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“Al infierno con eso”. Biden rechaza las críticas europeas a su proteccionismo económico

El presidente de EE UU defiende su política industrial aunque haya sido objeto de quejas internacionales y anuncia un grupo para atraer inversiones con sus ayudas

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante su intervención en Springfield (Virginia).
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante su intervención en Springfield (Virginia).Oliver Contreras (Bloomberg)
Miguel Jiménez

Joe Biden quiso celebrar el jueves que la economía estadounidense sigue creciendo a buen ritmo (a una tasa trimestral anualizada del 2,9% entre octubre y diciembre), que la inflación está cediendo terreno y la tasa de paro iguala el mínimo del último medio siglo. El día en que se publicaban los datos de producto interior bruto, el presidente de Estados Unidos programó un acto con los sindicatos en Springfield, a las afueras de Washington, en el Estado de Virginia. Allí hizo gala de proteccionismo económico y rechazó las quejas internacionales (entre las que destacan las europeas) a su proteccionismo económico: “Al infierno con eso”, dijo, y se rio después.

Era un entorno propicio para un mensaje nacionalista, ante trabajadores industriales sindicados. “¿Dónde diablos está escrito que Estados Unidos no puede volver a ser líder mundial en fabricación? ¿Dónde está escrito eso? No sé dónde está escrito. Y no va a ser en mi guardia”, ha dicho el presidente, antes de referirse directamente a las protestas de otros países por su política industrial.

“Señoras y señores, estamos siendo criticados internacionalmente por centrarme demasiado en América. Al infierno con eso. Esto es muy serio. La cadena de suministro va a empezar aquí. Aquellos... aquellos países que son democracias, podrán beneficiarse de lo que estamos haciendo, y nos aseguraremos de que tengan... la cadena de suministro no termina con nosotros”, ha dicho.

Biden ha lanzado ayudas y subvenciones para potenciar la fabricación de microprocesadores y para impulsar la transición energética en Estados Unidos. La Comisión Europea ya se quejó en verano pasado de que algunas de esas medidas, en particular las incluidas en la Ley de Reducción de la Inflación, su proyecto estrella climático y fiscal, eran “claramente discriminatorias”, en particular con los vehículos eléctricos que se fabrican en la Unión Europea.

Cadena de suministro

Washington también incluyó fuertes incentivos a la fabricación de chips, aunque como Biden ha reconocido también este jueves en el acto con los sindicatos, esa decisión “ha causado cierto revuelo en todo el mundo”. El presidente de Estados Unidos se escudó en los problemas en la cadena de suministro global provocados por la pandemia y, en particular, a la crisis de escasez de microprocesadores. El encarecimiento de los chips y su menor oferta acabó encareciendo todo tipo de productos, desde los coches a los frigoríficos, pasando por los móviles y los ordenadores.

Una de las consecuencias que apuntaban los expertos que tendría la pandemia es esa reconfiguración de las cadenas de suministro globales para disminuir la dependencia de terceros países. Biden, que vio durante todo el año pasado cómo la inflación erosionaba su popularidad, ha tomado la delantera a la hora de atraer e incentivar inversiones que cambien los flujos comerciales.

Este jueves lo explicaba de nuevo en Springfield: “No podemos estar nunca en una posición en la que los fabricantes de automóviles estadounidenses no puedan hacer coches porque no hacemos chips en Estados Unidos”, ha dicho. “No podemos permitir que eso vuelva a ocurrir. Así que, lo que hicimos: con la Ley de CHIPS y Ciencia, me comprometí a que la cadena de suministro va a empezar en América, no terminar en América”, ha dicho, entre aplausos de los asistentes.

Aunque Estados Unidos siempre ha intentado diferenciar teóricamente entre sus aliados, las democracias occidentales, y otros rivales económicos como China, en la práctica las medidas proteccionistas perjudican también a las empresas europeas. Ante la dificultad de lograr algún avance, Bruselas ha empezado a estudiar su propia respuesta.

La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió en diciembre: “La UE responderá de una forma adecuada y bien calibrada”. Von der Leyen resaltó que la Ley de Reducción de la Inflación invierte a lo largo de toda la cadena de valor en sectores estratégicos. “No siempre es el caso de nuestras ayudas de Estado. Debemos adoptar una mirada nueva sobre cómo apoyar toda la cadena de valor, descender a la producción en masa de las soluciones de tecnología verde estratégica y productos finales limpios. Incluso a través de la inversión pública”, dijo.

Luego transmitió el mismo mensaje a jefes de Estado y de Gobierno en una carta en la que apuntaba a simplificar las ayudas de Estado para energías renovables, procesos de descarbonización industrial o productos estratégicos en la transición (baterías): “Tenemos que facilitar la inversión pública para impulsar esta transición sin precedentes”, decía, para añadir: “La UE es líder en tecnología limpia, quiere el liderazgo y que las empresas sigan invirtiendo aquí”.

Biden, en cambio, quiere que inviertan en Estados Unidos. No solo desoye las críticas internacionales, sino que este jueves ha dado un paso más con el anuncio de la creación de un gabinete que se llame “Invertir en América” y que vea la mejor forma de usar esas ayudas. “Voy a coger a todos esos miembros del Gabinete, secretarios de Comercio, Trabajo, Transporte, Tesoro, Energía, Salud y Servicios Humanos, y Agencia de Protección Medioambiental y los voy a poner en un subgabinete”, ha dicho. “Y van a elaborar un plan: cómo aplicamos todo lo que hemos hecho (...) Y en el proceso, os prometo lo que va a pasar: Va a atraer miles de millones de dólares más en inversión privada y obtener los mejores resultados posibles para los trabajadores y las familias estadounidenses”, ha asegurado.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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