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Unión Europea
Tribuna
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Jacques Delors, la economía y lo social

Entre sus lecciones, nos enseñó que el gran valor del modelo europeo, en el que hay que perseverar, es la búsqueda de la armonía entre el capital y el trabajo; entre el Estado, el mercado y la sociedad

Jacques Delors
Fotografía de archivo, tomada el 28 de noviembre de 1998, de Jacques Delors, expresidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1994,Nathalie Koulischer (REUTERS)

No fueron tantos años. Jacques Delors fue nombrado ministro de economía y finanzas del primer gobierno Mitterrand en 1981 y abandonó la presidencia de la Comisión Europea en enero de 1995. En un tiempo marcado por la euroesclerosis, la inflación y el estancamiento económico, en pleno apogeo del neomonetarismo anglosajón, consiguió impulsar un salto adelante para el proyecto europeo que alumbró la Unión Europea que habitamos hoy.

Son bien conocidos los hitos de aquella hazaña política y su protagonismo en su consecución. El Acta Única de 1986 ya contenía los principales pilares: la creación de un verdadero mercado único en el que se hicieran efectivas las libertades de circulación de bienes, servicios, personas y capitales, el Comité Delors que preparó el informe para la creación de la Unión Económica y Monetaria y el desarrollo de la política de cohesión. Se trataba de profundizar la integración económica combinando la competencia en el mercado interior, la estabilidad monetaria y los mecanismos de solidaridad.

Ese gran programa político de fortalecimiento del proyecto europeo que fue su gran realización plasmó su visión de la economía, la sociedad y la política, adquirida durante su larga carrera de servidor público y militante sindical. Comenzó a trabajar muy joven en el Banco de Francia, donde aprendió los mecanismos de funcionamiento de los mercados monetarios y de deuda, además de conocer de primera mano las dificultades para vencer la inflación. Pasó después a la Comisaría General del Plan, donde defendió como asesor un enfoque basado en la concertación social y en las orientaciones a medio y largo plazo del Estado, que debía empezar por la provisión de datos y diagnósticos objetivos sobre la naturaleza de los problemas. Tras pasar por el gabinete del primer ministro e inspirar la legislación sobre formación continua de los trabajadores, fue elegido parlamentario europeo en 1979 y presidió la comisión económica y monetaria. Durante todos estos años participó también en la acción sindical, animando la reflexión y el debate en el sindicato de trabajadores cristianos (la hoy CFDT).

Asumió la difícil tarea de mantener la estabilidad macroeconómica en medio del entusiasmo estatista de una izquierda francesa que llevaba fuera del poder más de veinte años. Y marcó una impronta de rigor y reforma en la política económica que no se reanudó hasta finales de los años noventa, tras años de intentos fracasados de cambio y modernización.

Delors nos deja algunas lecciones muy valiosas para la política económica y social de nuestros días. Mejorar exige un conocimiento y un análisis riguroso de la realidad. El método democrático funciona, ya sea a escala nacional o en su versión europea. Sobre todo cuando se basa en la concertación, el debate abierto, la pedagogía honesta y la búsqueda del interés común. Por último, el gran valor del modelo europeo, en el que hay que perseverar, es la búsqueda de la armonía entre lo económico y lo social; entre el capital y el trabajo; entre el Estado, el mercado y la sociedad.

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