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La legión ignorada de los pequeños exportadores

Dos de cada tres empresas españolas que venden al exterior facturan menos de 50.000 euros, pese a soportar importantes costes

María Fernández
Comision Europea España
Buque con contenedores en el Puerto de Valencia.Europa Press

Los esturiones de Caviar Riofrío tardan 18 años en producir huevas. Es un proceso muy largo para cualquier empresa y no exento de riesgos, así que pocos acuicultores del mundo se han atrevido con este alimento tan delicado. Lo mismo pasa con las exportaciones de esta pyme granadina: se cimentan en años de trabajo y suman cada ejercicio pequeñas cantidades al balance final. David Montalbán, su director comercial, cuenta que en 2020 llegaron a exportar 100.000 euros en caviar, su récord hasta ahora. Lo hacen porque su apreciado producto puede venderse fuera de España a un precio igual o superior que dentro, lo que compensa los costes de la exportación.

“Hablamos de pedidos medianos o grandes con cobro por adelantado, o a través de microventas, donde no hay morosidad. Es verdad que hay costes administrativos y aduaneros, pero nos compensa. Ahora buscamos abrir mercados en Asia o en Oriente Medio”, dice Montalbán. Parece que también les compensa a otras decenas de miles de empresas españolas que venden fuera productos o servicios por menos de 50.000 euros. Algo que resulta un misterio para algunos economistas que han estudiado el fenómeno, como Guido Guerra, que recuerda que, antes de exportar, las empresas deben hacer frente a elevados costes hundidos, como realizar estudios de mercado, adaptar el producto a los gustos locales, obtener las certificaciones necesarias, desarrollar una nueva red de distribución y promocionarse en el país de destino. La teoría dice que solo las firmas más grandes y productivas tienen márgenes para absorber este esfuerzo en sus balances, mientras que las pequeñas no deberían ver ninguna ventaja en el asunto. Sin embargo, hasta 158.200 empresas exportaron el año pasado en España por valor agregado de 544 millones, según el ICEX. El 0,2% de lo exportado en el país está en manos del 80,6% de las empresas que vendieron fuera. En cambio las 5.000 mayores empresas exportadoras son responsables del 87% de las ventas al exterior.

Esa curiosa característica del sector exportador viene de lejos. “A través de la experiencia práctica, descubrí que nuestro tejido empresarial de pequeñas empresas, con pocos recursos y baja productividad (todo suele ir de la mano), desarrollan dos estrategias de exportación. Una, basada en minimizar los costes de entrada —esto es, exportar un producto existente a través de un distribuidor—. Y otra, basada en la subvención. Es decir, iniciar la exportación gracias a los programas de internacionalización en el ámbito regional o nacional”, resume Guerra en un análisis publicado en la web Nadaesgratis. Con él ha llegado a la conclusión de que hay un nexo común: la primera estrategia reduce los costes hundidos a la exportación y la segunda los subvenciona. Pero realmente esta actividad no les ayuda a aumentar su productividad, como dicta la teoría económica. Al contrario, muestran peores indicadores de rendimiento que las que no exportan.

Antonio Bonet, presidente del Club de Exportadores, lo achaca al eterno problema estructural de España, un paraíso de micropymes con muy pocas empresas de cierto tamaño. Al mismo argumento recurre desde la Cámara de Comercio de España Julián López-Arenas, su director de competitividad: “Aquí representan el 95% del tejido, mientras que en Alemania son el 83,6%, y en el Reino Unido, el 89%”. La situación, coinciden los consultados, mejoró tras la crisis de 2008, “pero sigue habiendo un problema de oferta exportable”, insiste Bonet.

Motivos

Habitualmente, una empresa decide exportar cuando tiene un excedente de producción imposible de colocar en el mercado interno. La mayoría envía la mercancía por barco. “¿Pero cómo llenas un contenedor si no tienes esa producción?”, se pregunta Bonet. “Y si no lo llenas, el coste por unidad va a subir”. Una realidad que enfrentan a diario los 158.000 microexportadores. “Si seguimos teniendo empresas muy pequeñas, nunca vamos a desarrollar un gran tejido exportador. Hay barreras al crecimiento que tenemos que enfrentar”, se queja Bonet.

También está el tema de las ayudas. Actualmente, los programas más importantes para convertir a una pyme en exportadora los desarrolla el ICEX (ICEX Next) y las cámaras (Xpande). Esos programas ayudan a trazar el camino para construir verdaderos departamentos de exportación y orientar a la empresa en un cambio estratégico. No son distintos a los que realizan otros países. Tras ellos hay una miríada de subvenciones de distintos organismos para visitas a ferias o misiones comerciales que, a menudo, son simples transferencias para pagar viajes u hoteles y no herramientas que permitan a la empresa desarrollar una estrategia a largo plazo. Por si fuera poco, la pandemia ha congelado los viajes de negocios y, a diferencia de en la crisis anterior, muchas empresas no tendrán ahora tan a mano el recurso de salir de sus fronteras. Lo han notado especialmente firmas como Cartonlab, una pyme que diseña y produce soportes de cartón para todo tipo de negocios, desde tiendas a decorados para platós de televisión. Se habían hecho un hueco en el diseño de expositores en ferias internacionales. Ya no. “Eso nos ha obligado a reinventarnos, a diseñar nuevos productos, como pantallas separadoras”, cuenta Nacho Bautista, uno de sus socios. Así que su cuenta exportadora, que no era muy importante, retrocederá a la espera de tiempos mejores.

Quizá lo importante, como señala López-Arenas, es que esos exportadores insistan. “Lo interesante que se consiguió tras la crisis anterior es que, cuando se recuperó la demanda interna, la base de exportadores regulares (que lo hacen durante al menos cuatro años) siguió aumentando”. Esta pandemia puede ser la siguiente vuelta de tuerca de la exportación, porque, como añade Guerra, pese a la menor movilidad, al menos hay buenas noticias: la digitalización ha suprimido barreras y reduce los costes comerciales.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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