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La economista Elina Ribakova: “2023 va a ser un año crítico para la economía rusa”

La investigadora del Peterson Institute asegura que los controles occidentales al comercio con Rusia pueden servir de modelo para el conflicto con China

Elina Ribakova
Elina Ribakova, economista e investigadora del Peterson institute, fotografiada la semana pasada en Madrid.Santi Burgos
Alicia González

La contraofensiva de Ucrania se libra en varios frentes. El económico es uno de ellos. Las sanciones occidentales han logrado bloquear buena parte de las operaciones financieras rusas con el exterior, pero no pasa lo mismo con las restricciones impuestas a la importación y exportación de determinados productos, como la tecnología, el equipamiento industrial o diversas materias primas. La economista Elina Ribakova (Riga, 46 años), que conoce la región de primera mano, pide persistir en los cambios regulatorios para hacer más efectivas estas sanciones. Pueden servir, dice, de modelo para otros conflictos comerciales, como el que EE UU libra con China. Colabora desde el inicio del conflicto con la Escuela de Economía de Kiev para ayudar a Ucrania con el análisis de datos y el cumplimiento de los requisitos que condicionan la ayuda internacional al país. Es investigadora visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington DC, donde reside, y de Bruegel en Bruselas.

Pregunta. Pese a todas las medidas adoptadas por la comunidad internacional, parece que Rusia ha lidiado mejor con las sanciones de lo que se esperaba, ¿no?

Respuesta. Rusia se venía preparando desde 2014 para hacer frente a las sanciones financieras y con las medidas aprobadas a lo largo de 2022 ya agotamos el margen de actuación en ese campo. Desde luego no esperaban que llegaran tan lejos, que participaran tantos países o que congelaran las reservas del banco central fuera del país, pero se habían preparado durante estos años bastante bien. Sin embargo, las más importantes, las sanciones energéticas, no se han puesto en marcha hasta finales de 2022 y febrero de 2023. Eso significa que Rusia ha podido beneficiarse de los altos precios del petróleo registrados el año pasado, cuando casi se duplicaron, y del encarecimiento del gas a lo largo del año pasado. Eso supone que directamente les dimos más dinero. Y en tercer lugar, algunas sanciones no se pueden aplicar de la noche a la mañana, llevan su tiempo.

P. ¿Y qué está fallando?

R. Hay varias razones. Por un lado, hay países como China, Turquía y algunos miembros de la Comunidad de Estados Independientes que están ayudando a Rusia a sortear las sanciones. Una ayuda que es crítica para Rusia, porque necesita todos los recursos imaginables para poder mantener el gasto militar. Por lo que afecta al control de las exportaciones, hemos comprobado que lo que funciona sobre el papel no necesariamente funciona en la práctica.

P. ¿En qué sentido?

R. Necesitamos regulación internacional y coordinación entre las instituciones. Después de 10 años de cambios legislativos, hoy las operaciones que se realizan a través de los bancos dejan rastro, las entidades tienen que cumplir con determinadas normas nacionales e internacionales, registrar la información correspondiente y facilitarla a las autoridades. Es fácil imponer sanciones en ese ámbito. Pero no sucede lo mismo con las exportaciones, no hay un organismo internacional equivalente al Banco de Pagos Internacionales que se encargue de establecer unas normas comunes sobre los registros de las exportaciones, las empresas no están obligadas a llevar a cabo una auditoría externa sobre sus ventas a terceros países, las aseguradoras en muchos casos no pueden facilitar información ni a los propios Gobiernos por las leyes de protección de datos… Todo eso impide que haya un buen análisis de los datos y los cambios para corregirlo se llevan a cabo muy lentamente. Más que nuevos paquetes de sanciones hay que avanzar en esa dirección. No solo para el caso de Rusia, también por China.

P. ¿Por qué China?

R. En Washington, como parte de la guerra comercial abierta con China, se insiste en establecer controles a la exportación al gigante asiático pero el ejemplo de Rusia demuestra que si no tienes la regulación y las instituciones apropiadas ni un análisis con datos fehacientes esa política es absolutamente ilusoria. En cambio, si persistimos en las medidas, son políticas muy potentes que cambiarán la economía rusa para siempre. Su desarrollo tecnológico volverá a la Edad Media, aunque a corto plazo el impacto vendrá del conflicto militar.

