. En ese sentido, los economistas y organismos internacionales advierten que cuanto más profunda es la desglobalización, mayores son los costos. La OMC concluyó en 2022 que si el mundo se dividiera en dos bloques comerciales distintos, el PIB se reduciría un 5%. El FMI habla de un impacto en la producción global que va del 0,2% hasta el 7% del PIB en un escenario de fragmentación comercial severa. Si a ello se suma el bloqueo a los avances científicos —el tan llamado desacoplamiento tecnológico—, las pérdidas podrían alcanzar el 12% en algunos países. El impacto sería de tal calibre que podría presionar el sistema monetario internacional y dar lugar a una “regionalización financiera”.

Las estimaciones de Oxford Economics contemplan una caída del PIB anual a largo plazo de más del 5% para los países en desarrollo en conjunto en caso de que este auge del proteccionismo desembocase en la desaparición de la Organización Mundial del Comercio. África y Asia Meridional serían las regiones más golpeadas por este frenazo económico, con pérdidas superiores al 6% del PIB. El daño, sin embargo, no se limita a los países en vías de desarrollo; las grandes potencias también se verían lastradas por la vulnerabilidad de la cadena de suministro global y quedarían especialmente expuestos en periodos de crisis, como otra pandemia o la guerra en Ucrania. Según estos cálculos, el Viejo Continente vería reducida su productividad en alrededor de un 1,5%.

Más allá de estas cifras, hay un riesgo latente en materia de seguridad alimentaria y energética. El bloqueo ruso a las exportaciones de trigo ucraniano en 2022 fue un factor clave del repentino aumento del 37% de los precios mundiales sobre este cereal. Esto impulsó el encarecimiento de otros alimentos y puso sobre la cuerda floja a muchos países que dependían de este suministro. El coto a las exportaciones de gas ruso también provocó en esos años la mayor crisis energética mundial que se ha visto, lo que da una idea del impacto que tiene en la práctica la fragmentación comercial.

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Sobre la firma

Denisse López
Es redactora de la sección de Economía de EL PAÍS y CINCO DÍAS. Escribe habitualmente de macroeconomía y coyuntura. Se incorporó a esta casa en 2022, después de haber trabajado en distintos medios digitales en México. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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