Formarse después de los 55: nunca es demasiado tarde para aprender
Los programas de formación para mayores ayudan a obtener nuevas competencias y tienen numerosos beneficios emocionales, materiales y psicológicos
José María Gálvez no es un estudiante universitario cualquiera. Después de toda una vida como ingeniero superior de minas, decidió seguir los pasos de tantos otros en su familia materna y se matriculó en la carrera de Derecho. Hoy, con 88 años, está a punto de terminar tercero de Derecho en la Universidad de Alicante, y aunque tiene claro que no ejercerá nunca, está decidido a terminarla: “Lo prefiero a jubilarme y ponerme a jugar a las cartas con otros tres, porque entonces es cuando me muero enseguida. Ahora me he adelantado el segundo parcial de Derecho Mercantil II, para luego poder preparar las otras dos asignaturas que me quedan [de este curso]”, afirma en conversación telefónica. En una de las sociedades más envejecidas del mundo, José María es un ejemplo entre muchos de ese talento y conocimiento vital que se resiste a aceptar la jubilación como un retiro permanente.
“Ahora se es joven con 50 o con 60, e incluso con 80 te ves con fuerzas para hacer cosas”, afirma Marcos Roca, director académico de la Universidad para Mayores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). El programa que coordina surgió de una iniciativa conjunta con la Comunidad de Madrid en 1999 para que un centenar de personas que no habían estudiado nunca (o que se habían quedado en Primaria) pudieran acceder a la Universidad. Y aunque el apoyo institucional ya desapareció, la institución madrileña continuó apostando por una iniciativa que, a día de hoy, supera los 2.100 estudiantes matriculados. Un modelo educativo integral que incluye todo un abanico de actividades culturales y sociales intergeneracionales e interculturales del que todos se sienten más que orgullosos.
No es, desde luego, el único caso. Como la Complutense, la mayoría de las universidades han desarrollado algún tipo de programa académico dirigido a la población mayor de 55 años, además del tradicional acceso para mayores de 25. En la mayoría de los casos, se trata de una formación no reglada pero de importancia creciente que apela a sus necesidades e intereses, contribuyendo a rescatar toda una experiencia vital e incluso revertirla a la sociedad.
La formación de adultos tampoco se limita únicamente al ámbito universitario: “Hace muchísimo tiempo tenía que ver con la alfabetización, y se dirigía a gente que había abandonado el sistema educativo. Pero ahora gira en torno a los principios de educación permanente e inclusiva, para todos y todas, con una educación que te aporta competencias profesionales, sociales, etcétera”, explica Andrés Payá, doctor en Pedagogía y profesor titular en la Universidad de Valencia.
Tengo 50 años, ¿qué puedo estudiar?
“¡Dónde voy yo con mi edad a la universidad!”. “A mí ya se me pasó el tiempo para estudiar”. “¡Ya me hubiera gustado a mí estudiar Historia...!” A pesar de los tópicos y de las barreras autoimpuestas, los expertos lo tienen claro: siempre hay tiempo y nunca es demasiado tarde. “Es cierto que las capacidades cognitivas y físicas disminuyen con el paso del tiempo, pero es directamente proporcional al desarrollo de otras habilidades propias de las edades maduras. Al final todo es una cuestión de motivación y de decisiones personales, porque si la motivación es poderosa se puede hacer lo que se desee”, sostiene Mayte Moreno, psicóloga y directora de Mentalis-Psicología. “Otra de las competencias que se desarrollan de mayor es la capacidad de entretejer el conocimiento. Los jóvenes que estudian matemáticas en la ESO, normalmente no van más allá de las fórmulas de turno, mientras que un adulto estudia quizá más lentamente, pero de manera integral, comprendiendo mejor lo que estudia”.
