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La ‘Ambasciata’ quiere tener pisos ecológicos

El icónico palacio de la Embajada de Italia en Madrid rehabilita su edificio secundario para acoger cinco viviendas coronadas por placas solares y con un consumo casi nulo

José Luis Aranda
Los arquitectos Talia Dombriz y Daniel Diedrich, responsables del proyecto de rehabilitación, ante el edificio de viviendas de la Embajada de Italia en Madrid.
Los arquitectos Talia Dombriz y Daniel Diedrich, responsables del proyecto de rehabilitación, ante el edificio de viviendas de la Embajada de Italia en Madrid.KIKE PARA

La Embajada de Italia en Madrid no es uno de esos edificios que pasan desapercibidos. El palacio que se asoma a la calle Juan Bravo, a pocos metros del Paseo de la Castellana, se cuenta entre los más emblemáticos de Madrid. Pero pocos reparan en un pequeño secreto. En el jardín posterior, y con una de las fachadas recayente en la calle Lagasca, hay una segunda construcción que en su día acogía al personal de servicio de los marqueses de Amboage, los primeros propietarios. Con los años ha ido cayendo casi en desuso, pero un proyecto prevé ahora recuperar las viviendas originales. Serán cinco pisos centenarios, pero de consumo casi nulo gracias a una rehabilitación energética modélica.

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El plan es uno de los que se destacan en la guía que el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae) y el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos presentaron recientemente para impulsar la rehabilitación energética. En el estudio DMDV Arquitectos, encargado del proyecto, tienen claro el motivo: “Demuestra que es posible compatibilizar una restauración histórica de un edificio y su rehabilitación energética en un mismo proceso constructivo”, indica el arquitecto Daniel Diedrich. Destaca, además, que los pisos pasarán de una certificación energética G (la peor en la escala de letras que mide la eficiencia de los edificios en España) a una A, la mejor. Ningún otro ejemplo recogido en la guía aventura un salto tan grande.

El edificio secundario de la Embajada es en realidad el primero que tuvo la propiedad. Se empezó a levantar en 1912 y las obras duraron un año (el palacio principal se levantaría entre 1914 y 1917). Al acceder a la planta baja y ver el espacio diáfano de techos altísimos es fácil imaginar su uso original como chochera. Un carruaje podría, atravesando dos altas puertas, entrar desde la calle hasta el centro del jardín. Menos previsible es lo que hay encima: dos plantas y una entreplanta (un añadido posterior que desaparecerá con la restauración) con apartamentos de aspecto destartalado. Nada tienen que ver con el cascarón exterior, construido según el gusto de la época en un estilo neobarroco y afrancesado, lo que no impidió que la Legación italiana se instalará aquí en 1939.

Cada apartamento tendrá una terraza y partes de las cubiertas del edificio se usarán también para instalar paneles solares.
Cada apartamento tendrá una terraza y partes de las cubiertas del edificio se usarán también para instalar paneles solares. KIKE PARA

Actualmente, explican en la Embajada, solo dos de esas viviendas están ocupadas por empleados suyos. Un desperdicio en una de las zonas más codiciadas de Madrid. De hecho, desde sus ventanas y terrazas puede verse Lagasca 99, una promoción que marcó en su día un hito en el lujo capitalino: uno de sus pisos se pagó a 18.000 euros por metro cuadrado. A eso se suma otro desperdicio, el medioambiental, atendiendo a la pobre calificación energética. La última vez que el edificio fue reformado, según la memoria del proyecto, fue en los años sesenta. Y algunos parches posteriores no han puesto remedio a la peor combinación posible para una casa: sistemas de climatización anticuados y ventanas por las que se escapan el frío o el calor.

Casas herméticas

En aproximadamente un año, el tiempo que los arquitectos creen que tomará el proyecto, eso cambiará. Al no poder hacer modificaciones sobre la fachada, por tener la máxima protección patrimonial, el plan es “forrar” por dentro las viviendas para mejorar su aislamiento. De hecho, el proyecto quiere lograr el sello Passivhaus, un certificado privado más exigente que la calificación energética española. Para ello, explica Talia Dombriz, la otra alma de DMDV, habrá que lograr pisos literalmente herméticos, lo que se comprobará inyectando aire a presión para comprobar que no se escapa. Un proceso, abunda la arquitecta, que “requiere rigor tanto en el proyecto como en la obra”, por lo que “es muy importante que [los clientes] estén convencidos”.

En este caso lo están. “Creemos que la política de sostenibilidad ambiental y la gestión eficiente de los recursos necesitan no solo de grandes acuerdos, sino también de pequeños gestos, pero concretos y visibles”, señala el embajador de Italia, Riccardo Guariglia. El diplomático señala otros gestos que la Legación ha llevado a cabo, como la eliminación progresiva de plásticos o la reforestación de un bosque. “Para la Administración Pública, ser más sostenible no es solamente una obligación, sino una oportunidad para fomentar buenos hábitos y estilos de vida más respetuosos con el medio ambiente y con nosotros mismos”, completa Federico Balsani, director administrativo de la Embajada y responsable del proyecto.

Recreación de una de las futuras viviendas facilitada por el estudio DMDV Arquitectos.
Recreación de una de las futuras viviendas facilitada por el estudio DMDV Arquitectos.EL PAÍS

Esta rehabilitación es más que un gesto. El presupuesto ronda los 1,8 millones, que se nutrirán del programa Farnesina Verde, con el que el Ministerio de Exteriores italiano financia las renovaciones de sus edificios. Aunque no es comparable con un edificio residencial al uso, Diedrich señala que una rehabilitación de este tipo para particulares “es abordable pero cuesta dinero”. Dombriz lo compara con las letras de eficiencia de los electrodomésticos. “Igual pagando 100 euros más por una nevera, luego estás ahorrando 20 años”, ilustra.

Según el plan previsto, el ahorro de consumo del edificio se calcula en un 90%. Esto resulta de combinar la aerotermia —capaz con una unidad similar a las de aire acondicionado de calentar o refrigerar un piso y a la vez proveer agua caliente— con placas solares. Instalando una cantidad suficiente en las cubiertas superiores, sin que se vean desde la calle para no alterar el valor patrimonial, los arquitectos creen que se llegaría al consumo nulo. Por descontado se da que, por primera vez desde que los sirvientes de los marqueses de Amboage se instalaron aquí hace más de un siglo, el edificio dejará de ser responsable de emisiones de dióxido de carbono.

Cinco apartamentos de hasta seis habitaciones con terraza, vistas a un jardín, ubicación excepcional y una factura eléctrica casi nula están a punto de hacerse realidad. No hay razón donde preguntar: serán para el personal de la Embajada.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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