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La remesas: el inesperado salvavidas de los emergentes durante la pandemia

Las transferencias de los emigrantes rompen todas las previsiones y superan la suma de inversión extranjera directa y ayuda al desarrollo. Millones de familias de todo el mundo dependen del dinero que envían los suyos desde el exterior

Ignacio Fariza
Dos personas reciben, en Manila (Filipinas), remesas enviadas por sus familiares emigrados.
Dos personas reciben, en Manila (Filipinas), remesas enviadas por sus familiares emigrados.Eloisa Lopez (Reuters)

A la vista de que su hermana, empleada de un restaurante en Tegucigalpa (Honduras), se había quedado sin empleo en los meses más crudos de la crisis sanitaria, Cecy Zerón, de 35 años y residente en España desde hace siete, redujo al máximo sus gastos. El objetivo: aumentar la cantidad de dinero que enviaba a su familia. A diferencia de los suyos, ella pudo mantener sus ingresos en lo peor de la crisis, sin ni siquiera caer en ERTE. “Mi hermana es la que ayuda a mi madre, y sin su salario se quedaban prácticamente sin ingresos... Aunque no me es fácil, siempre que puedo enviar un poquito más lo hago. Pero durante la pandemia, aún más”, explica Zerón, que se desempeña como empleada doméstica, cuidadora de mayores y en los fogones de un restaurante de Madrid. Todo a la vez.

La crisis del coronavirus ha sido un manotazo económico de grandes proporciones en todo el mundo, pero mucho más para las naciones de renta media y baja: allí amenaza con dar al traste con varios años de desarrollo. En pleno vendaval, sin embargo, las remesas han aguantado inusualmente bien el tipo. Infinitamente mejor, de hecho, de lo que nadie esperaba: para muchos de estos países, en su mayoría latinoamericanos y asiáticos, ha sido —en palabras de Ana Revenga, del Brookings Institute— un auténtico “salvavidas” en el momento más crítico.

El valor total de los envíos de dinero de los emigrantes en todo el mundo va camino de crecer un 7,1% en 2021, según los últimos datos del Banco Mundial. En 2020 —en plena recesión global— solo retrocedió un 1,7%, alejando el espantajo de las previsiones más apocalípticas, entre ellas las del propio prestamista con sede en Washington, que llegó a pronosticar una caída del 20%. Un dato sintetiza a la perfección la importancia que han adquirido las remesas en el mundo emergente: ya son más importantes que la suma de la inversión extranjera directa y la ayuda oficial al desarrollo.

“Ha sido una tabla de salvación, una entrada enorme de recursos para millones de familias y para muchos países cuando más lo necesitaban: en pleno hundimiento del comercio mundial y del turismo”, afirma Alejandro Canales, investigador de la Universidad de Guadalajara (México) y autor de varios estudios sobre remesas. Es, dice, un fenómeno especialmente claro en México y en India, y en el Triángulo Norte centroamericano: Honduras, Guatemala y El Salvador.

¿Qué ha permitido mantener viva la llama de las remesas cuando todo el resto de fichas del dominó económico caían una detrás de otra? Lejos de apuntar a un solo factor, todos los especialistas consultados para este reportaje señalan una pléyade de explicaciones: desde la solidaridad familiar en un momento crítico —como atestigua el caso de Zerón— hasta la rápida recuperación de los mercados de trabajo en los países ricos, pasando por los cheques cuasiuniversales de ayuda a los trabajadores en Estados Unidos o los ERTE y otros programa de garantía de rentas laborales en España y en el resto de Europa.

“Cuando los países de origen están mal, los emigrantes suelen mandar más dinero. Eso es exactamente lo que ha ocurrido durante la pandemia, y es lo que ha permitido que las remesas hayan desempeñado ese papel estabilizador de los países emergentes cuando menos espacio de política fiscal tenían”, expone Revenga, que refrenda punto por punto lo expresado por Zerón. Una voluntad de ayuda que, tanto este año como el pasado, ha sido más importante que nunca: no solo por la pandemia, sino por su coincidencia temporal con catástrofes naturales como los huracanes que han azotado Honduras o las inundaciones en Bangladesh, dos de los grandes países receptores.

“El resultado global nos ha sorprendido a todos”, reconoce Dilip Ratha, máximo responsable de análisis para temas de remesas del Banco Mundial, que aporta una explicación adicional: el retorno —temporal o permanente— de decenas de miles de migrantes a sus países de origen con ahorros en el bolsillo. “Quizá sea algo coyuntural y difícil de cuantificar, pero también ha sido relevante”, apunta al otro lado del teléfono.

Tendencia generalizada

Hay un dato clave: en ningún gran receptor de remesas han caído los envíos. Ni en India, ni en Pakistán, ni en México, ni en el agregado de los países centroamericanos. “Los únicos descensos se han dado en los países desarrollados, como Alemania o Francia, cuyos nacionales tienen como destino principal el golfo Pérsico, para trabajar en la industria petrolera, que se hundió en 2020″, agrega Canales. Y la relevancia social de ese descenso es mínima por dos motivos: porque el peso sobre el PIB de estos países es ínfimo, y porque las familias de estos trabajadores cuentan con un mayor colchón de ahorros y dependen mucho menos de los envíos que los países emergentes.

El auge ha sido especialmente importante en los envíos hacia México y Centroamérica, en gran medida por la buena marcha del empleo en Estados Unidos y las generosas ayudas desplegadas en el gigante norteamericano en la fase más aguda de la crisis. “Allí, la tasa de empleo de los mexicanos y los centroamericanos ha evolucionado incluso mejor que la media y lleva tiempo incluso por encima de los niveles precrisis. Está siendo un periodo muy positivo para ellos, en parte gracias a que están en los sectores en los que más escasea la mano de obra”, cierra Jesús Cervantes, director de estadísticas económicas y coordinador del Foro de Remesas del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla). Esta estrechez en el mercado laboral, dice, puede prolongar un poco más esta edad dorada de las remesas. “Pero necesariamente tendrán que desacelerarse en los próximos años: las tasas de crecimiento actuales son difícilmente sostenibles”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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