Se trata, en cualquier caso, de un segmento de la población muy heterogéneo y con intereses muy diversos. Algunos pueden buscar, pasados los 50, una formación que les ayude a actualizarse y mejore sus perspectivas de empleabilidad. Otros, por necesidad o interés, pueden buscar la obtención de un título de la ESO o de Bachillerato que no pudieron obtener en su día, a través de las escuelas de Educación para Adultos (EPA). O aquellos que, una vez alcanzada la jubilación, deciden volver a la universidad para seguir creciendo a través de una formación de calidad. “Siempre y cuando uno sea consciente de su situación real y de las adaptaciones que requiere, estudiar en edad madura puede proporcionar una gran satisfacción interna, activación mental, felicidad o seguridad en uno mismo”, añade Moreno.
De una u otra manera, “la educación para adultos es una acción educativa diseñada específicamente, porque los adultos ni pensamos igual, ni tenemos los mismos razonamientos ni motivaciones”, recuerda Payá. Y, en algunos casos, juegan un papel fundamental en la cohesión e inclusión social: “La sociedad ha ido avanzando pero ellos no han tenido la oportunidad de actualizarse, y por lo tanto no pueden ser ciudadanos al mismo nivel que tú y que yo. Estamos hablando del aprendizaje de idiomas y de otra serie de competencias como, por ejemplo, las digitales, que son la puerta de entrada a otros derechos como el derecho a la salud (simplemente para pedir una cita médica o hacer búsquedas por internet) o al trabajo”.
Cuando Josefina Aránguez se jubiló, después de 42 años dedicados a la enseñanza de Lengua y Literatura en la comunidad de Madrid, decidió que era hora de ocuparse de su gran asignatura pendiente: el inglés. Hoy, con 72 años, da clases de apoyo a inmigrantes de 14 a 16 años y alumnos con TDAH: “Son chavales que vienen a España cuando sus padres ya están asentados, pero que no pueden seguir el ritmo normal, porque sus planes de estudio no tenían nada que ver con los nuestros, y pasan muchas dificultades (además de que en muchos casos no querían venir)”. Y, por si fuera poco, ha creado un club de lectura para mujeres, es catequista y escribe cuentos y relatos.
Cada universidad, un modelo
El perfil de estudiante universitario mayor de 55 años se podría ajustar a estas características: mujer, de edad comprendida entre los 60 y 69 años (jubilada o prejubilada) y con formación previa. Aquellos que se jubilan hoy en poco o nada se parecen a los que lo hacían hace 20 o 30 años, y cada vez hay una demanda mayor por contenidos formativos de alta calidad. Sin embargo, al tratarse de una formación no reglada cada universidad ha desarrollado un modelo diferente, ya sea incluyendo itinerarios formativos de temática muy diversa o cursos independientes.
El programa académico de la Universidad de Valencia, Nau Gran, oferta nueve itinerarios formativos de tres cursos cada uno, mientras que los programas de la UNED para mayores de 50 años, UNED Senior, incluyen cursos de 30 horas con una temática muy flexible que abarca temas de impacto local y que depende de cada sede: “Nosotros tenemos unos bloques temáticos, y dentro de ellos, cada sede propone cada año las asignaturas que quieren ofrecer a sus propios alumnos. La programación de Palencia, por ejemplo, nada tiene que ver con la de A Coruña”, explica Silvia Barreiro, exvicerrectora adjunta de Formación Permanente. Actualización digital, idiomas, agricultura, patrimonio local, nutrición... Hasta 7.800 alumnos (y 14.000 matrículas) participaron en el curso 2019-2020, un 20 % más que el año anterior.
