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Baleares sale a la calle para protestar contra la masificación turística

Más de 20.000 personas se suman en Palma a la primera gran manifestación en la comunidad para exigir límites al turismo. El centenar de entidades adheridas pide abandonar el monocultivo turístico

Lucía Bohórquez
PALMA DE MALLORCA, 21/07/2024.- Varios miles de mallorquines han salido este domingo a la calle para protestar contra la masificación turística en la isla, la caída de los salarios, la pérdida de calidad de vida por los atascos en carreteras y playas, el ruido, el consumo del territorio y el continuo aumento del precio de la vivienda para alquilar o comprar. EFE / Cati Cladera.
PALMA DE MALLORCA, 21/07/2024.- Varios miles de mallorquines han salido este domingo a la calle para protestar contra la masificación turística en la isla, la caída de los salarios, la pérdida de calidad de vida por los atascos en carreteras y playas, el ruido, el consumo del territorio y el continuo aumento del precio de la vivienda para alquilar o comprar. EFE / Cati Cladera. CATI CLADERA (EFE)

Un punto de inflexión en plena temporada alta, una llamada de atención a las administraciones para adoptar medidas y poner límites al turismo. Baleares ha salido a la calle este domingo por la tarde en Palma en una manifestación convocada para protestar por la masificación turística que asedia el archipiélago desde hace varios años. Más de 20.000 personas, según la primera estimación de la Policía Nacional, han recorrido las calles del centro de la capital balear en una marcha convocada por la plataforma ciudadana Menys Turisme Més Vida. A la protesta se han adherido otras 111 entidades sociales, sindicales y cívicas de todas las islas bajo el lema “Cambiamos el rumbo: pongamos límites al turismo”. El cálculo de los organizadores sobre su poder de convocatoria va mucho más allá del oficial y aseguran que se han alcanzado las 50.000 personas.

La manifestación de este domingo sigue la estela iniciada en 2017 con la primera gran protesta contra la turistificación. Ya el pasado mes de mayo se produjo otra movilización que aglutinó a más de 10.000 personas para denunciar una de las principales consecuencias que el turismo masivo deja en el archipiélago: las dificultades de acceso a la vivienda y el encarecimiento de los precios.

“Hay 13 turistas que vienen a las islas por cada residente. Seguimos con el argumento de que vivimos del turismo, pero no es cierto, porque desde hace muchos años los ingresos derivados de esta actividad quedan acumulados en los grandes capitales y la pobreza alcanza al 21% de la población” ha subrayado Pere Joan Femenía, portavoz de la plataforma convocante, que aboga por medidas como establecer un mínimo de tiempo de residencia en la isla para comprar una vivienda, la reducción de vuelos comerciales y la prohibición de jets privados. Otras peticiones son la eliminación de las partidas para promoción turística o la ampliación de medidas impositivas a la industria turística.

Los manifestantes han salido del céntrico Parque de las Estaciones sobre las 19:15 horas de la tarde. Desde media hora antes se acumulaban allí cientos de personas. Con pancartas con lemas como “Es hora de parar” o “La masificación no es la solución” los manifestantes también han mostrado su ironía portando un gran crucero fabricado con cartón y un enorme avión con multitud de señales que indicaban “prohibido aterrizar”. Entre los asistentes a la marcha, un grupo de amigos de Manacor han acudido con una camiseta amarilla con el lema “Basta de parque temático”. Juan, de 44 años, explica que han decidido hacer las camisetas para venderlas e invertir en acciones de protesta y de lucha contra un turismo que les afecta en su municipio a nivel de carreteras, recursos hídricos y servicios. “Todo es una pirámide, son los coches de alquiler, el ruido, las viviendas de alquiler, etcétera” denuncia.

El turismo masivo impacta de lleno desde hace años en Baleares, que bate récords de visitantes temporada tras temporada. El número de turistas los cincos primeros meses de este año ha superado todos los récords registrados, pasando por primera vez de los cinco millones de viajeros. A este ritmo es probable que este 2024 se superen los 20 millones de visitantes. Los intentos de las administraciones para rebajar esa sensación de masificación en los últimos años no han dado resultados determinantes. La comunidad tiene en vigor una tasa turística, cuenta con una moratoria de nuevas plazas, tiene prohibido desde hace años el alquiler vacacional en edificios de viviendas, ha limitado en Palma la llegada de cruceros y en Formentera se han puesto barreras a la entrada de coches, medida a la que se sumará Ibiza la próxima temporada. Sin embargo, ninguna de esas actuaciones ha dado una solución clara al problema y el descontento social crece cada vez más.

Aina, de 68 años, porta un gran cartel en el que denuncia la falta de recursos hídricos en el archipiélago y explica que los 18 millones de turistas que el año pasado visitaron Baleares equivalen a 140 millones de duchas. Afirma que está a favor del turismo, pero cree que si las futuras generaciones quieren seguir viviendo de esta actividad “no se puede matar la gallina de los huevos de oro”. “Nos estamos cargando las islas y no puede ser. Si ponemos límites ahora podríamos tener en el futuro un turismo sostenible y que respete la naturaleza”, afirma. María José es una trabajadora de 50 años que ha decidido sumarse a la protesta porque cree que debido al exceso de turismo y de viviendas de arrendamiento vacacional suben los precios de las viviendas de los residentes: “Los trabajadores no lo podemos pagar y nos vemos en la calle”, asevera. Entre los presentes, políticos de grupos de la izquierda como el PSOE, como el que fuera consejero de Turismo durante la pasada legislatura, Iago Negueruela, o el diputado y portavoz adjunto de Sumar en el Congreso de los Diputados, Vicenç Vidal.

A lo largo de este verano las pequeñas acciones de protesta en las islas han ido calando, como es la de la ocupación por parte de residentes mallorquines de la playa de Es Caló des Moro, una de las más famosas en redes sociales y a la que es prácticamente imposible acceder por las largas colas que se forman. También se organizó la Guiri marcha, en la que vecinos disfrazados de turistas pusieron en evidencia la masificación en el centro de Palma.

“La intensificación de los conflictos derivados de la turistificación se ha traducido en la quiebra de los consensos sociales en torno a las bondades del turismo. Impera una creciente sensación de que el todo turismo está expulsando a amplios sectores de la sociedad”, escribía esta semana el profesor de Geografía de la Universidad de las Islas Baleares, Iván Murray. En un largo artículo explicaba las claves para entender el camino recorrido hasta llegar a la situación actual. El portavoz del gobierno balear, el vicepresidente Antoni Costa, reclamó esta semana que la manifestación respetase los derechos de los ciudadanos y de los visitantes, mostrando su rechazo a las molestias que se pudieran causar a los turistas durante el recorrido, como ocurrió en una protesta llevada a cabo en Barcelona.

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Sobre la firma

Lucía Bohórquez
Colaboradora de EL PAÍS en las Islas Baleares. Periodista de la Cadena SER en Mallorca desde el año 2008, donde se ha especializado en temas de tribunales. Estudió Periodismo en la Universidad del País Vasco.
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