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Los efectos del rescate de Credit Suisse: el encarecimiento de los bonos convertibles amenaza con restringir más el crédito

Estas emisiones, valoradas en más de 250.000 millones de euros, sirven a la banca para protegerse ante posibles turbulencias en su capital

Credit Suisse
Logo de Credit Suisse en su sede de Zurich, en Suiza.Stefan Wermuth (Bloomberg)
Hugo Gutiérrez

El rescate de Credit Suisse ha sacudido el tablero bancario europeo. En el corazón del Viejo Continente, aunque fuera de la jurisdicción del BCE, se formalizó la semana pasada la venta de un símbolo suizo al banco UBS. Una operación en la que se ha trastocado el orden de prelación habitual: los accionistas recuperaron parte de su inversión, mientras que los titulares de los cocos (acrónimo de bono contingente convertible) lo han perdido todo. En la práctica, ha supuesto para la banca un encarecimiento de estos bonos que refuerzan el colchón de capital en momentos de crisis, ya que sus titulares exigen ahora una mayor rentabilidad. Es decir, las entidades pagarán más cara su financiación y, por tanto, llega la amenaza de una restricción todavía mayor de la concesión de crédito a clientes.

Los tenedores de bonos convertibles de Credit Suisse, conocidos como AT1, perdieron 17.000 millones de dólares (unos 16.000 millones de euros), que se amortizaron en su totalidad. A los accionistas, sin embargo, fueron a parar los 3.000 millones del canje. Una cantidad, eso sí, muy lejana de los 7.500 millones en los que estaba valorada la entidad antes de la operación. “Suiza ha cruzado una línea roja cuya consecuencia inmediata ha sido poner nerviosos a los tenedores de deuda”, explica Joaquín Maudos, director adjunto del IVIE y catedrático de la Universidad de Valencia. De hecho, los mercados incrementaron con fuerza la rentabilidad exigida, casi duplicándola en algunos casos. “La financiación bancaria es ahora más cara y las entidades prestarán menos”, afirma Gordon Shannon, gestor de fondos de TwentyFour Asset Management, a Bloomberg.

Para evitar un desastre mayor y cortar la sangría, el BCE salió el lunes para tratar de parar este círculo vicioso: emitió un comunicado advirtiendo de que, en caso de crisis, en Europa asumirán las pérdidas primero los accionistas y acreedores y, solo después, los tenedores de esos bonos. “La EBA [Autoridad Bancaria Europea], el BCE como supervisor y la JUR [Junta Única de Resolución] han sido específicos en cuanto al orden de prioridad que se aplica en Europa”, enfatizaron estas instituciones en una nota conjunta. Es decir, garantiza que su inversión tendrá preferencia.

El anuncio calmó a los mercados, tanto en Bolsa como en las exigencias de la negociación por los cocos, que dejaron de caer. Aunque el nerviosismo ya había calado en un mercado valorado en más de 250.000 millones de euros (en España, la banca cotizada cuenta con más de 20.000 millones). “Si no se es capaz de restaurar por completo la confianza en que se respeten las reglas de juego en el orden de asunción de pérdidas, se encarecerá el coste de la financiación que soportan los bancos. Y esto, como es lógico, lo trasmitirán a sus clientes”, zanja Maudos.

Los bonos contingentes convertibles son una emisión híbrida: tienen características de deuda (pagan un interés al inversor) y de capital (se pueden utilizar para absorber pérdidas). De hecho, si se cumplen una serie de requisitos, las emisiones conocidas como AT1 pueden computar como capital adicional. Además, no tienen un vencimiento determinado, sino que son perpetuos, aunque las entidades se reservan el derecho de poder rescatar el bono una vez se cumpla un periodo determinado desde su lanzamiento (normalmente cinco años).

“Se crearon en la crisis anterior para reforzar el capital de la banca porque es prácticamente equiparable al de máxima calidad y se pueden convertir cuando baja de un nivel determinado”, desgrana Ángel Berges, vicepresidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Los reguladores exigen estos colchones de rescate interno para que se puedan liberar y asumir pérdidas en momentos de quiebra. Eso sí, antes se deben ejecutar escalones previos: el capital de máxima calidad, el CET1 fully loaded, más las reservas generadas por los beneficios de ejercicios previos. Después se tiraría de los cocos y luego los bonos subordinados. La idea, al fin y al cabo, es que los contribuyentes no sean los primeros en pagar los platos rotos.

El precedente del Popular

Para los bancos también resulta atractivo, ya que les permite convertirlos en acciones o se puede incluso reducir su valor si la entidad está en apuros. Existe un caso paradigmático que se usa en los organismos europeos como ejemplo: la resolución del Banco Popular, que terminó siendo absorbido por el Santander por un euro en 2017. Entonces, todos vieron cómo se esfumaba su dinero: los accionistas y los tenedores de deuda (tanto el bono contingente convertible como la subordinada). En aquella ocasión los inversores no recuperaron nada y se primó la protección de los contribuyentes y la estabilidad financiera.

“Ha aflorado un riesgo mayor del esperado con los cocos. Esto encarece la financiación: los inversores pedirán más rentabilidad por este riesgo a los bancos y, por lo tanto, concederán créditos más caros”, incide Leopoldo Torralba, economista de Arcano Economic Research. En este contexto, los grupos financieros tendrán que elegir en futuros vencimientos si emiten nueva deuda AT1 con un mayor coste o buscan otras vías para captar capital, algo difícil en un contexto de incertidumbre como el actual.

Según JPMorgan, la necesidad de refinanciar bonos convertibles puede ser un problema a corto plazo. Una idea en la que abunda Standard & Poors: “Los inversores de AT1 corren el riesgo de sufrir grandes pérdidas como parte de cualquier rescate, ya sea como parte de una resolución formal o una solución de mercado para ayudar a un banco en dificultades”. Viento en contra para un sector financiero que todavía teme una vuelta del pánico bursátil.

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Sobre la firma

Hugo Gutiérrez
Es periodista de la sección de Economía, especializado en banca. Antes escribió sobre turismo, distribución y gran consumo. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS tras pasar por el diario gaditano Europa Sur. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, Máster de periodismo de EL PAÍS y Especialista en información económica de la UIMP.

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