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El millonario ‘rey de los tornillos’ de Alemania pone en duda sus inversiones en el país tras el éxito electoral de AfD

El empresario Reinhold Würth, con más de 27.000 empleados en el país, de los que un tercio son extranjeros, asegura que sin ellos la compañía sería “un desastre total”

La candidata del partido de ultraderecha alemán Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, y los responsables del partido, tras conocerse los resultados de las pasadas elecciones europeas. EFE
La candidata del partido de ultraderecha alemán Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, y los responsables del partido, tras conocerse los resultados de las pasadas elecciones europeas. EFEFILIP SINGER (EFE)

El reciente éxito en las elecciones europeas del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), que se alzó en segunda posición por detrás de los conservadores CDU/CSU y por delante de los socialdemócratas, ha hecho que se extienda el nerviosismo entre los principales empresarios del país, que advierten que los objetivos del partido podrían poner en peligro a Alemania como lugar de negocios. Ahora, el multimillonario Reinhold Würth, conocido por el apodo del rey de los tornillos, ha dicho alto y claro lo que muchos otros empresarios solo se atreven a decir a puerta cerrada: si AfD continúa ganando poder habrá que replantearse las inversiones en el país.

En Künzelsau, una pequeña localidad en el Estado federado de Baden-Württemberg donde tiene su sede el Grupo Würth, AfD logró un 20,6% de los votos. “Si esta tendencia continúa ahora, entonces tenemos que tener cuidado como empresarios sobre dónde y cómo invertimos”, explicó el mítico empresario en la radio pública alemana Deutschlandfunk. “Ahora, por supuesto, nos tomaremos nuestro tiempo para analizar y considerar si haremos más inversiones a mayor escala aquí en Alemania o si nos trasladaremos a otro lugar”, explicó el multimillonario de 89 años y presidente del consejo de supervisión de la compañía, que cuenta con más de 27.000 empleados en el país, sobre la posibilidad de llevar su negocio a otro lugar.

El empresario justificó el hecho de poner en duda las futuras inversiones en Alemania, entre otras cosas, por las ideas de los políticos de AfD de querer deportar a las personas con antecedentes migratorios, aunque tengan ciudadanía alemana, la llamada “remigración” acuñada por la ultraderecha alemana. Los planes de AfD de querer expulsar a los migrantes del país en el caso de llegar al poder salieron a la luz a principios de año en una investigación periodística del portal Correctiv y desataron una oleada de repulsa en el país.

Würth, cuya empresa es líder mundial en el desarrollo, producción y venta de materiales de montaje y fijación, calcula que alrededor del 30% de su plantilla procede originariamente del extranjero, una cifra muy similar a la de otras muchas empresas del país. “Tendríamos enormes problemas si no tuviéramos a nuestros empleados que son extranjeros”, indicó. Si desaparecieran, sería un “desastre total”, agregó sobre el Grupo Würth, que emplea actualmente a más de 87.000 personas en más de 400 empresas con más de 2.700 sucursales en 80 países de todo el mundo y que generó unas ventas de 20.400 millones de euros en el ejercicio 2023.

Muchos empresarios hace tiempo que se dieron cuenta de que la diversidad no es solo un valor social, sino también una ventaja económica. En última instancia, la escasez de mano de obra cualificada solo puede resolverse mediante una política de inmigración específica. Según el Instituto de Investigación del Mercado Laboral y Ocupación, el país necesita cada año 400.000 trabajadores cualificados procedentes del extranjero. En este contexto, Mercedes recordó que sin extranjeros no saldría ni un solo coche de sus fábricas este año. “Tenemos una escasez de mano de obra que solo pueden cubrir los extranjeros”, señalaba por su parte recientemente a EL PAÍS el consejero delegado del gigante del acero Thyssenkrupp, Miguel Ángel López Borrego.

Antes de las elecciones, Würth —que se hizo cargo de la empresa de su padre a los 14 años y que ahora es uno de los alemanes más ricos— había aconsejado a sus empleados en Alemania que no votaran a AfD. En una carta de cinco páginas, el empresario advertía, entre otras cosas, a los que querían votar a AfD en señal de protesta de que “armar jaleo porque sí y votar a AfD por disgusto con el Gobierno de coalición —formado por socialdemócratas, liberales y verdes— es algo demasiado simple” y no es razón suficiente para votar a ese partido. Mientras, los principales empresarios del país crearon una alianza para alertar contra el crecimiento de formaciones extremistas y racistas que dañan la economía, el crecimiento y la prosperidad de Alemania, aunque en su caso evitaron hacer una mención explícita al partido.

Además de medidas antimigratorias, AfD pide en su programa “la retirada de Alemania de la UE o una disolución democrática de la UE y el restablecimiento de una Comunidad Económica Europea”. Asimismo, quiere dar marcha atrás a la eurozona que califica de “construcción fundamentalmente defectuosa” para volver a las divisas nacionales y reclama un referéndum sobre el fin del euro.

Riesgo para la economía

Con este programa, un 77% de los cerca de 900 empresarios encuestados por el instituto de economía alemana IW afirmaron que ven a AfD como un riesgo para la economía del país. Sus preocupaciones no son infundadas. “El daño económico de una salida de Alemania de la UE sería enorme: 690.000 millones de euros en solo cinco años”, escribió el IW. Además, de acuerdo con el sondeo, alrededor del 75% también está preocupado por una cultura política constructiva ya que creen que los debates podrían volverse aún más brutales con la participación de AfD. Junto a esto, el 69% teme que el partido pueda perjudicar a Alemania como lugar de negocios y en torno al 63% está de acuerdo con la afirmación de que AfD podría empeorar la cohesión de la mano de obra.

Los temores de los empresarios no son nuevos. Los expertos económicos llevan tiempo advirtiendo de que una política aislacionista, como la de AfD, en una nación exportadora como es Alemania que depende en gran medida del comercio con otros países, especialmente dentro de la UE, no solo perjudica a la economía, sino que también pone en peligro la cohesión social y abre una brecha en la sociedad. Corren el riesgo de que la región que controle este partido se quede atrás, ya que las empresas dudarán antes de instalarse allí, lo que implica pérdida de puestos de trabajo e ingresos fiscales.

Tras las elecciones europeas, la preocupación gira ahora en torno a los comicios regionales de septiembre en Brandeburgo, Turingia y Sajonia. Según todos los sondeos, AfD será la primera fuerza política en esos tres Estados federados del este de Alemania, con una estimación del 25% de los votos, un 30% y un 31,3%, respectivamente. Ante este panorama, algunos empresarios auguran un efecto negativo en las inversiones y una retirada de las empresas. De la misma manera lo ve el primer ministro de Brandeburgo, Dietmar Woidke, que lamentó la “enorme incertidumbre” para la economía que supone el auge de AfD. El político socialdemócrata dijo en Deutschlandfunk que le preocupa que los empresarios digan que ya no quieren invertir en Alemania en vista del resultado del partido de ultraderecha.

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