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Bruselas lanza un plan de 43.000 millones de euros para producir el 20% de los microchips de todo el mundo

La Comisión crea un fondo para fomentar la inversión en ‘start-ups’ y potenciará la construcción de megafábricas

Microchips
Planta de fabricación de Volkswagen en Alemania.  Michael Sohn (AP)
Guillermo Abril

La UE quiere recuperar su alicaída alma industrial, empezando por la producción de microchips. Bruselas ha lanzado este martes una propuesta con la que pretende llegar a alcanzar en 2030 el 20% de la cuota mundial de fabricación de microprocesadores, un sector estratégico y clave para la transformación digital y ecológica, golpeado por la crisis de suministros que ha sacudido el planeta con la pandemia. La Comisión Europea pretende movilizar hasta 43.000 millones de euros de inversiones públicas con el objetivo de cuadruplicar la actual capacidad manufacturera de la UE.

La iniciativa pretende financiar la construcción de megafábricas, prevé potenciar la creación de líneas piloto de producción, que son grandes infraestructuras que facilitan el enorme salto que implica pasar de la investigación en el laboratorio (algo en lo que la UE sí es uno de los líderes mundiales) a la producción a gran escala. Y pone la vista en la tecnología de vanguardia (como la inteligencia artificial, el 5G y el 6G o la llamada computación en el borde) para tratar de crear productos destinados a sus necesidades, como la producción de microprocesadores de tamaño inferior a dos nanómetros.

La mayor parte de las inversiones, en torno a 30.000 millones, son partidas ya comprometidas por parte de Bruselas y los Estados miembros, entre el presupuesto comunitario y los fondos de recuperación. A esto, la Comisión quiere añadir 11.000 millones más para “financiar el liderazgo tecnológico en capacidades de investigación, diseño y fabricación”, según detalla la propuesta publicada este martes por el Ejecutivo comunitario, y otros 2.000 millones adicionales de un nuevo fondo (bautizado “Fondo de Chips”) destinado a dar apoyo de capital a empresas en fase inicial, embrionaria o en proceso de crecimiento, y también a las pymes.

“Los chips están en el centro de la carrera tecnológica mundial. Son la base de nuestras economías modernas”, ha asegurado este martes la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una alocución sin preguntas. La pandemia, sin embargo, “ha puesto dolorosamente de manifiesto la vulnerabilidad de las cadenas de suministro”, ha añadido.

Entre otras medidas, la presidenta ha anunciado que se van a adaptar las normas sobre ayudas estatales “bajo estrictas condiciones” para que permitan dar apoyo público a las instalaciones de producción europeas calificadas como “primeras de su clase”. Estas compañías podrían llegar a recibir el 100% de sus necesidades de financiación con recursos públicos, según ha añadido este martes en una comparecencia Margrethe Vestager, vicepresidenta y comisaria de Competencia. “Estas instalaciones no existirían en Europa si no hiciéramos algo”, ha justificado.

Sectores en jaque

La iniciativa llega en un momento en el que los Veintisiete se juegan su recuperación. “En caso de interrupción de la cadena de suministro, las reservas de chips de Europa en algunos sectores industriales, como el de la automoción, podrían agotarse en pocas semanas, obligando a muchas industrias europeas a ralentizar o detener la producción”, alerta la propuesta de la Comisión. Debido a la escasez de chips, añade el documento, en 2021 no se pudieron fabricar 11,3 millones de coches y en algunos Estados miembros la producción disminuyó un 34% respecto a 2019, volviendo a los niveles de 1975. En España la falta de microprocesadores ha puesto en jaque la industria automovilística.

Los Veintisiete, en estos momentos, producen cerca del 10% de los chips del mundo, una industria que ronda los 500.000 millones de euros y que tiene previsto alcanzar el billón en la próxima década, por lo que la iniciativa europea implicaría multiplicar por cuatro la capacidad manufacturera europea. Taiwán, Corea del Sur, Japón y China, todos países asiáticos, concentran la mayor parte de la producción mundial de este diminuto objeto de deseo tecnológico cuya carencia, según ha asegurado Von der Leyen, “ha ralentizado la recuperación” tras el zarpazo del coronavirus.

El desembolso de 43.000 millones, según Bruselas, se encuentra a la altura del que ha previsto Estados Unidos para impulsar también la industria nacional de semiconductores, de unos 52.000 millones de dólares (unos 46.500 millones de euros).

Estrategia de reindustrialización europea

La estrategia de los microchips se encuadra en una tendencia europea por recuperar parte del esplendor industrial perdido, de la que se habla mucho, pero que avanza poco. En 2020, poco después del primer electroshock de la pandemia, y alertada por los primeros signos de lo que se convertiría en la globalización agrietada de nuestros días, Bruselas sometió a un profundo análisis las carencias de su industria. Las conclusiones fueron demoledoras. La Comisión identificó “137 productos (que representan el 6% del valor total de las importaciones de bienes de la UE) en ecosistemas sensibles de los que la UE es muy dependiente”, según el informe publicado en mayo de 2020. Mencionaba carencias en materias primas, ingredientes farmacéuticos y sectores clave para acometer la transformación ecológica y digital del bloque comunitario, como la microelectrónica. También subrayaba que la mitad de las importaciones de bienes de los que era altamente dependiente procedían de China. Y de entre las más de 5.000 importaciones analizadas, 34 fueron consideradas “potencialmente más vulnerables” por la poca capacidad de la UE de diversificar o de sustituir con producción propia.

El comisario europeo Thierry Breton, al frente de Mercado Interior e Industria, ha sido uno de los encargados de batirse con estos problemas (también se encuentra detrás de la propuesta sobre semiconductores). Y el modelo es el de la producción de vacunas contra la covid. Cuando a principios de 2021 no terminaba de arrancar la fabricación europea de viales, la presidenta Von der Leyen le pidió que encabezara una división especial para dinamizar la manufactura. Ha sido uno de los casos claros de éxito del Ejecutivo comunitario: ahora los Veintisiete producen a un ritmo de 300 millones de dosis mensuales, y se han distribuido más de 1.200 millones de pinchazos en la UE y otros 1.600 millones fuera de estas fronteras, a más de 150 países.

Los frentes del francés Breton, un infatigable ex consejero delegado de empresas del sector tecnológico, preocupado por la “geopolítica de las cadenas de suministro”, van desde la industria aeroespacial a la de defensa europea, que cobrará protagonismo en una cumbre prevista este primer semestre del año.

Las iniciativas de Bruselas cuentan también con críticos. Wolfgang Munchau, del laboratorio de ideas Eurointelligence, ha puesto en cuestión la nueva estrategia de semiconductores al asegurar que “la idea es construir tres o cuatro megafábricas para la nueva generación de chips de 2 nanómetros, y permitir que los proyectos se financien con subvenciones del 100%”, según un texto reciente. En su opinión, la mayor parte de las inversiones anunciadas corresponden a fondos nacionales “reclasificados”. Pero duda de que los gobiernos quieran desviar “sus propias inversiones para financiar una megafábrica en otro país de la UE”. Y critica la vieja fórmula de reasignar inversiones ya previstas, mientras al otro lado del Atlántico tienen otro enfoque. “El problema de Europa es la falta de una unión de mercados de capitales”, asegura. “Por ello, la UE sigue luchando por crear un floreciente sector de capital riesgo, que es la base de la innovación que vemos en Estados Unidos”, agrega.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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