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INFLACIÓN
Columna
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Impotencia y osadía del BCE

La inflación disparada se ha convertido en una pesadilla para ciudadanos y empresas

Un hipermercado Carrefour en Málaga.
Un hipermercado Carrefour en Málaga.TATI (Europa Press)
Andreu Missé

La incesante espiral de los precios, que en la zona euro han alcanzado el insostenible 10,7%, se ha convertido en una verdadera angustia para muchos ciudadanos y empresas. La receta principal del Banco Central Europeo, (BCE) ha sido la sucesiva subida de tipos de interés que ha despertado un fundado temor de familias y empresas por el encarecimiento de todo tipo de préstamos y elevar el riesgo de recesión. Para muchos ciudadanos resulta difícil entender que los precios hayan alcanzado un nivel tan alejado de los objetivos de inflación fijado por el propio BCE en el 2%. Es verdad que las autoridades monetarias de Frankfort han tenido que afrontar serios obstáculos como una crisis financiera abrumadora, una pandemia global y una guerra.

Las dificultades de control de la inflación han propiciado un debate entre especialistas sobre sus verdaderas causas. Un número no despreciable de expertos apunta que el aumento desbocado de los precios se debe más a un incremento de los beneficios empresariales que a los salarios. Todos los días se publican informaciones que lo ponen de manifiesto. En el caso de las petroleras, eléctricas y financieras los beneficios han superado cualquier referencia histórica. Shell, por ejemplo, ha multiplicado por tres sus beneficios y Pemex por más de nueve.

Determinadas empresas han cargado buena parte del aumento de costes a los consumidores y al mismo tiempo han aprovechado la ocasión para ampliar los márgenes del negocio. Tampoco parece adecuado centrar las advertencias en los aumentos salariales cuando su comportamiento se mantiene extremadamente moderado con alzas de entre el 2% y 4%.

Si los precios se han disparado por un excesivo poder de mercado de las empresas que actúan como poderosos oligopolios, la tarea más urgente es acabar con estas distorsiones del mercado, fortaleciendo las políticas que impiden los abusos y esta es una tarea que corresponde a los Estados. Se cumple de nuevo la advertencia del profesor José Luis Sampedro, “el capitalismo lleva la inflación a cuestas como el caracol su concha”.

En el sector financiero, una parte significativa de sus portentosas ganancias han sido facilitadas por el propio BCE a través de préstamos baratos y ventajosos a los bancos, que han devuelto cuantías menores a las recibidas. Un mecanismo pensado para asegurar que el crédito fluyera a la economía y al mismo garantizar unos rendimientos seguros a las entidades financieras. El BCE ha logrado salvar a la banca pero no al conjunto de la economía y a los ciudadanos.

Probablemente la solución a esta crisis excede a las capacidades de los bancos centrales y sea necesaria una mayor coordinación entre las políticas monetarias y las de los Estados. Distintos Gobiernos democráticos han decidido neutralizar las ganancias estratosféricas de determinadas empresas con impuestos extraordinarios para compensar a los más vulnerables. Resulta una osadía que quienes han fracasado en el control de la inflación, amparados en su supuesta independencia, cuestionen las políticas de unos Gobiernos que responden ante sus parlamentos, mientras que los errores monetarios quedan fuera de control.

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