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La luz fulmina su récord histórico en España: el precio mayorista se dispara hasta los 545 euros por megavatio hora

El estallido del gas se traduce en valores máximos a lo largo y ancho de Europa, y mete aún más presión a Bruselas para que cambie el sistema de fijación de precios

Ignacio Fariza
Precio de la luz
Vista de unas torres del tendido eléctrico, en una imagen de archivo.Efe

Las derivadas económicas de la guerra empiezan a sacudir con violencia a la Unión Europea, y la energía es su principal correa de transmisión. Con el gas disparado ante la posibilidad de que Occidente amplíe las sanciones sobre Rusia también a este campo, el precio del megavatio hora en el mercado eléctrico español se disparará este martes hasta los 544,98 euros, un nuevo récord histórico tras los 442 de este lunes. Esta nueva subida tiene impacto directo sobre más de uno de cada tres hogares y pymes, que cuentan con una tarifa regulada o PVPC (precio voluntario al pequeño consumidor). El resto lo sufrirá más adelante, a medida que les vaya tocando renovar.

El alza, además, añade aún más presión para que Bruselas tome medidas drásticas para evitar que la escalada del gas natural siga añadiendo tensión hasta el extremo los mercados eléctricos continentales. Sin cambios de calado, Europa navega en rumbo de colisión, abocada a una espiral inflacionista de consecuencias imprevisibles. Fuentes del Gobierno español, por su parte, confirman que siguen trabajando en una nueva batería de medidas para aliviar el impacto sobre los consumidores pero que esperarán a ver la propuesta de cambios de Bruselas para hacerlas públicas.

Por franjas, se superarán los 600 euros en diez de las 24 horas del día, y no bajará de los 400 —hasta hace nada, una cota que parecía inalcanzable— en ningún momento de la jornada. El momento más caro será entre las siete y las ocho de la tarde cuando se alcanzarán los 700 euros por megavatio hora. Para poner en perspectiva estos valores basta comparar con lo que sucedía el mismo día de la semana un año atrás: el precio medio no llegaba ni a 57 euros, casi diez veces menos que hoy, y en su pico —también entre 19:00 y las 20:00 horas—, se rebasaban por muy poco los 75.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia —el segundo mayor productor de gas natural del mundo y el primer proveedor europeo— ha sido el detonante final para el estallido del recibo eléctrico. La anomalía, en cambio, venía de bastante antes: en julio del año pasado se superó por primera vez el umbral de los 100 euros por megavatio (MWh), en octubre quedaron atrás los 300; en diciembre, los 350; este lunes, los 400; y este martes, los 500.

El gas, que primero subió por el brutal repunte pospandemia de la demanda asiática y que ahora lo hace a rebufo de la ofensiva militar de Moscú, ha sido el factor determinante de la escalada: cada euro de subida en el mercado TTF holandés —la referencia europea— se traduce en un repunte de alrededor de dos euros en la factura regulada de la luz. Con Occidente sopesando muy seriamente ampliar las sanciones también al sector energético, la escalada parece no tener fin.

La semana recién empezada se presume clave para el futuro de los mercados eléctricos europeos. La presión es máxima para que el Ejecutivo comunitario, en coordinación con los Gobiernos del bloque, alumbre una reformulación profunda en el sistema de fijación de precios que permita encapsular el alza del gas y evite una traslación directa sobre el recibo de la luz. Hoy, la fuente de energía que aporta el último megavatio hora que entra en el mercado —la más cara— es la que fija el valor de la luz en cada tramo horario y, por tanto, también la retribución del resto de tecnologías sea cual sea su coste de generación. Por primera vez en meses, Bruselas se muestra abierta a introducir cambios: los precios actuales son, sencillamente, insostenibles para hogares y empresas.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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