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La India, entre el brillo económico y el espejismo

Analistas y organismos internacionales prevén años de crecimiento y desarrollo, pero sobre el terreno algunas voces expresan su escepticismo y alertan de que la realidad es muy distinta

Guillermo Abril
Un grupo de personas camina a principios de junio frente a la tienda Apple recién inaugurada en Nueva Delhi, la segunda en la India.
Un grupo de personas camina a principios de junio frente a la tienda Apple recién inaugurada en Nueva Delhi, la segunda en la India.Guillermo Abril

Hay muchas versiones de la India. En una de ellas, uno puede pedir mediante la aplicación Uber un autorickshaw —uno de esos pequeños vehículos destartalados— y atravesar a bordo la ciudad eternamente congestionada, una jaula de grillos de pitidos de claxon, hasta plantarse en uno de los lujosos centros comerciales abiertos en la zona sur de Delhi. Junto a la entrada hay familias que duermen en la calle.

En el interior, tras dejar atrás la tienda recién inaugurada de Apple (también hay comercios de Zara, Chanel, Dior, Decathlon o Massimo Dutti), un socio de la rama local de una de las grandes firmas de consultoría espera sentado en la mesa de un restaurante indio vegetariano. Viste “casual”, como un viernes en la oficina. Se dedica a fusiones y adquisiciones, está especializado en infraestructuras, y tiene un diagnóstico sobre la situación económica de su país: “A India le está yendo bastante bien”.

El ejecutivo, que por exigencias laborales prefiere guardar anonimato, percibe un sentimiento “positivo” generalizado. La idea se repite en diversas conversaciones en la capital: se intuye el frenesí propio a un país que acaba de superar a China en habitantes, convirtiéndose así en el más poblado del planeta, y que acoge este año las reuniones del G-20, el grupo de las principales economías del planeta.

Otras voces expresan escepticismo: creen que, a pesar del “potencial” y la “coyuntura internacional favorable”, el auge de la India no es un “destino manifiesto” y dependerá de las políticas que se apliquen. En el fondo, la gran pregunta es si este enorme subcontinente, que es el de menor renta per cápita de todos los países que se darán cita en el G-20 (poco más de 2.000 euros anuales), vive un momento dulce con perspectivas de desarrollo y crecimiento reales o si se encuentra, por el contrario, enfrascado en un espejismo de sensaciones y expectativas.

A su favor juega ese contexto global que ve en India un contrapeso de China. Cuenta con el amparo de Occidente. El primer ministro, Narendra Modi, visitó Estados Unidos la semana pasada. “Dos grandes naciones, dos grandes amigos, dos grandes potencias. Salud”, brindó su anfitrión, Joe Biden, durante una cena de Estado. En la lista de invitados había altos ejecutivos de Silicon Valley, entre ellos Tim Cook (consejero delegado de Apple) y Sundar Pichai (Google), que es de origen indio. Modi regresó a casa con jugosos acuerdos en todo tipo de sectores: de energías renovables a minerales críticos y defensa. La compañía de chips de memoria Micron anunció inversiones millonarias para construir una planta en Gujarat. Modi también se vio con el magnate Elon Musk, el cual se declaró “fan” del político indio. Hablaron, también, de una posible inversión en el país de su compañía de coches eléctricos, Tesla.

Mientras, la India sigue gozando de lazos con Rusia, un aliado histórico. Es una potencia nuclear, una voz tenida en cuenta por el sur global, y se ha convertido en algo similar a un islote de crecimiento en un mundo de tempestades. “El Banco Mundial teme que la actual caída del crecimiento económico mundial desemboque en una década perdida [a escala mundial]”, afirmaba en abril Rumki Majumdar en un estudio de Deloitte. “A pesar de este pesimismo, muchos analistas de mercado creen que bien podría ser esta la década de la India. Y hay suficientes razones y datos para respaldar esta afirmación”. Pero algo falla aún, añadía: “La inversión de capital, especialmente en el sector privado, ha quedado rezagada hasta ahora”.

6,8% de crecimiento en 2022

Algunas cifras están ahí. India creció un 6,8% en 2022 y se espera que lo haga al 5,9% en 2023, por delante de gran parte del mundo, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). El país es “uno de los puntos brillantes de la economía global en estos momentos”, según afirmó Daniel Leigh, miembro del departamento de investigación del organismo con sede en Washington, durante la presentación del último informe de prospectiva global. Para 2024, añadió, aún esperaban una India “muy fuerte”, con un incremento del PIB del 6,3%, que permitiría al país continuar “su convergencia hacia unos mayores estándares de vida y crear los empleos necesarios”.

El mercado laboral es uno de los talones de Aquiles. Los analistas del banco HSBC estiman que la India necesitará crear 70 millones de empleos en los próximos 10 años si pretende no dejar a nadie atrás y generar una espiral en la que la demanda y el crecimiento se retroalimenten. El país cuenta con el activo de la población: más de la mitad tiene en estos momentos menos de 30 años. Pero a la vez supone un reto. Está por ver si esos millones de personas encontrarán un trabajo y un salario dignos que impulsen el consumo. Las cifras de paro son relativamente bajas (un 7,7% en mayo, según la prensa local), pero el dato esconde una vasta economía informal y eminentemente agrícola: el campo emplea a un 45,5% de la fuerza laboral a pesar de representar un 20% de la economía.

