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Obituario
Tribuna
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Sobre el arte de escuchar y aprender, en la muerte de Pablo Martín Aceña

Las publicaciones del historiador son imprescindibles para conocer la evolución del sistema financiero o los vínculos monetarios entre España y otros países

Pablo Martín-Aceña, que fue catedrático de Historia e Instituciones Económicas y decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo de la Universidad de Alcalá, en una imagen de archivo cedida por la propia institución.
Pablo Martín-Aceña, que fue catedrático de Historia e Instituciones Económicas y decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo de la Universidad de Alcalá, en una imagen de archivo cedida por la propia institución.UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

La capacidad de escuchar a los demás, incluso más que la facultad de hablar, diferencia a los humanos de otros seres vivos. Así razonaba en una charla reciente Ignacio Martínez Mendizábal, paleontólogo de la Universidad de Alcalá. Pensábamos en escribir unas notas sobre Pablo Martín-Aceña y se nos vino esta idea a la cabeza porque si el acto escuchar determina la condición humana, Pablo era indudablemente humano. Muy humano.

Pablo escuchaba a cualquiera que tuviese algo interesante que contar porque poseía una pasión inagotable por el conocimiento. Y no reparaba en jerarquías: daba igual si se trataba de un catedrático o de un joven becario, como pudimos comprobar cuando, aun doctorandos, nos fichó para la comisión gubernamental que investigaba las transacciones de oro entre España y el Tercer Reich, de la que fue investigador principal: él ya era catedrático, pero siempre trabajamos en pie de igualdad. Un cuarto de siglo después, aún podían constatar su generosidad intelectual los becarios de la Residencia de Estudiantes, de la que fue subdirector, con quienes intercambiaba experiencias y conocimiento desde el más absoluto respeto académico.

Pablo Martín-Aceña fue uno de los renovadores de la historia económica española. El libro La Nueva Historia Económica en España, que coordinó en 1985 junto con Leandro Prados de la Escosura, ofició como manifiesto fundacional de una generación que entroncaba con las nuevas corrientes que venían de Estados Unidos e incorporó a su trabajo el análisis econométrico, la teoría económica y la perspectiva del largo plazo. A contracorriente de las interpretaciones frecuentes por entonces, aquellos jóvenes historiadores sostuvieron que la historia española no había sido una sucesión de fracasos, que nuestro país encajaba en patrones de la historia europea. Un mensaje por entonces revolucionario.

En este contexto de renovación, Pablo Martin-Aceña se centró en las políticas monetarias. Sus publicaciones son imprescindibles para conocer la evolución del sistema financiero español, la historia del Banco de España, los vínculos monetarios entre España y otros países o las crisis financieras que han jalonado los siglos XX y XXI. Destacan, en este sentido, sus libros La política monetaria en España. 1919-1935, El servicio de Estudios del Banco de España 1930-2000 o El oro de Moscú y el oro de Berlín.

Al tiempo, lideró junto con Francisco Comín los estudios sobre historia de la empresa pública, una línea de trabajo que dio sus frutos en publicaciones de referencia sobre el INI, la RENFE y la Tabacalera o en el volumen coordinado por ambos Historia de la empresa pública en España. También contribuyó a renovar los estudios sobre la economía durante la guerra civil, impulso que cristalizó en el libro La economía de la guerra civil, coordinado junto con Elena Martínez.

Pero su especialización económica nunca mermó el interés por otras disciplinas. Disfrutaba intercambiando experiencias con científicos sociales, con intelectuales, artistas o literatos de cualquier ámbito. Cultivaba una perspectiva global del pasado que dio pie a numerosas colaboraciones con historiadores de otras áreas como Santos Juliá, Pepe Álvarez Junco o Mercedes Cabrera, cómplices y amigos. Mantuvo una relación constante con colegas de todo el planeta. Era un viajero audaz, un lector insaciable y un cinéfilo empedernido. Que la tierra le sea leve.


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