Europa, arrastrada por EE UU
La aceleración del crecimiento estadounidense, mucho más fuerte de lo previsto hace pocos meses, va a tener un efecto arrastre en el resto del mundo
El primer trimestre ha sembrado muchas más dudas en la economía europea que en la americana. La última ola de la pandemia está afectando fuertemente a los grandes países de la eurozona, sobre todo a Francia e Italia, que han visto acelerar sus contagios diarios muy rápidamente en marzo, en parte por un inicio lento en el suministro de vacunas y también por verse cada vez más afectada por la cepa más contagiosa proveniente del Reino Unido. La incidencia crece algo más lentamente en Alemania y avanza con cierto retraso en España, pero prácticamente está al alza en todo el continente. Se añaden las sucesivas polémicas en torno a la gestión de la pandemia —las últimas son la suspensión, pero solo temporal, de la vacuna de Astrazeneca, la amenaza de bloqueo de sus exportaciones y la falta de claridad sobre las nuevas restricciones en Alemania— que no ayudan a anticipar el ritmo de vacunaciones, el arma principal para restaurar la confianza. De hecho, algunos institutos alemanes están revisando sus estimaciones de crecimiento a la baja de su país.
Frente a este panorama, en EE UU el control demócrata de la Casa Blanca y el Congreso ha conseguido sacar adelante un paquete de impulsos fiscales descomunal, de 1,9 billones de dólares, añadido a los estímulos previos, mientras se empieza a negociar un programa de infraestructuras que traerá inversiones adicionales. El ritmo de vacunaciones dobla al de Europa, a la vez que la Reserva Federal mantiene la calma y contiene los temores ante una posible aceleración de la inflación y subidas de tipos de interés.
Aun así, las perspectivas de Europa deberían mejorar. Por un lado, los retrasos en las vacunaciones son relativamente pequeños. La verdadera aceleración del proceso estaba prevista para abril y mayo, como parece que va a suceder, gracias también a una nueva vacuna recientemente aprobada en Europa. Y es cierto que las restricciones a la movilidad se han reforzado, pero los indicadores de confianza no apuntan —por ahora— a un bajón en el segundo trimestre.
Por otro lado, y es un factor que quizás se está subestimando, la aceleración del crecimiento estadounidense, mucho más fuerte de lo previsto hace pocos meses, va a tener un efecto arrastre en el resto del mundo, incluyendo la economía europea, que podría crecer este año cerca de medio punto más de lo anticipado gracias a ello, y aún más en 2022. De este modo, el perfil de crecimiento que se vislumbraba para la eurozona —un primer semestre de espera a la normalización y un segundo trimestre de fuerte rebote, ayudado además por el Fondo de Recuperación—, se mantiene prácticamente intacto, aunque pueda haber algún retraso en la salida.
Miguel Jiménez González-Anleo, de BBVA Research.
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