Por su parte, la Universidad para Mayores de la UCM ha desarrollado un programa que combina asignaturas de Humanidades y Ciencias a lo largo de cuatro cursos académicos, además de un segundo ciclo donde los alumnos pueden formarse indefinidamente gracias a un amplio catálogo de cursos monográficos. Pero su concepto va mucho más allá, y ha ido evolucionando a lo largo de los años hasta desarrollar un completo entramado de actividades culturales con un amplio calado social. Entre todas ellas (visitas y viajes culturales, una radio, clubs, iniciativas de cooperación, intercambios internacionales o la incorporación de los mayores a la ciencia, a través de la iniciativa Ciencia Ciudadana) destaca Red Solidaria, una ONG ubicada en el madrileño distrito de Villaverde en la que jóvenes de los másteres y mayores del programa trabajan con niños y adultos inmigrantes, enseñando español a extranjeros, ofreciendo apoyo escolar a estudiantes de Secundaria o talleres de nutrición o de búsqueda activa de empleo: “Si tú tienes un capital humano, un potencial enfrente de los ojos, y la posibilidad de extender el beneficio a otros, no solamente repercute en que todavía te vas a beneficiar más, si no que la labor social que hago contigo se va a extender a los demás. No se puede desaprovechar”, explica Roca.
“El programa de mayores hace que estos se impliquen en la sociedad, y también colaboran en proyectos de otras asociaciones. Siempre hay gente dispuesta... Se trata de aprovechar lo que vale, es tan sencillo como eso”, añade el académico complutense. Visitas a un museo, a la sierra de Madrid, acompañados por un profesor de Biodiversidad o incluso al teatro, a donde llevaron a una treintena de niños a ver El Rey León. Pero también tiene efectos muy positivos en sus relaciones sociales. “Se da la magia, otra vez, de hacer amigos de por vida. Tanto, que algunos llevan veintitantos años juntos, que han viajado por el mundo, que se han ido a vivir juntos... La amistad es un activo importantísimo, porque a partir de cierta edad es muy difícil hacer amigos”.
Para Roca, la universidad ha dejado ya de ser un lugar de instrucción solo para jóvenes, y se ha convertido en un espacio intergeneracional. “Es imparable. En 20 años, será una universidad totalmente diferente, y aunque en Europa sí, en España no se ve mucho. Se sigue mirando con un cierto paternalismo; no se intuye el efecto real social y educativo que va a tener. Es una cuestión geográfica”. Unas dificultades que a veces se dejan ver dentro de las propias instituciones académicas, cuando se encuentran con dificultades para acceder a ciertos espacios. “Lo que es difícil, y es una espina que me trae por la calle de la amargura, es la conciencia de algunas facultades. Hay espacios que están disponibles, pero hay reticencias y a veces tenemos dificultades para acceder (y me consta que no sucede solo en la Complutense). Porque no todo el mundo entiende que los mayores puedan estar en la universidad, como pasaba al principio con las mujeres”.
Contra el edadismo
El envejecimiento poblacional que, en términos generales, supone un problema para cualquier sociedad no deja de ser también una oportunidad económica y social que abre numerosas posibilidades, como afirma Ana Margarito, directora de 60ymucho+, una plataforma dirigida a la ciudadanía senior. Su prioridad es la de "poner en valor a la generación que con su trabajo y esfuerzo ha construido la sociedad de hoy, además de aprovechar la oportunidad económica que representa este segmento de la población, y que puede ser uno de los pilares que sirvan para reactivar una economía tan golpeada por la pandemia". La plataforma sirve de punto de encuentro para una comunidad de mayores que poco tiene que ver con la de hace 30 años: "La esperanza de vida en España se ha duplicado en apenas cuatro generaciones, y según los datos del INE de diciembre de 2020, los hombres de 65 años vivirán 19,52 años más, y las mujeres 23,4".
"Tenemos que poner de manifiesto la situación de discriminación o edadismo que están sufriendo muchas personas solo por haber cumplido una edad. El edadismo es otra de las lacras que afecta a este segmento de la población, que estamos asumiendo como algo normal pero que no deja de ser una discriminación más, como la de sexo, género o raza", sostiene Margarito. "En 60ymucho+ estamos convencidos de que, si las distintas generaciones conocen las necesidades del resto, aumentará la empatía y será más fácil construir sociedades más justas y sostenibles. Y para ello, es imprescindible trabajar juntos dando cada uno lo mejor de sí".
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