P. Hay analistas que hablan de un punto de inflexión de la economía rusa en 2023, derivado del déficit por cuenta corriente, del elevado gasto militar, las dificultades presupuestarias, la devaluación del rublo…

R. Efectivamente va a ser un año crítico. Este año Rusia no va a tener un shock positivo como en 2022: los precios del gas y el petróleo son mucho más bajos y se ha puesto en marcha el embargo por parte de la UE, que reducirá sus ingresos. Eso va a poner mucha presión sobre el presupuesto porque aproximadamente el 40% de los ingresos federales proceden directamente del petróleo y del gas y este año van a aportar al presupuesto la mitad que en 2022. De hecho, el objetivo de déficit era del 2% para este año y ya lo superaron en los dos primeros meses. Solo la partida militar absorbe el 25% de los gastos.

P. ¿Es sostenible el esfuerzo militar en esas condiciones?

R. Sin ajustes, ese ritmo de gasto supone que el déficit rondará el 6% o el 7% en este ejercicio. Pero a diferencia de las sociedades occidentales, Rusia puede recortar el gasto social, en educación, en sanidad, en proyectos medioambientales porque son autócratas que no dependen de unas elecciones libres y transparentes. Además, están obligando a los bancos rusos a comprar deuda pública, que ya representa el 10% de sus activos.

P. ¿Qué nivel de precios del crudo necesita el presupuesto ruso para mantener el equilibrio?

R. Lo que recoge el presupuesto es una cotización de 70 dólares por barril de tipo Urals, la referencia para el crudo ruso. Pero la realidad es que la referencia se ha roto. Hay mercados a los que vende por encima de ese nivel, como a China, y a otros como a la India a los que vende a poco más de 40 dólares. El mercado se ha vuelto mucho menos transparente y más fragmentado. La clave está en si con el aumento de los costes de transporte esos niveles de precios son rentables para las empresas rusas.

P. ¿Entre la movilización para el frente y la gente que se ha marchado del país, tiene Rusia un problema de mano de obra?

R. Nuestros datos apuntan que han salido del país no menos de 500.000 personas, aunque puede ser casi el doble. Los 300.000 hombres movilizados para el frente son solo la primera tanda, que tendrá que seguir si sigue la guerra porque muchos están perdiendo la vida. Ahora mismo Rusia tiene la tasa de paro en su nivel histórico más bajo, apenas unas décimas por encima del 3%, porque ya no tiene gente para trabajar. Todos esos factores van a llevar el potencial de crecimiento a medio plazo a cero o incluso en terreno negativo. Pero a Putin lo que suceda después de él no le importa.

P. ¿Después de lo que pasó en 2022 con la energía, puede lograr Putin alguna concesión occidental por permitir la salida de grano de Ucrania?

R. Igual que hizo con la energía, Rusia está utilizando ahora los cereales como arma pero dudo que vaya a tener éxito. No hay ninguna discusión sobre las condiciones que ha puesto Rusia para permitir la salida de cereal de Ucrania, como la vuelta de los bancos rusos al sistema de pagos Swift. Ninguna en absoluto. Desde luego eso va a tener impacto sobre la economía ucrania, necesitada de esos ingresos, y sobre el precio de los alimentos para buena parte de los países emergentes, especialmente en Oriente Próximo.

P. ¿Cómo ha afectado a las dinámicas internas el levantamiento de Wagner?

R. Aún faltan muchas claves de lo que pasó aquel fin de semana, porque Wagner es un producto del propio régimen, pero ha dejado dos mensajes muy potentes. El primero, ha evidenciado que Putin no tiene el control del país, y el segundo que ha asestado un duro golpe a su narrativa de que es capaz de imponer su voluntad y tomar represalias en caso contrario. Y las empresas han tomado nota. Son muchas las que, como Gazprom, han reforzado tanto su seguridad que casi se puede hablar de que cuenta con un pequeño ejército privado. Imagino que Rosneft habrá hecho lo mismo y el país, en general, se está armando.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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