_
_
_
_
_

El mundo económico inicia el rescate de Cataluña

Insólito aterrizaje de jefes de Estado y gobierno en Barcelona tras una década de sequía por el ‘procés’

Xavier Vidal-Folch
BARCELONA, 16/06/2021.- El Rey Felipe VI (2i), conversa con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), en presencia del presidente de la República de Corea del Sur, Moon Jae-in (i); el presidente del Cercle d'Economia, Javier Faus (3d); y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (2d), antes de la cena inaugural de la reunión anual del Cercle d'Economia.
BARCELONA, 16/06/2021.- El Rey Felipe VI (2i), conversa con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), en presencia del presidente de la República de Corea del Sur, Moon Jae-in (i); el presidente del Cercle d'Economia, Javier Faus (3d); y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (2d), antes de la cena inaugural de la reunión anual del Cercle d'Economia.Francisco Gómez / Casa Real

Tras un decenio de procés secesionista, radicalizado desde otoño de 2017, Cataluña empieza a ser rescatada de su sima económica y su parálisis política.

Y eso se fragua sobre todo desde sus grandes foros económicos. El europeísta y liberal Cercle d’Economia, que ayer culminó su reunión anual más influyente en más de medio siglo, bajo el mandato de Javier Faus. Y la patronal Foment, renovada al estilo democristiano —exigente, pactista, integrador— por Josep Sánchez Llibre. Este acaba de augurar, precisamente en la conferencia de su institución rival, que las empresas forzadas por el caos político del referéndum ilegal a trasladar su sede, ahora se inclinarán por ir volviendo.

Con ello se abriría la posibilidad de revertir el símbolo más agrio de la pérdida de fuelle catalán (aunque no, todavía, de talento impulsor de start-ups): el sorpasso de Madrid a Cataluña como primera locomotora económica española en 2018, 2019 y (a confirmar) 2020.

Al signo de distensión política tangible que supuso el anuncio de indultos desde el Gobierno de Pedro Sánchez, y al nuevo tono —respetuoso— del recién estrenado presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, le han seguido tres días trepidantes, en la convocatoria del Cercle, junto a la playa de la Barceloneta.

Han coincidido en él —o sea, en territorio catalán— dos jefes de Estado, Felipe VI y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y el más rutilante primer ministro europeo, Mario Draghi, además del presidente español, Pedro Sánchez, habitual conferenciante como sus predecesores.

Hace años acudían a Barcelona personalidades así. Desde hace un decenio, ya no, a causa del procés. Y si en casos raros venían, no se mezclaban con el poder autonómico, como el comisario europeo Thierry Breton, quien visitó a final de este marzo la sede de la farmaceútica Reig Jofre en Sant Joan Despí, pero ni se le ocurrió ir a la Generalitat y tuvo que ser acompañado por la ministra de Industria.

Esa sequía se acabó. Aragonès acudió a saludar al Rey, sabedor de que fue el jefe del Estado quien personalmente facilitó que la visita del líder coreano culminase en Barcelona... Ese tipo de gestión discreta que redondean un perfil agudamente criticado por los procesistas por su discurso del 3-O de 2017.

El encuentro expresa un contraste claro con el plante que le dispensó el Govern en funciones. Así como al presidente del Grupo Volkswagen en su visita a la sede de la Seat en Martorell... para afianzar el proyecto de fábrica de baterías eléctricas. Que en parte —la parte de la empresa— acaba de ser compensado por la posterior visita del consejero de Empresa, Roger Torrent, republicano como Aragonès.

Con pelos que repeinar, la rectificación en el boicoteo a la primera autoridad va paso a paso, por presiones de los socios de Esquerra, Junts y la CUP. Pero es que el afianzamiento de Aragonès como primera autoridad catalana (y como representante ordinario del Estado en su territorio), y una autoridad que se pretende pragmática y gestora, es también pausado.

Y viene salpimentado por arduos retruécanos protocolarios: un encuentro, sí; una cena oficial, todavía no. Lo que hace las delicias de los mentideros barceloneses, al menos de los que no están aún saturados de ese tipo de incidencias.

También el discurso de Aragonès resultó novedoso respecto a los de sus predecesores, salvo en el párrafo que recordó su conocida adscripción al independentismo. Habló de gestión, gestión, gestión. Manejó números, hasta hoy los exiliados de Quim Torra y Carles Puigdemont.

Y mostró interés por el puerto, el aeropuerto, las infraestructuras. Para reclamar su traspaso, también. Pero antes las reconoce como importantes, y se muestra a favor de ampliar El Prat, lo que es una blasfemia para los oídos talibanes. “Comparado con los otros, es de la noche al día”, murmuraba un empresario conservador.

Mientras, los dirigentes del círculo barcelonés completaban su tarea de tender puentes. Faus apoyaba públicamente los indultos, en la línea de Sánchez Llibre. Y ante el Rey. Y otra vez, ante Pedro Sánchez, ahora agradeciéndoselo. Y el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, que tiene este asunto muy conversado con su colega de Foment, apoyó inequívocamente las medidas de gracia. Dejó solo al líder popular, Pablo Casado en su no a todo, que defendió tesoneramente ante un público candado de falta de esas alternativas que recaban, en cascada, hasta plácets episcopales.

La presencia del equipo gubernamental en las jornadas, habitual en ellas año tras año, constituyó otro símbolo de puentes tendidos, porque el desembarco fue de alta densidad: junto a Sánchez, las dos vicepresidentas del área económica, Nadia Calviño y Yolanda Díaz. Con la hoja de ruta del Plan de recuperación español recién aprobado por la Comisión: con el énfasis de “ambicioso”.

El presidente parecía arrebolado, en éxtasis, tras ser el primero —con el portugués António Costa—, en pasar la asignatura. Y más discretamente encantado por los empujes ajenos a su plan de “reencuentro” con toda la sociedad catalana, sus dos mitades.

Solo desentonó el nuevo titular de Economía de una parte de esas partes, Jaume Giró. Sorprendió al personal amante de las buenas maneras acusando a España de mantener a los catalanes en régimen de “vasallaje”, por la letanía del déficit fiscal, y mucho más. Blandió datos pretendidamente buenos de la evolución económica catalana entre 2014 y 2020, pero ocultando, claro, el retroceso respecto de Madrid, la gran rival. Y bajó del proscenio sin saludar siquiera al presidente del Cercle. Un estilo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_