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TIPOS DE INTERÉS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yo uso la guillotina, tú recoges la sangre

En España, las alzas de tipos rozan el cuello de 600.000 familias endeudadas de bajos ingresos. Y 1,5 millones dedican más del 40% de esos ingresos al pago de préstamos, personales e hipotecas

Christine Lagarde, presidenta del BCE, el 15 de junio.
Christine Lagarde, presidenta del BCE, el 15 de junio.RONALD WITTEK (EL PAÍS)
Xavier Vidal-Folch

El buen usuario de la guillotina no suele celebrar su efectividad y después lamentar la sangre que ha vertido. Salvo ciertos banqueros centrales. El BCE lleva casi un año subiendo sin pausa los tipos de interés. “Nuestras decisiones ya están afectando gradualmente a toda la economía”, se ufanó su jefa, Christine Lagarde, el pasado día 15.

Así glosaba su octava subida, que los elevó al 4% (al 3,5% el clave, la facilidad de depósito a la banca). Es la loa al “dolor” propugnado por Jerome Powell: no un daño inevitable, sino una purga deseada.

En España, las alzas rozan el cuello de 600.000 familias endeudadas de bajos ingresos. Y 1,5 millones dedican más del 40% de esos ingresos al pago de préstamos, personales e hipotecas, según el Informe de Estabilidad financiera del Banco de España (19 de abril; Cinco Días, 16 de junio)..

Amén de ese perjuicio específico, hay otro más global. El que se propina al crecimiento del PIB: a todos. El último Informe trimestral del BdeE pronostica un óptimo aumento del 2,3% para España este año.

Pues bien, atribuye el principal nubarrón contra esa expectativa a “la intensidad que el impacto del tensionamiento monetario”; o sea, “los obstáculos” que “se derivan del endurecimiento en las condiciones financieras”; y, tercera vez, a sus “efectos adversos”. Más claro, el agua.

Más claro: para toda la eurozona, el gobernador, Pablo Hernández de Cos, prevé —en sintonía de pesadumbre digna— que la escalada del interés disminuirá el PIB “en alrededor de dos puntos en el período 2022-2025″ (discurso del 22 de mayo).

En otro tono, a medias entre la complacencia del deber cumplido y la advertencia dramática, el Informe de Estabilidad Financiera de Fráncfort (31 de mayo) alerta de que ha “ha crecido el potencial para los ajustes desordenados en el contexto del endurecimiento de las condiciones financieras y la reducción de la liquidez en el mercado”: efectos precisos de su política restrictiva.

Con “la desaceleración del crédito, el coste de financiación de los bancos va a ir al alza y el bajo crecimiento afectará a la solvencia de los clientes de la banca”, dijo en su presentación el responsable de ese departamento, Luis de Guindos.

En economía, esta posición desafía la “internalización de costes”: endosa la carga por las decisiones propias a otros agentes. A la banca, por ejemplo. O en caso de una nueva crisis, al poder político (el contribuyente), que deberá pechar —en todo o en parte— con un eventual rescate bancario, usando los recursos del backstop del Mecanismo de Estabilidad (MEDE), mientras las entidades no doten del todo al Fondo de resolución. Yo, guillotino; tú, sangras.

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