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Finanzas climáticas, eppur si muove

Durante la semana pasada (19-23 de abril) han tenido lugar diversas noticias vinculadas a finanzas sostenibles. Sus implicaciones en el largo plazo son importantes tanto en términos políticos, como económicos y financieros

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En primer lugar, cabe destacar el anuncio de varios gobiernos de aumentar su compromiso de descarbonización fijando hitos y fechas a la evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas a sus países. En este sentido, en la cumbre climática celebrada el pasado jueves 22 de abril, el gobierno de Estados Unidos anunciaba que se comprometía a reducir las emisiones hasta un 52% con respecto a los niveles de 2005 y que se fijarían las pautas para alcanzar la descarbonización de su economía como muy tarde en 2050. Una propuesta similar, aunque menos ambiciosa hacían en dicha reunión Japón (-46%) o Canadá (-45%), que por otro lado ya se habían comprometido en el pasado a alcanzar una actividad sin emisiones netas en 2050. Hay que recordar que países como China, Corea del Sur, Reino Unido y la Unión Europea habían fijado metas similares durante 2020.

Este conjunto de países por si solos suponen en la actualidad más del 50% de las emisiones globales, y su compromiso marca una señal clara a los mercados, empresas y ciudadanos. En las próximas fechas se tomarán medidas que permitan transformar la actividad económica para que ésta no genere una creciente desestabilidad climática derivada de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera y en los océanos. Se espera que los recortes de emisiones de EE. UU. provengan de plantas de energía, automóviles y otros sectores de la economía, cuyas metas específicas serán fijadas a lo largo de este año. La Unión Europea ya está marcando su propia senda en el marco del Pacto Verde Europeo que también tendrá implicaciones en muchos sectores.

Este movimiento hay que encuadrarlo en la lógica planteada en el Acuerdo de París en 2015. Los países se comprometían a “mantener la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y realizar esfuerzos para limitarla a 1,5 °C”, hecho muy dependiente de la acumulación de GEI en la atmósfera. El instrumento de compromiso colectivo que se definió fue el de las contribuciones nacionales específicas (NDCs) que, aunque no tienen carácter vinculante, deben formularse como propuestas de país de acuerdo a las prioridades, necesidades y perspectivas de cada uno. Esos compromisos deben irse actualizando cada 5 años para incluir mejoras y mayores ambiciones. La futura celebración de la COP26 en Glasgow en noviembre de este año está destinada a valorar este aumento de compromisos, como parte del proceso de lucha contra el cambio climático global que los distintos países y agentes públicos y privados han asumido.

Un día antes la Comisión Europea hacía otro anuncio importante. En el marco del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles publicaba una propuesta muy esperada de cara a movilizar inversiones privadas vinculada a un crecimiento más sostenible y justo. Con el propósito de promover una mayor claridad y transparencia en lo que respecta a la acción climática, la taxonomía de actividades sostenibles de la Unión Europea supone el establecimiento de una lista de actividades que pueden contribuir de forma sustancial a dicho propósito. Esta propuesta debería ayudar a inversores, empresas y gobiernos a tomar decisiones sostenibles de cara a proyectos futuros. Además, desde 2022, todos los inversores y grandes compañías europeas estarán obligadas a informar de forma transparente sobre su contribución a este conjunto de actividades que se considera que tienen un elevado impacto potencial en la reducción de emisiones de GEI (mitigación) en Europa y que ayudarán a que la Unión sea más resiliente (adaptación) ante efectos climáticos adversos en el futuro.

La lista se ha hecho esperar y para muchos este anuncio tuvo cierto déjà vu, dado que todos hemos visto borradores previos del grupo de expertos y de la propia Comisión. Al final se han incluido casi 80 actividades de mitigación y casi 100 que pueden ayudar a la adaptación al cambio climático y sus crecientes riesgos físicos, que a muchos nos facilitará las decisiones de análisis, inversión y gestión financiera.

El trabajo en este sentido continuará en los siguientes meses. Debemos esperar propuestas en el marco de otros objetivos medioambientales no climáticos como la economía circular o el buen uso de recursos hídricos, así como de la definición de actividades que contribuyen positivamente a criterios sociales. La taxonomía debe verse como una herramienta que nos ayuda a mostrar el punto de llegada y a dibujar con ella la transición en un número importante de actividades y, por lo tanto, a ajustar los criterios de inversión, financiación y aseguramiento. En definitiva, un elemento esencial que dará claridad y soporte a numerosas decisiones en el futuro.

El mismo día 21, muchos de los bancos, administradores de activos, aseguradoras y propietarios de activos más grandes del mundo anunciaron que unían fuerzas para formar la Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ), una iniciativa que tiene como objetivo funcionar como un paraguas en lo que a la acciones de apoyo a la descarbonización del sector financiero se refiere. Todos los asociados a esta iniciativa deben tener un objetivo de emisiones netas cero establecido para 2050 o incluso antes. También deben establecer sus objetivos de acuerdo con una senda que esté amparada en conocimiento científico e informar periódicamente sobre los avances de acuerdo con las mejores prácticas de cálculo y difusión existentes.

En definitiva, en la semana en la que celebrábamos el día mundial de la Tierra y donde la clave es demostrar el apoyo a la protección medioambiental, los compromisos, decisiones y propuestas operativas planteadas deben de alegrarnos y acelerar la acción. Los cambios en este sentido continúan en cuanto a compromisos, aunque ya empezamos a ver acciones y propuestas que desarrollar.

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