Muchos de los nuevos empleos creados en las ciudades corresponden a la llamada economía de plataformas. Son repartidores y conductores precarios. “Quienes no tengan educación se quedarán atrás”, advierte el consultor.

Optimismo con cautela

Ujjwal Kant Munjal, director ejecutivo de Hero, uno de los mayores fabricantes de motos del planeta, se sube a la ola del optimismo, pero con cautela. Cree que la India tiene “la demografía correcta” y que se están tomando medidas adecuadas para “seguir siendo una economía impulsada por el consumo”. Vislumbra crecimiento en los próximos 20 años “a menos que algo dramáticamente negativo suceda”. Pero reconoce que hay otras versiones del país. “Ahora mismo tenemos una especie de crecimiento mixto en marcha”, distingue. “A una parte de la economía le va muy, muy bien. Pero si miras a la parte rural y la agricultura, va mucho más lenta”.

Kant Munjal es miembro de una familia que ha amasado una de las grandes fortunas del país. Un martes de junio se encontraba en la sede de Ultraconfidentiel, una empresa de origen francés dedicada al diseño de espacios de trabajo en la India. Estaba valorando nuevas oficinas para su empresa. En breve, contaba, tenía previsto ir de vacaciones con la familia a Mallorca.

El director ejecutivo de Ultraconfidentiel, Pierre-Arnaud Cassin, con más de una década de experiencia en India, explica que su empresa se encuentra en fase de expansión, lo cual, por su conexión con la economía real, parece un síntoma de esa efervescencia: “En términos de negocios, la India nunca ha estado tan bien”, asegura. “Estoy convencido de que estoy en el sitio correcto en el momento correcto”.

Cassin también preside el capítulo indio de los consejeros de Comercio Exterior de Francia y, junto a otros europeos, está tratando de alicatar la Federación de Negocios de la Unión Europea en India. Dice que tampoco quiere trasladar una imagen que no se corresponda con la realidad, pero la conversación gira una y otra vez en torno al gran potencial del país. Él destaca dos campos en los que el país resulta atractivo: como mercado potencial, por su enorme masa de población; y como base para fabricar y exportar.

Lejos de ser un gran exportador

A diferencia de China, India está lejos de ser una gran economía exportadora: genera por debajo del 2% de las exportaciones mundiales de mercancías, según datos oficiales. Pero la situación actual del mundo gravita a su favor. Tras la férrea política antipandémica de Pekín y su guerra comercial y tecnológica con Washington, varias compañías han comenzado a plantearse una estrategia de “China más uno”, en busca de nuevos horizontes por si vienen mal dadas. “Hay salida de empresas que no saben a dónde ir”, afirma Alicia García-Herrero, economista jefa para Asia-Pacífico del banco de inversión Natixis. Y uno de los posibles destinos, añade, es la India, que lleva años tratando de promocionar el sector manufacturero nacional y que quiere atraer ese capital.

Algunas compañías, como Apple, han comenzado a trasladar parte de su producción al país. Pero aún falta que las cifras constaten el giro: la inversión extranjera directa en India cayó un 16% en el último año fiscal, según datos del banco central del país citados por la prensa nacional. García-Herrero cree, en cualquier caso, que el cambio que se está viviendo en la India es “real”. En sectores como el de los servicios digitales, dice, “ya lo está haciendo muy bien”.

El empresario Kant Munjal cree que “la estructura de costes de India sigue siendo muy, muy favorable” para lograr colocarse como un “centro de exportaciones”; mientras, en China “han subido hasta tal punto que en los próximos años van a tener dificultades para ser competitivos”. Entre los grandes retos pendientes señala las infraestructuras, uno de los grandes “cuellos de botella” para el crecimiento de la India. Ahí están el reciente accidente de tren, que dejó al menos 275 muertos y más de un millar de heridos, seguido del derrumbe, por segunda vez, de un puente sobre el río Ganges.

Por motivos así, diversas voces mantienen su escepticismo y creen que hay mucho de bombo publicitario en torno a las expectativas. “La pregunta es hasta qué punto puede vivir de esas expectativas un país con millones de pobres”, dice una fuente diplomática europea que ve, además, varias fracturas en el país: la brecha de la desigualdad, la de los Estados del norte y los del sur, la religiosa y la que deriva de la acción del Gobierno de Narendra Modi, que ha impulsado un fuerte programa nacionalista de corté hindú, y cuya regresión democrática denuncian desde la sociedad civil y diversas organizaciones internacionales.

El crecimiento del país, añade esta fuente, se ha apoyado en parte en grandes conglomerados próximos al Ejecutivo cuyo rendimiento plantea dudas. En India está muy presente el caso de Gautam Adani, magnate indio y hasta hace poco el tercer hombre más rico del planeta, cuyo emporio se desinfló de golpe a principios de 2023, tras la publicación de un informe que lo acusaba de cometer fraude contable y de manipular las cotizaciones de sus filiales en los mercados. Las acciones de las siete principales firmas cotizadas de Adani cayeron a la mitad. Su fortuna era un espejismo. La pregunta es si el esperado desarrollo económico de la India va o no por el mismo camino.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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