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La última tormenta sobre Mediapro

Tatxo Benet coge las riendas en solitario de un grupo audiovisual que ha perdido en cinco años a sus dos fundadores y responsables operativos y que muestra una marcada dependencia de LaLiga

Mediapro
El máximo responsable de Mediapro, Tatxo Benet, junto a Jaume Roures, que ha salido del grupo audiovisual, en una fotografía de archivo.
Dani Cordero

Es difícil saber si Mediapro sería el gigante audiovisual que es hoy sin la cantidad de tempestades que se ha atrevido a cruzar en sus casi 30 años de historia. Afrontó un temporal cuando se hizo con los derechos televisivos de fútbol del Real Madrid y del F. C. Barcelona pagando 1.000 millones de euros por cada uno de esos contratos y abriendo una de las guerras del fútbol que le llevó incluso a presentar un concurso de acreedores de forma preventiva. Volvió a tirar de chequera cuando arrebató los de la Fórmula 1 a Telecinco, adelantándose en la negociación a la cadena de Berlusconi tan pronto como supo que en las siguientes temporadas España contaría con dos grandes premios y que ello le ayudaría a rentabilizar la operación. Tampoco se amedrentó cuando hace tres años se plantó en París para birlarle a Canal+, talonario en mano, los partidos de la Liga Francesa Profesional de fútbol. La compañía siempre ha acompañado ese arrojo de una actitud que obvia las ideologías e incluso las supuestas contradicciones cuando se trata de negocios: es capaz de distribuir la señal televisiva del Congreso y a la vez montar el centro de prensa del referéndum independentista de Cataluña de 2017.

Pero no todas esas aventuras han acabado con un final feliz. Fracasó con el lanzamiento del diario Público a través de Medipubli. Su reciente apuesta futbolística en Francia acabó de forma abrupta cuando irrumpió la pandemia en el primer año de contrato. Tras unas agrias negociaciones y una fuerte polémica nacional precedidas del impago de lo acordado a unos clubes que amenazaban quiebra, Mediapro renunció a los derechos. Fue una de las grandes tormentas, con rayos y truenos, que cruzaba el conglomerado empresarial nacido en Barcelona, aunque no la primera. Una de las peores estalló en 2018, cuando tuvo que asumir el pago de 24 millones de dólares tras declararse culpable de haber sobornado a altos directivos caribeños para conseguir los derechos de los partidos clasificatorios de tres mundiales de futbol (desde 2014 a 2018).

Aquel caso, que dejó tocada su reputación, forzó la marcha, entre otros, de Gerard Romy, uno de los dos fundadores del grupo. El otro, Jaume Roures, protagonizó la semana pasada una atropellada salida, al abandonar sus cargos como presidente y consejero delegado a instancias de Southwind Media, el fondo que controla el 80% del capital. Las discrepancias sobre su despedida han dejado tocada incluso su relación personal con Tatxo Benet, con quien compartía funciones en la empresa y amistad desde hace décadas, y que ahora ha asumido las riendas.

Hasta que un jurado de Estados Unidos destapara el escándalo de los pagos indebidos en el país, el tridente Roures-Romy-Tatxo dirigía la compañía. Un exempleado que exige anonimato señala que Benet era quien jugaba un perfil más corporativo, el que mantenía relaciones con los accionistas, antiguos como Televisa, y los actuales Southwind (80%) y WPP (9,5%). Esa capacidad, y la libertad de decidir en solitario, le dará ciertas ventajas, pero por la travesía ha perdido esa condición más operativa, que quienes conocen la casa atribuyen a sus exsocios. Romy controlaba el área técnica y era parte imprescindible del engranaje de la compra y la comercialización de derechos internacionales; Roures era el hombre de los contactos en el mundo del futbol y los contenidos, sobre todo cinematográficos, de los que se ha mostrado orgulloso de haber trabajado con Woody Allen o haber producido algunos documentales, como Las cloacas de Interior, sobre la etapa de Jorge Fernández Díaz en su etapa como ministro. Siempre desacomplejado ante los medios de comunicación, demostraba recientemente esas relaciones hace unas semanas, cuando se le inquirió por sus ayudas económicas al Barcelona en la actual época de Joan Laporta. “También hemos hecho palancas con Florentino Pérez, de 6.000 millones de pesetas (36 millones de euros) en el año 2000″, señalaba, defendiendo que lo que busca Mediapro es la estabilidad en el negocio del fútbol, principal sustento de su empresa.

En todo caso, Tatxo Benet, que se sumó al proyecto poco tiempo después de que echara a andar en 1994, será el responsable de sacar a Mediapro de su último chaparrón. Queda ahora en sus manos un grupo que el pasado año ingresó 1.209 millones de euros y obtuvo un beneficio operativo bruto (ebitda) de 189 millones. Una empresa que arrastra una deuda de 435 millones y suma unos 7.100 empleados. Es también un grupo que en 2018 se acercó a un techo de 2.000 millones de facturación (según datos de Moody’s) que no ha podido recuperar tras el golpe de la pandemia y del que Fitch ha advertido de una excesiva dependencia de los derechos internacionales de la Liga de Futbol Profesional española. Según la agencia de calificación, representarán el 40% del ebitda este año y previsiblemente esa rentabilidad se irá reduciendo en los siguientes ejercicios: toca buscar alternativas.

El negocio de los derechos audiovisuales

Mediapro logró renovar en mayo pasado el contrato con LaLiga, su mayor fuente de beneficios, hasta la temporada 2028-29. El nuevo contrato, sin embargo, apunta a no ser tan rentable como los anteriores, debido a que se han reducido las variables de remuneración y el mapa de difusión se ha reducido (ni Oriente Próximo, ni África del norte, ni Estados Unidos entran en el nuevo contrato).

Desde los orígenes de Mediapro, la explotación de los derechos audiovisuales ha sido el principal negocio de la compañía. En los últimos lustros ha buscado diversificar sus fuentes de ingresos con tres divisiones más: la producción, emisión y distribución de eventos; la producción y distribución de contenido para las diferentes plataformas de streaming y un área de innovación y nuevos negocios en el que se incluyen los eSports. “Los derechos siempre han sido una cosa de la casa y siempre tienen ese grado de incertidumbre de cuando se acaban, pero el negocio cada vez está más equilibrado”, indican fuentes de la compañía, que evitan ofrecer la distribución de los ingresos. Fitch subrayaba en su informe que a largo plazo Mediapro puede tener que vérselas con nuevos operadores como Amazon que le hagan la competencia en el segmento de los derechos deportivos, pero también en la producción cinematográfica y de series, como ya lo son el resto de plataformas de contenidos. La empresa catalana ha producido filmes de Woody Allen y Oliver Stone y tiene en su catálogo documentales y películas como El buen patrón.

Tanto Benet como Roures meditaban hace seis años salir a Bolsa, unos planes que parecen hoy aplazados. Las fuentes consultadas de Mediapro también descartan la posible venta por parte de Orient Hontai (propietario de Southwind) de su participación publicada recientemente por Reuters. El fondo chino ha alcanzado el 80% del capital en dos operaciones: en 2018 pagaron 1.016 millones por el 53,5% de las acciones. Tres años después, amplió hasta la posición actual tras una inyección de 620 millones que básicamente buscaba amortizar deuda y facilitar un acuerdo de refinanciación con sus acreedores que diera aire a la empresa, que tiene afrontar en torno a 50 millones de euros solo en intereses cada año. La cuestión es ahora saber quién adquirirá el 5% de las acciones de Roures, que ya ha anunciado su intención de vender.


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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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