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Repsol gana 3.200 millones hasta septiembre y reduce su deuda en más de un 60%

La petrolera dispara su dividendo, y acelera en el plan de compra y amortización de acciones

Ignacio Fariza
Logo de Repsol en una estación de servicio de Vecindario (Gran Canaria), este miércoles.
Logo de Repsol en una estación de servicio de Vecindario (Gran Canaria), este miércoles.BORJA SUAREZ (REUTERS)

Repsol estira sus días de vino y rosas. La petrolera española se anotó un beneficio neto récord de 3.222 millones de euros en los nueve primeros meses del año, un 66% más que en el mismo periodo del año anterior. La buena marcha de su negocio, espoleado por la crisis energética, le está permitiendo llevar a cabo una amortización récord de su deuda: los 5.762 millones que debía el pasado 1 de enero han quedado, nueve meses después, en apenas 2.181 millones. Un descenso del 65% en muy poco tiempo. En este proceso también ha contribuido la venta del 25% de su filial de renovables por 905 millones de euros, una transacción que se completó a finales de septiembre.

La deuda no es la única métrica que se está viendo beneficiada por el viento de cola del negocio petrolero y gasista. Con una generación de caja operativa de 6.120 millones, casi el doble que en 2021, la empresa presidida por Antonio Brufau mejorará la retribución a sus accionistas por dos vías: una directa, con un aumento del dividendo en efectivo del 11% en 2023; y otra indirecta, con una amortización adicional de acciones propias que le permitirá cumplir sus objetivos tres años antes de lo previsto.

Todo eso, sin levantar el pie en inversiones, que hasta septiembre escalan a un ritmo cercano al 50%, hasta rozar los 2.400 millones de euros, según ha comunicado este jueves a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Y con 5.900 millones en caja, 1.300 más que hace un año. Este jueves, las acciones de Repsol subían más de un 4% a media sesión, en una jornada marcada por los números rojos en el Ibex 35.

De cumplirse en los tres últimos meses de 2022 la senda de los nueve primeros —algo complicado: en el tercer trimestre su resultado neto ya empezó a echar el freno, con una caída interanual del 3%—, la petrolera cerrará el año muy cerca de borrar en dos ejercicios todas las pérdidas acumuladas en 2020 —marcado casi de principio a fin por la pandemia— y en 2019 —cuando llevó a cabo un ajuste contable de 4.800 millones para adaptar el valor de sus activos a los objetivos climáticos—. 7.100 millones de números rojos que están a punto de pasar a la historia.

Por áreas de negocio, la de exploración y producción de hidrocarburos fue la que más dinero ganó en los nueve primeros meses del año, en gran medida gracias a los altos precios del petróleo y —sobre todo— del gas. Sobre un resultado bruto de explotación (Ebitda) de más de 10.800 millones de euros entre enero y septiembre, esa división —históricamente la más rentable de la compañía— aportó 5.840, con mayores volúmenes, mayores precios de realización y el tipo de cambio euro-dólar remando a favor. El negocio industrial, un epígrafe que abarca tanto el refino —particularmente rentable en la actual coyuntura— como el de química, sumó otros 4.270 millones. Comercial y Renovables, 920. Y la parte corporativa restó 170.

Entre el segundo trimestre del año, Repsol aprovechó para aprovisionar alrededor de 2.000 millones para hacer frente al deterioro de valor de sus refinerías, “cuya rentabilidad y competitividad a largo plazo quedarían impactadas de no corregirse aspectos como la inseguridad del entorno de negocio y la presión regulatoria y fiscal en Europa”. En la explicación que aporta ahora, la petrolera obvia el principal detonante de esa futura devaluación de estas instalaciones: la electrificación del parque automovilístico europeo y mundial.

Aunque con menos contundencia que el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, que la víspera confirmó que llevará a los tribunales el impuesto español sobre las ganancias extraordinarias de las empresas energéticas, el primer ejecutivo de la petrolera, Josu Jon Imaz, ha advertido en la conferencia con analistas de que el tributo sobre los beneficios caídos del cielo que persigue la Unión Europea crea “un germen de duda” en plena transformación del sector. Y ha dejado entrever la opción de llevar parte de sus inversiones a Estados Unidos, un país que, a su juicio, ofrece una mayor estabilidad regulatoria y que ha sido uno de los destinos predilectos de inversión de Repsol en los últimos años, tanto en el plano fósil como en renovables.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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