Palma, atascada en verano: “El autobús va lleno y pasa de largo. Tardo dos horas en llegar a casa”
Los vehículos de alquiler, la sobreocupación de los autobuses urbanos y una la falta crónica de taxis complican la vida de los residentes de la ciudad durante la temporada alta
Leo Villanueva, vecina de Palma, vive en la turística zona del Arenal y trabaja como empleada doméstica en una vivienda del Paseo Marítimo, a unos 15 kilómetros de su domicilio. Cada día tiene que coger dos autobuses para llegar a su destino. “El autobús de la línea 4 está siempre completo porque viene de la playa de Illetes. Después tengo que coger el de la línea 23 o la 25 que también están llenos de turistas porque van a la playa del Arenal. Paso de tardar una hora en hacer el trayecto de vuelta a casa en invierno a más de dos horas en verano”, asegura Villanueva, que denuncia que a lo largo este verano ya son varias las ocasiones en las que el autobús ha pasado de largo en la parada porque va a reventar de gente y no entra un pasajero más. A todo ello esta trabajadora suma los atascos que se producen cuando el autobús pasa por determinadas zonas de Palma atestadas de coches. “Creo que empezaré a ir a trabajar en bicicleta”, dice.
Los atascos y la saturación de vehículos en Palma, agravados durante la temporada turística, van más allá de una mera sensación. El último estudio del medidor INRIX de tráfico, con datos del año pasado y hasta el primer trimestre de 2024, deja a Palma como la tercera ciudad, después Barcelona y Madrid, con peor tráfico de España y con una media de 28 horas perdidas al año por los conductores durante sus desplazamientos. Unos datos que no le extrañan al presidente de la patronal del taxi de la pequeña y mediana empresa de Mallorca, Biel Moragues, que denuncia que la eficiencia de la flota ha caído un 50% en Palma en apenas dos años debido a los continuos atascos en la ciudad y sus accesos.
Actualmente hay 1.366 licencias de taxi en la capital balear que transportan a la mitad de gente por jornada que hace unos años. “Las infraestructuras viarias y el tema de transporte público son estructuras que están totalmente sobrepasadas en Palma. Con los coches de alquiler el asunto de los atascos se nota mucho, estamos hablando de una flota de 80.000 vehículos más en circulación”, señala Moragues, quien dice que es directamente imposible circular en Palma cuando el día está nublado ya que una parte importante de los turistas que se alojan en las zonas de costa de toda la isla aprovechan el mal tiempo para ir con sus vehículos de alquiler a visitar la capital balear, saturando los aparcamientos públicos y creando colas imposibles esperando que se libere un hueco, a pesar de que en un determinado momento del día se agotan las plazas.
Desde el Ayuntamiento de Palma admiten esa saturación puntual en determinados aparcamientos públicos situados en el centro histórico, como el que está ubicado debajo de la catedral o el de la plaza Mayor y que están prácticamente todo el año llenos. Sin embargo, el regidor de Movilidad, Antonio Deudero, dice que los datos municipales contradicen la sensación de saturación porque los 16 puntos de control de tráfico municipales revelan que hay menos tráfico rodado en el casco urbano de la ciudad en verano con respecto al invierno, que cuantifica en unos 1.200 vehículos menos circulando. “Es cierto que hay un estado de ansiedad por saturación de tránsito, pero son en horas puntuales de entrada y salida de colegios, de entradas al trabajo, en zonas que están cerca de la ronda de circunvalación, pero ya se están tomando medidas”, explica.
En verano se intenta contrarrestar el crecimiento de pasajeros en determinadas líneas, sobre todo las que pasan por zonas turísticas, aumentando la frecuencia de los autobuses en detrimento de aquellas que pierden usuarios. “Con esto pretendemos ayudar a que las veces en las que pasa un autobús lleno ocurran el menor número de veces posible y que cuando pase el siguiente autobús lo haga en el menor tiempo posible y el pasajero solo tenga que esperar 8 o 10 minutos como máximo hasta el siguiente autobús”. La Empresa Municipal de Autobuses de Palma ha registrado cifras récord de pasajeros este año, algo que viene motivado por la gratuidad del transporte público impulsada por el Gobierno central, pero que, según defiende Deudero, no se ha traducido en una bajada del uso del vehículo privado, que es lo que se pretendía. “Buena parte de esos nuevos pasajeros son personas que hacían los trayectos a pie y que ahora cogen el autobús”, señala.
José Garduño trabaja en el sector turístico y por cuestiones de trabajo tiene que ir a menudo al aeropuerto a por un vehículo de alquiler. Para desplazarse hasta allí utiliza el autobús urbano de la línea A-1 que cubre el trayecto entre el centro de la ciudad y el aeropuerto, una línea que concentra principalmente a turistas y trabajadores del aeródromo que pasa con una frecuencia de 12 minutos en verano. Un viaje que en las últimas semanas se ha convertido en una pesadilla para él porque va tan lleno de pasajeros que pasa de largo y deja a los usuarios que esperan en la parada compuestos y sin transporte. “No tiene suficiente capacidad, va a reventar da igual la hora a la que vayas”, lamenta Garduño, que denuncia que algunos pasajeros y turistas tratan de hacerse un hueco a base “de codazos y de colarse”, lo que convierte la misión de subir al autobús en una experiencia “muy desagradable”. Su alternativa, pagar un taxi —si lo encuentra— para que le lleve al aeropuerto por 16 euros.
Sin embargo, esa caza de un taxi es muy complicada para los usuarios habituales de los autobuses porque los taxistas no pueden canalizar la demanda. “El tema es que el transporte público no da abasto y nos crea un gran problema a los taxistas. Lo mismo pasa con los cruceros masivos que no traen servicios de transporte y se nos juntan de golpe 6.000 o 7.000 personas que quieren contratar un taxi. Nosotros tenemos problemas por carencias de otros servicios y al final el que se ve perjudicado es el residente que necesita un taxi para ir al centro de salud o a hacer algún recado”, señala. Moragues no comparte los datos del ayuntamiento de una bajada en la circulación de vehículos en verano y, de hecho, denuncia que las obras en plena temporada alta en arterias importantes de la ciudad “han generado un caos descomunal” provocando aún más atascos. Mientras que en invierno un trayecto de ida y vuelta entre el aeropuerto y Palmanova se cubre en apenas una hora, en verano se dispara a más de dos. “Al final, el principal perjudicado de todo es el residente”, lamenta.
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