Para un niño con daño cerebral o medular, el uso de la tecnología puede suponer dar un paso hacia adelante. No emplearla puede significar retroceder cien. El centro RIE, situado en Madrid, es pionero en apostar por el uso de la robótica en la neurorrehabilitación infantil desde el ámbito privado. Sus dos robots son las manos y los pies de más de 200 pequeños, muchos de ellos llegados desde Francia, Suiza o Marruecos para someterse a tratamientos intensivos que, en algunos casos, pueden prolongarse varias semanas.
“El uso de maquinaria en el campo de la pediatría ha tardado en llegar, a pesar de la evidencia científica que la avala, por el elevado coste económico de la misma y por el pensamiento de que los robots van a sustituir al terapeuta, y nada más lejos de la realidad. Una máquina nunca podrá sustituir al profesional, necesita de los conocimientos sobre el paciente y el razonamiento clínico para poder alcanzar el máximo potencial con su uso”, dice Beatriz Marugán, fisioterapeuta y una de las socias de RIE. “Era el sueño de mi compañera de universidad, Beatriz de Andrés, y el mío propio”, añade.
Este centro de rehabilitación infantil especializada abrió sus puertas en septiembre de 2017 con un plato fuerte: incluir la robótica en las sesiones convencionales de fisioterapia para tratar a pacientes con patología infantil congénita o adquirida (niños prematuros, parálisis cerebral, traumatismos craneoencefálicos, enfermedades neuromusculares…) desde los primeros días de vida.
La tecnología para neurorrehabilitación con la que cuenta el centro es de factura suiza, de la casa comercial Hocoma. Uno es el robot Lokomat pediátrico, que permite el entrenamiento de la marcha. Se trata, dicen, del único que hay en España en un centro privado. “En el país hay cuatro, pero pertenecen a fundaciones y hospitales”, comenta Marugán. El segundo robot es Armeo Spring Pediátrica y es el único en un centro privado (hay uno en el hospital de Guadarrama). “Trabajamos los movimientos de alcance del brazo, mejorando el patrón de movimiento, la fuerza muscular, la precisión y trayectoria de movimiento”, comenta Marugán. El paciente interactúa con un videojuego, de tal manera que le obliga a hacer más o menos fuerza con las piernas para echar una carrera contra el robot o coger monstruos y llevarlos de un sitio a otro sin que se caigan.
Los comienzos no fueron sencillos. El alto coste de la tecnología robótica (los dos robots costaron en torno a 600.000 euros) y de su mantenimiento hacían inviable poner en marcha el proyecto. Hasta que “lo presentamos a un grupo de jóvenes emprendedores que rápido se contagiaron de nuestra ilusión. La inversión era arriesgada y elevada. El proyecto tiene prevista una inversión de unos 800.000 euros en los cinco primeros años y crecer hasta 1,3 millones los cinco siguientes”, afirma Marugán, para quien RIE es mucho más que una empresa.
Tras tres años de actividad y de jornadas interminables, la facturación en 2019 alcanzó los 350.000 euros. En 2020 bajó un 8% con respecto al 2019 por la pandemia. En el centro calculan que los ingresos de 2021 crecerán entre un 15% y un 20%. Todo el beneficio hasta la fecha se ha reinvertido en el proyecto de este centro, que emplea a 16 profesionales entre fisioterapeutas, logopedas, neuropsicólogos y terapeutas ocupacionales. Está en plena fase de expansión y pretende ampliar en breve su oferta asistencial aumentando en un 60% sus instalaciones.
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