Repsol gana 1.112 millones entre enero y marzo, un 20% menos por la bajada del crudo
La petrolera ve penalizada su actividad de exploración y producción, pero sus refinerías mejoran el resultado del primer trimestre de 2022. La deuda cae en 1.400 millones en tres meses y en 5.000 millones en el último año
La caída en el precio del petróleo empieza a dejar huella sobre la cuenta de resultados de Repsol, pero los beneficios siguen aún muy cerca de máximos. La mayor petrolera española ha anunciado este jueves una ganancia neta de 1.112 millones de euros entre enero y marzo, un 20,1% menos que en el mismo periodo del año anterior, en el que comenzó la invasión rusa de Ucrania. El precio del crudo ha caído en idéntica proporción en los 12 últimos meses. La acogida de las cuentas en Bolsa no ha sido positiva: las acciones de Repsol han cerrado la sesión con una caída del 4%. El mercado esperaba más.
En un contexto de paulatina distensión en los mercados petrolero y gasista, “todas las áreas de negocio de la compañía lograron resultados positivos”, según remarca la empresa en una nota remitida a primera hora de la mañana de este jueves a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). “El entorno internacional continuó estando influido por la invasión de Ucrania y las consecuentes sanciones impuestas a los productos rusos”, añade. A diferencia de otras energéticas, Repsol ya había dotado una provisión para hacer frente al impuesto extraordinario puesto en marcha por el Gobierno español para 2022 y 2023.
Por áreas de negocio, industrial (el epígrafe al que están adscritas las refinerías) se anotó un beneficio ajustado de 1.279 millones de euros en el primer trimestre, 1.044 millones más que en el mismo periodo de 2022. Hace dos semanas, Repsol ya había comunicado a los inversores que sus márgenes de refino —junto con la subida en el precio del crudo, la principal razón detrás de los históricos resultados de los últimos tiempos— habían bajado ligeramente respecto al tramo final del año pasado. Aun así, continúan muy por encima de las cifras registradas en el primer trimestre del año pasado y, sobre todo, siguen siendo claramente superiores a la media histórica. “Las restricciones de oferta a nivel mundial causadas por la guerra en Ucrania, el cierre de más del 10% de la capacidad de refino de Europa en la última década y la recuperación en la demanda originaron unos mayores diferenciales de destilados medios y gasolinas”, explica la empresa.
El área de clientes, que engloba todas las actividades de comercialización, se anotó un beneficio ajustado de 174 millones, 79 más. Esa cifra tiene visos de mejorar en los próximos meses, después de que la empresa optase por retirar el descuento universal de 10 céntimos por litro de carburante en sus estaciones de servicio en España; ahora, los descuentos estarán vinculados a la contratación de otros productos, como luz y gas. La rama de generación baja en carbono, en la que están incluidos los nuevos proyectos de renovables y en la que la compañía tiene depositadas grandes esperanzas de futuro, ganó 34 millones, seis más que entre enero y marzo de 2022.
El reverso fue Exploración y Producción, que ganó 474 millones, 257 menos que entre enero y marzo de 2022, lastrada por el citado aterrizaje en el precio del crudo y del gas, y pese a aumentar la producción casi un 8%. Tras un ligero cambio de rumbo después de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) recortase por sorpresa la producción de crudo a principios de mes, el mercado ha retomado las caídas en las últimas sesiones y el barril ya cotiza incluso por debajo del precio que marcaba antes de que el cartel cerrase el grifo.
Deuda en picado
La buena marcha de sus resultados y la venta de participaciones en algunos negocios (el 25% de exploración y producción; el 25% de renovables) ha permitido una reducción sin precedentes en la deuda neta de Repsol: los 880 millones en los que cerró marzo son 1.376 menos que a cierre de 2022 y —atención— 5.020 millones menos que hace un año. La liquidez, por su parte, creció hasta los 10.724 millones, 901 millones más que un año atrás.
En enero, la petrolera pagó un dividendo de 0,35 euros brutos por acción y ha propuesto a la junta de accionistas abonar esa misma cantidad en julio. Su compromiso: repartir 2.400 millones entre sus accionistas, un 11% más que en 2022. Una cifra a la que hay que sumar la remuneración indirecta que suponen las sucesivas reducciones de capital acometidas en los dos últimos años: solo en 2023 serán 50 millones de acciones las que comprará y amortizará, aumentando el valor de las que siguen en circulación.
La inversión crece
La inversión se mantuvo fuerte en el periodo —1.726 millones—, con dos focos prioritarios: España y Estados Unidos, países a los que la propia empresa apunta como “clave” en su estrategia. Según Repsol, más de la tercera parte del dinero destinado a crecimiento (sobre todo orgánico, pero también inorgánico) irá a parar a proyectos bajos en carbono, tal como marca el actual plan estratégico.
La fuerte generación de caja en los últimos meses, sin embargo, ha multiplicado las voces de quienes consideran que la petrolera española debería actualizar su hoja de ruta para adaptarla a un entorno de mercado mucho más propicio para el negocio de la petrolera: uno de los grandes dilemas a los que se enfrenta la dirección de la compañía es, precisamente, qué hacer con todo el dinero que se amontona en caja. “En la última presentación de resultados dije que quería ser el consejero delegado más aburrido del mundo. Si alguien espera grandes compras, no va a suceder”, ha enfatizado el primer ejecutivo de Repsol, Josu Jon Imaz, en la conferencia de analistas celebrada este jueves.
Por ahora, el camino escogido es el de la prudencia. Buena parte de las inversiones tendrán como objetivo “asegurar el futuro” de sus refinerías, según reconoce la propia compañía. Un esfuerzo que, dice, “está permitiendo que pueda dar una mejor respuesta al actual escenario de sanciones a los productos rusos: la compañía cuenta con gran capacidad para obtener mayor valor del procesamiento de crudos pesados”. Esa capacidad de procesamiento de crudo tiene especial relevancia “en el actual escenario europeo, donde se han cerrado 24 refinerías en los 15 últimos años, una situación que contrasta con la tendencia en Estados Unidos o en la región del golfo Pérsico, que prevén ampliar en los próximos años sus respectivas capacidades de refino en un millón de barriles diarios”. Tener una refinería ha pasado de ser un lastre contable, un activo con la fecha de caducidad grabada a fuego, a ser una joya.
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